miércoles

LA PAREJA “DESPAREJA”


UNA CONVERSACIÓN ESCLARECEDORA
ENTRE ARNALDO GOMENSORO Y ELVIRA LUTZ


(CUARTA ENTREGA)

LA ARMONÍA EXISTENCIAL: LA TERCERA PATA DEL AMOR

Elvira: Llegados a esta altura del análisis, cabe que quienes nos escuchan o quienes nos lean se pregunten: “¿Es que no resulta suficiente con que las parejas armonicen emocional y sexualmente para poderles augurar un matrimonio feliz y duradero? ¿Será necesario, realmente, algo más? ¿Qué es lo que entendemos por eso que llamamos “armonía existencial”?

Arnaldo: Al formular esas preguntas creo que estas ayudando a centrar el tema y a favorecer la reflexión crítica. Digamos, para iniciar esa reflexión, que largos años en consultas de orientación sexual y matrimonial y en el tratamiento de las más diversas disfunciones sexuales de hombres y de mujeres nos han ido convenciendo de que lo decisivo en la vida de las parejas es eso que llamamos “armonía existencial”.

Veamos, pues, de qué se trata: la mayor parte de las personas llegan a la consulta a preguntarnos qué pueden hacer ante una aguda conflictiva cuyos síntomas expresan, básicamente, el progresivo desencuentro emocional y sexual de la pareja. La convivencia, las responsabilidades asumidas, la familiaridad, la carga de los niños, la gravitación de los familiares, el stress laboral, las dificultades económicas, etc., hace ya largo tiempo que desgastaron los ribetes románticos que embellecieron los períodos iniciales de la relación y que llevaron a ambos miembros de la pareja a jurarse “amor para siempre”. Las disputas interminables han desplazado a las efusiones amorosas; la brusquedad, las hostilidades francas o sutiles e, incluso, frecuentemente, el insulto y la violencia han sustituido a la inicial ternura y a las delicadas consideraciones de los primeros tiempos. A veces, ni siquiera da para pelear: el desinterés y la indiferencia se han interpuesto entre ambos cónyuges (no olvidemos que son “cónyuges”, justamente, porque comparten un mismo yugo) como una espesa niebla que termina por desdibujar, para cada uno, la imagen del otro o de la otra, hasta volverla lejana y borrosa.

Elvira: Sí, Arnaldo. Es así como tú lo estás describiendo. La larga lista de rasgos encantadores que cada uno descubría en el otro o las otras inicialmente, ha sido sustituida por una mucho más larga lista de quejas y de recriminaciones recíprocas que, al momento de la consulta, parece ser todo lo que queda de aquella “Gran Ilusión”.

Lo que yo quería hacer notar es que lo que se nos ha hecho patente a lo largo de años de consulta es que, no bien entramos a ahondar críticamente en el significado de esas quejas y esas recriminaciones, se vuelve ostensible que los desacuerdos no están provocados por los hechos en sí mismos, por las cosas que les pasan o por las actitudes y las conductas que actualizan, sino que resultan, fundamentalmente, del “sentido”, del “significado” completamente distinto, que cada uno le atribuye en función de sus respectivos sistemas de ideas y sistemas de valores.

Arnaldo: Es cierto. Lo que descubrimos es que, aparentemente, estos sistemas de ideas y de valores se han vuelto progresivamente cada vez más contradictorios hasta terminar provocando interpretaciones de todas y cada una de las realidades que vive la pareja absolutamente irreconciliables.

Decimos aparentemente porque, por lo general, descubrimos algo más: descubrimos que, contra esa apariencia, los sistemas de ideas y de valores contradictorios no se han vuelto tales con el correr del tiempo, sino que siempre lo han sido. Y que lo que la convivencia de pareja ha hecho es, simplemente, poner las contradicciones de manifiesto al precipitar la expresión cada vez más estridente de discrepancias que siempre existieron pero que ambos ignoraron, negaron o disimularon, embobados o aturdidos por la luz y el calor del fuego emocional y erótico o por los entusiasmos que los invadían al comenzar la aventura de una nueva vida independiente.

Elvira: No es extraño que hoy, ante el montón de cenizas, ambos descubran, decepcionados, “que son dos extraños mirando al pasado”. Que, aparentemente, ya no queda nada que justifique una vida en común, fuera de los compromisos contraídos y que, ahora, se vuelven cada día más difíciles de sobrellevar: hijos, responsabilidades, economía, intimidad sexual. Todo agravado por el peso muerto de las rutinas, los aburrimientos, las peleas, los resentimientos.

Y me parece oportuno que, a propósito de esta realidad que estamos describiendo, volviéramos a recordar la frase de Saint-Exupery que define, escueta y elocuentemente, esta situación. Y que, consecuentemente, debería funcionar como una buena advertencia para que las parejas de enamorados no se apresuraran a construir, atropelladamente, castillos en la arena. La frase dice: Amarse no es mirarse uno en los ojos del otro, sino mirar ambos en una misma dirección.

Arnaldo: Eso mismo lo diríamos, expresado en un lenguaje suficientemente didáctico, así: amarse no es sólo compartir armoniosamente emociones y erotismo, sino, además y muy fundamentalmente, vivir la armonía existencial que supone compartir un mismo sistema de ideas y de valores, orientados ambos hacia el logro de los mismos objetivos.




(continúa próximo miercoles)

2 comentarios:

Roch dijo...

Me esperaba una "tercer pata" mucho más compleja, aunque haya párrafos tan duros como reales.
La frase de Saint Exupery lo resume todo
"Amarse no es mirarse uno en los ojos del otro, sino mirar ambos en una misma dirección"

zen dijo...

ROCH: Le confieso que también esperaba otra tercer pata. Pero he de reconocer que es muy razonable y entendible por todos, y eso la hace muy valedera, verdad?

Un abrazo.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+