miércoles

8 / HAY HUMO EN TUS OJOS [Milagros de una Puta]

Naná bajó al pub del quilombo mariposeando con un abanico chino y se sentó al lado del padre Iván, que esa noche no usaba el clerygman.
-Fijate el público que trae la Shirley -le secreteó a través de la melena platinada el travesti al cura. -En todas las funciones hay hasta Barras mezclados con turistas. Y eso es lo que quería Leonardo Regusci: un theatrum sacrum barroco. A esta chiquilina la prostituyó la madre en la zafra de Lobos a los trece años, y acá empezó a trabajar en los talleres del Laboratorio el mismo día que me alquiló la pieza: baila, pinta y actúa.
-Lo increíble es que haya tenido esa idea de casarse con Dios en forma de strip-tease. Y te aseguro que haber venido a verla me va a costar un problema con el obispo, pero no me aguanté.
-¿Vos sabés que yo justo el día del estreno había empezado con la quimioterapia y fue la primera vez en sesenta años que entendí que la vida es la cruz? Los umbandistas no le damos mucha pelota a eso.
Entonces el escenario se llenó de una gran humareda de plata y la chiquilina apareció descalza y floralizada por una malla color carne que le llegaba apenas hasta los antebrazos y las pantorrillas.
-Lo que va a bailar ahora lo inventó mientras velábamos a un gatito que se llamaba Alfredo -informó apantallándose con el abanico Naná mientras irrumpía el Allegretto de la séptima sinfonía de Beethoven y Shirley giraba implorantemente y casi como boxeando hasta que caía ovillada y terminaba por arrancarse la malla igual que si abandonara una piel ofídica.
Entonces bajó el telón y el humo se bamboleó sobre el rumor crujiente de la platea y el travesti ya no tuvo necesidad de esconder la voz:
-Esto es un intervalo típico de cualquier performance desnudista. Porque si no les aflojás un poco el anzuelo te comen vivo.
-Dónde tenés el cáncer.
-En el pulmón. Eran unos dolores de espalda que me partían en cuatro y los sabios me diagnosticaban estrés como quien dice bingo. Perdí un año y hasta me llegaron a encerrar una semana en una clínica manicómica. Les tuve que pedir yo que me hicieran la tomografía. Y fue cuando vi a la Shirley que entendí que hay que morirse festejando el amor que se evapora hasta de un gatito muerto. Eso lo escribió Juana, la directora multimedia que había adoptado a Alfredo.
Después empezó a sonar Only you y la muchacha rubia apareció vestida nada más que con un tocado y una cola de tul y recorrió el escenario dando pasos nupciales: llevaba un ramo de corolas blancas y el otro brazo lo clavaba dulcemente en el humo.
El trabajo en el quilombo empezaba casi enseguida, y mientras Naná llevaba al cura al camarín para saludar a Shirley confesó:
-Hoy precisaba verla porque me acaban de detectar una metástasis. Y ahora siento que quiero morirme aunque no por depresión. Y eso jamás lo había sentido, padre. Parecerá mentira pero estoy contenta.


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