domingo

JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (147) Psicoanálisis del mito

 CAPÍTULO III / TRANSFORMACIONES DEL HÉROE

 

7 / EL HÉROE COMO SANTO

 

Antes de que pasemos al último episodio de la vida, un tipo más de héroe debe ser mencionado: el santo o asceta, el que renuncia al mundo.

 

“Dotado de un entendimiento puro, refrenando el yo con firmeza, alejándose del sonido y de otros objetos, y abandonando el odio y el amor, viviendo en la soledad, comiendo poco, dominando la palabra, el cuerpo, la mente, siempre en meditación y concentración, cultivando la liberación de las pasiones; olvidando la vanidad y la fuerza, el orgullo y la lujuria, la ira y las posesiones, tranquilo de corazón y libertado de su ego, merece volverse un solo ser con lo imperecedero.” (34)

 

La regla es la de ir al padre, pero más a su aspecto no manifiesto que a su aspecto manifiesto, dando el paso al que renunció el Bodhisattva: aquel tras el cual no hay retorno. No se implica aquí la paradoja de la perspectiva dual, sino el último llamado de lo invisible. El ego se deshace. Como una hoja muerta en la brisa, el cuerpo continúa moviéndose sobre la tierra, pero el alma se ha disuelto ya en el océano de la beatitud.

 

Tomás de Aquino, como resultado de una experiencia mística mientras celebraba una misa en Nápoles, dejó la pluma y la tinta en una repisa para que los últimos capítulos de su Summa Theologica fueran completados por otra mano. “Mis días de escritor -dijo- han terminado; porque me han sido reveladas tales cosas, que todo lo que he escrito y enseñado me parece de poca importancia; espero en Dios que, así como ha llegado el fin de mi enseñanza, pronto venga el fin de mi vida.” Poco después, a los cuarenta y nueve años, el santo murió.

 

Estos héroes están por encima de la vida y también por encima del mito. Ninguno de ellos trata el mito, ni el mito puede tratar de ellos en forma apropiada. Se han escrito sus leyendas, pero los sentimientos piadosos y las lecciones de sus biografías son necesariamente inadecuados, casi mezquinos. Ellos salieron del reino de las formas, en el que la encarnación desciende y en el que Bodhisattva permanece, el reino del perfil manifiesto del Gran Rostro. Cuando el perfil escondido se ha descubierto, el mito es la penúltima palabra y el silencio es la última. En el momento en que el espíritu pasa a lo escondido, sólo permanece el silencio.

 

*

 

Cuando el rey Edipo supo que la mujer con quien se había casado era su madre y que el hombre que había asesinado era su padre, se sacó los ojos y vagó en penitencia sobre la tierra, Los freudianos dicen que cada uno de nosotros mata a su padre, y se casa con su madre al mismo tiempo, sólo que inconscientemente: las maneras indirectas y simbólicas de hacer esto y las racionalizaciones de la consecuente actividad compulsiva constituyen nuestras vidas individuales y civilización común. Si los sentimientos cayeran en la cuenta de la verdadera importancia de los actos y de los pensamientos del mundo, cada uno sabría lo que Edipo sabía: la carne se nos presentaría como un océano de violación propia. Este es el sentido de la leyenda del papa Gregorio el Grande, nacido del incesto y que vivió en incesto. Aterrorizado, huye a una roca en medio del mar, y en ella hace penitencia por su vida misma.

 

El árbol se ha convertido en una cruz: el Joven Blanco que mamó la leche se ha convertido en el Crucificado que traga hiel. La corrupción llega hasta donde antes florecía la primavera. Por encima de este umbral de la cruz -porque la cruz es un camino (la puerta del sol), no un fin- está beatitud de Dios.

 

“Posuit signum in faciem meam, ut nullum praeter eum amatorem admittam

Desponsari, dilecta, veni, hiems transit, turtur canit, vineae florentes redolent,

Annulo suo subarrhavit me Dominus meus Jesus Christus, et tamquam sponsam decoravit me corona.

Induit me Dominus cyclade auro texta, et inmensis monilibus ornavit me. » (35)

 

Notas 

(34) Bhagavad Gita, 18 : 51-53.

(35) Antífonas cantadas por las monjas durante su consagración como desposadas de Cristo; Pontificale Romanum, jussu editum a Benedicto XIV et Leone XIII. Pont Max., 1888.

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