jueves

San Juan de la Cruz (210)

 4 / Muchas maneras de recuerdo hace Dios al alma, tantos que, si hubiéramos de ponernos a contarlos, nunca acabaríamos. Pero este recuerdo que aquí quiere dar a entender el alma que le hace el Hijo de Dios, es, a mi ver, de los más levantados y que mayor bien le hacen al alma. Porque este recuerdo es un movimiento que hace el Verbo en la sustancia del alma, de tanta grandeza, señorío y gloria y de tan íntima suavidad, que le parece al alma que todos los bálsamos y especies odoríferas y flores del mundo se trabucan y menean, revolviéndose para dar su suavidad, y que todos los reinos y señoríos del mundo y todas las potestades y virtudes del cielo se mueven, y, son sólo eso, sino que tambiden todas las virtudes y sustancias y perfecciones y gracias de todas las cosas criadas relucen y hacen el mismo movimiento, todo a una y en uno. Que, por cuantos como dice San Juan (1,3), todas las cosas en él son vida, y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol (Act. 17,28); de aquí es que, moviéndose este tan gran Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías, trae sobre su hombro (9,6), que son las tres máquinas celeste, terrestre e infernal, y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice San Pablo (Hebr. 1,3), con el Verbo de su virtud, todas a una parecen moverse, al modo que al movimiento de la tierra, se mueven todas las cosas materiales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es cuando se mueve este príncipe, que trae sobre sí su corte y no la corte a él.

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