sábado

6 / QUÉ ME VAN A HABLAR DE AMOR [Milagros de una Puta]

El senador precozmente canoso se sentó en la cama dando a entender con una sola seña que venía nada más que a charlar.
-Hoy tengo Havana Club -se agachó Shirley frente al hombre de Estado igual que si fuera la maestra de un kindergarten.
-Con cianuro, solamente.
Entonces ella saltó tan electrificada que se le desbordaron los pezones-ciruelas:
-Mirá que si ya cagaste a tu tercera esposa con otra pendeja es la última vez que pisás aquí, precandidato.
-Esta vez me cagaron a mí. La encontraron volteando en el escritorio del Rabanito a lo Jessica Lange. No se puede entender.
-¿Vos viste Closer?
-Sí. La primera vez que salimos. Y lo peor es que ahora la obligué a que me contara todo con todos los detalles, igual que Clive Owen.
-¿Pero vos entendiste esa película? -se preparó un Cubalibre la muchacha, y la incandescencia de gato persa se le ahondó hasta un celeste sobrehumano.
-¿Y qué podés entender de ese retorcimiento? Además está hecha para que te quedes pensando nada más que en Natalie Portman. Aunque nunca vas a ser más linda ni va a actuar mejor que en El perfecto asesino.
-Así vas gobernar, si ganás.
-Ya ya no quiero ni ganar.
-Qué bien que mienten, macho. Dale, tomate un cóctel.
-No. Un ron puro.
Shirley le alcanzó la copa y se acostó en la alfombra sosteniendo un peluche en cada mano como si fueran títeres:
-¿Alguna de tus gatas te contó que a veces no podemos mirarnos al espejo porque sentimos que nos echaron un balde de mierda en la cabeza?
-Nunca tuve ese placer.
-Claro. Lo único que les importa a los dueños del mundo es pasarla bien. Ya sabo. Pero ahora estás llorando.
-Y por suerte te tengo a vos para entender la vida.
-Mirá que yo no te estoy interpelando, estúpido. No te hagás el canchero conmigo. Y guambia que seré una putita de dieciocho años pero me di cuenta que Julia Roberts se fue con Jude Law para que Clive Owen la dejara de querer. Porque ella no se quería. Y tu esposa se le regaló al Rabanito porque no soporta la posibilidad de llegar a ser una primera dama. Le deben haber echado demasiados baldes de mierda. Y además no cree en nada, porque Dios son ustedes. Pero esa loca siempre va a estar enamoradísima de vos. Este verano la vi en la tele y cuando te mira se pone un poco estrábica.
-¿Y ahora qué carajo hago?
-Lo mismo que hacés con el Presidente de los Estados Unidos. Te arrastrás.
Entonces el senador se fue dando un portazo muchísimo más esperanzado que rabioso.




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