domingo

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 85

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Al llegar a la casa de Igor también tuve la sensación de que los padres no estaban. Él empezó a derretir cuatro pedazos de manteca en una sartén y les agregó gran medida de ron.

 

-Esto es lo que toman los hombres -dijo. -¿Vos sos un hombre, Baldy?

 

Baldy ya estaba borracho y se aguantaba muy derechito, con los brazos caídos a los costados.

 

-¡SÍ, SOY UN HOMBRE! -empezaron a chorrearle las lágrimas. -¡SOY UN HOMBRE! -se mantenía muy firme llorando y aullando. -¡HEIL, HITLER!

 

Igor me miró fijo.

 

-¿Vos sos un hombre?

 

-No sé. ¿Ya está pronto ese ron?

 

-Lo que yo no sé es si sos uno de los nuestros y si te puedo tener confianza. ¿No serás un espía doble, un agente del enemigo?

 

-No.

 

-¿Pero sos de los nuestros?

 

-No. Pero de una cosa estoy seguro.

 

-¿De qué estás seguro?

 

-De que no me caés bien. ¿Ya preparaste el ron?

 

-¿Viste? -dijo Baldy. -¡Te dije que era un tipo despreciable!

 

-Vamos a ver quién es el más despreciable cuando termine la noche -contestó Igor.

 

Y apagó el fuego y removió la mezcla. Él no me caía bien, pero era un tipo distinto a los demás y eso me gustaba. Después sirvió el ron con manteca en tres grandes copas azules que tenían inscriptas letras rusas.

 

-Muy bien -dijo. -¡Tomenseló!

 

-Mierda. Está hirviendo -dije mientras tomaba aquel menjunje que jedía a manteca.

 

Observé los ojos de guisante de Igor asomar por encima de su copa. Él estaba observando a Baldy, mientras le caían ríos de manteca con ron por las comisuras. Yo sabía desde hacía tiempo que a Baldy no le gustaba la bebida.

 

-¡Tomateló! -lo miró fijo Igor.

 

-Sí, sí…

 

Baldy la estaba pasando mal. Levantó la copa y el menjunje que no le gustaba nada le chorreó por la cara hasta mancharle la camisa. Al final la copa se hizo pedazos contra el suelo de la cocina.

 

Igor se le paró adelante.

 

-¡Vos no sos un hombre!

 

-¡SOY UN HOMBRE, IGOR! ¡SOY UN HOMBRE!

 

-¡MENTIRA!

 

Y le zarandeó la cabeza pegándole dos reveses. Pero Baldy volvió a enderezarse manteniendo los brazos muy rígidos.

 

-Soy… un… hombre…

 

-¡Yo te voy a transformar en un hombre! -gritó Igor.

 

-Ya está -le dije. -Ahora dejalo solo.

 

Y cuando salió de la cocina me serví otro ron. Era asqueroso, pero era lo único que había.

 

Entonces Igor volvió empuñando un revólver de verdad, de seis tiros.

 

-Ahora vamos a jugar a la ruleta rusa -anunció.

 

-Sí, con la concha de tu madre -le contesté.

 

-Yo juego, Igor -dijo Baldy. -¡Yo juego! ¡Soy un hombre!

 

-Okey -contestó Igor. -En el revólver hay nada más que una bala. Después que haga girar el tambor te lo paso.

 

Lo hizo girar y se lo dio a Baldy, que lo agarró y se apuntó a la cabeza.

 

-Soy un hombre… soy un hombre… -volvió a ponerse a llorar. -¡Lo voy a hacer porque yo soy un hombre…!

 

Pero desvió la boca del revólver de su sien y apretó el gatillo apuntando para otro lado. Sonó un click.

 

Igor agarró el arma, volvió a hacer girar el tambor y me la alcanzó. Yo se la devolví.

 

-Vos primero.

 

Él sostuvo el revólver contra la luz para que se pudiera ver la recámara y se lo colocó en la sien. Sonó un click.

 

-Excelente -dije. -Pero vichaste la recámara para ver dónde estaba la bala.

 

Igor volvió a hacer girar el tambor y me pasó el revólver.

 

-Te toca.

 

-Mejor te lo llevás -le dije, devolviéndoselo.

 

Y mientras iba hasta el fuego para servirme otro ron se escuchó un tiro. Miré el suelo de la cocina y vi un agujero de bala al lado de mi pie.

 

-Si me volvés a apuntar con esa cosa te mato, Igor -dije dándome vuelta.

 

-¿Ah sí?

 

-Sí.

 

Él empezó a sonreír levantando lentamente el revólver y yo esperé, hasta que al final lo bajó. Ya era suficiente por esa noche. Igor nos llevó hasta casa en el auto pero primero paramos en el Parque Westlake, alquilamos un bote y remamos por el lago mientras nos terminábamos el ron. Después del último sorbo Igor cargó el revólver y tiró varias veces contra el fondo del bote. Estábamos a treinta metros de la orilla y tuvimos que nadar.

 

Llegué muy tarde a casa. Me trepé a los arbustos y me metí en mi cuarto por la ventana. Mientras me desvestía para meterme en la cama escuché roncar a mi padre en el dormitorio de al lado.

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