miércoles

3 / MALA LECHE [Milagros de una Puta]

El hombre ensanchado como un huevo usaba un collarín de yeso y tenía una degeneración infantil estancada pícaramente en los ojos azules.
-González, mucho gusto -le metió un dedo en la entrepierna a Shirley mientras la majuga chiflaba atrás de la puerta: -Capaz que me conocés de la televisión. Aunque eso fue hace mucho. ¿Un memazo puede ser? De parado, nomás.
-¿Whisky?
-No. Mi esposa es Jueza Penal y tiene más olfato que un ciego. Y si sabe que vine a ver tu strip me tengo que mudar a un hotel. Da pereza divorciarse.
-Arrimate a la cama.
-No. Me gusta que se arrodillen. Y mirá que a mí me ordeñan las nenitas del asentamiento donde manda comida mi mujer. Con Naná somos amigos hace siglos: la llevé varias veces a la televisión. Pero a ustedes las odio. Mirá, servime un whisky y por lo menos lo huelo mientras me ponés el forro.
Shirley trajo la copa y encontró al hombre con una estampita de la Virgen del Sagrado Corazón en la mano izquierda.
-Mirá la tarjeta privada que se mandó a hacer mi mujer. ¿Vos sabés que lo único que te falta para ser idéntica a María es tener un corazón con una vincha de espinas?
-Gracias.
-Aunque Ella debió de ser más puta que vos porque me imagino que el Hijo no le podía permitir que cobrara -carcajeó babeándose el collarín González: -¿Vos sabés que cuando tomé la primera comunión la mastiqué pensando que Jesús era puto? Dale: ordeñá con ganas, carajo.
-Dejame respirar.
-¿Y no escuchaste hablar de una película que se llama El cuerpo de Cristo donde el loco se coje a los discípulos? Contestame con la cabeza, nomás.
Shirley dijo que sí sacudiendo el perfil de camafeo y la media melena apenas sobredorada en la peluquería.
-Y mi mujer vive mandando cadenas de mails para que prohiban la película. No se puede creer. ¿Te das cuenta que le están haciendo bruto favor mostrándolo como un bufarreta, por lo menos? Mirá que si no acabo no cobrás. Y desde que me fijaron fecha para operarme de la columna soy como la Cenicienta. Y ya son once y media. Ay, rubia: qué anguila tenés.
Entonces González eyaculó dejándole caer el whisky arriba a Shirley, que tiritó:
-Son cincuenta.
-Que te paguen los ángeles -carcajeó el gordo al volver del baño: -Tomalo como una invitación de la casa. Con Naná fuimos juntos a la escuela y al liceo y ella siempre dijo que mi problema es que tengo mala leche congénita.
La muchacha se quedó lamiéndose la cara y de golpe vio a la Inmaculada en el suelo y manoteó el celular y llamó a la Jueza para avisarle que el señor González había dejado una felatio sin pagar en lo de Naná y una tarjeta privada que podía retirar en portería.





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