El mentiroso
se reconoce por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su
vocación a las cosas prácticas, reales, tangibles.
Bertolt Brecht
Para mucha gente es evidente que el
escritor deba escribir la verdad; es decir, no debe rechazarla ni ocultarla, ni
deformarla. No debe doblegarse ante los poderosos; no debe engañar a los
débiles. Pero es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los
débiles. Incurrir en la desgracia ante los poderosos equivale a la renuncia, y
renunciar al trabajo es renunciar al salario. Renunciar a la gloria de los
poderosos significa frecuentemente renunciar a la gloria en general. Para todo
ello se necesita mucho valor.
Cuando impera la represión más feroz
gusta hablar de cosas grandes y nobles. Es entonces cuando se necesita valor
para hablar de las cosas pequeñas y vulgares, como la alimentación y la
vivienda de los obreros. Por doquier aparece la consigna: «No hay pasión más
noble que el amor al sacrificio».
En lugar de entonar ditirambos sobre el
campesino hay que hablar de máquinas y de abonos que facilitarían el trabajo
que se ensalza. Cuando se clama por todas las antenas que el hombre inculto e
ignorante es mejor que el hombre cultivado e instruido, hay que tener valor
para plantearse el interrogante: ¿Mejor para quién? Cuando se habla de razas
perfectas y razas imperfectas, el valor está en decir: ¿Es que el hambre, la
ignorancia y la guerra no crean taras?
También se necesita valor para decir la
verdad sobre sí mismo cuando se es un vencido. Muchos perseguidos pierden la
facultad de reconocer sus errores, la persecución les parece la injusticia
suprema; los verdugos persiguen, luego son malos; las víctimas se consideran
perseguidas por su bondad. En realidad esa bondad ha sido vencida. Por
consiguiente, era una bondad débil e impropia, una bondad incierta, pues no es
justo pensar que la bondad implica la debilidad, como la lluvia la humedad.
Decir que los buenos fueron vencidos no porque eran buenos sino porque eran
débiles requiere cierto valor.
Escribir la verdad es luchar contra la
mentira, pero la verdad no debe ser algo general, elevado y ambiguo, pues son
estas las brechas por donde se desliza la mentira. El mentiroso se reconoce por
su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocación a las
cosas prácticas, reales, tangibles. No se necesita un gran valor para deplorar
en general la maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad, ni para anunciar
con estruendo el triunfo del espíritu en países donde este es todavía
concebible. Muchos se creen apuntados por cañones cuando solamente gemelos de
teatro se orientan hacia ellos. Formulan reclamaciones generales en un mundo de
amigos inofensivos y reclaman una justicia general por la que no han combatido
nunca. También reclaman una libertad general: la de seguir percibiendo su parte
habitual del botín. En síntesis sólo admiten una verdad: la que les suena bien.
Pero si la verdad se presenta bajo una forma seca, en cifras y en hechos, y exige ser confirmada, ya no sabrán qué hacer. Tal verdad no les exalta. Del hombre veraz sólo tienen la apariencia. Su gran desgracia es que no conocen la verdad.
(Bloghemia / 26-7-2021)
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