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LA HISTORIA SECRETA DEL DÍA QUE GARDEL Y CHAPLIN SE CONOCIERON EN NIZA

 


por Walter Santoro

Cada 11 de diciembre, se celebra un nuevo aniversario del nacimiento de Carlos Gardel y por consiguiente el Día del Tango. Su legado fue pasando a través de varias generaciones sustentado por la pasión de gardelianos que mantienen vivo su recuerdo, pero las nuevas generaciones se han distanciado y, en general, no conocen su gesta, que es un ejemplo digno para ser recordado.

El recorrido que hizo El Zorzal es siempre destacable, pero hubo una parte muy singular en su historia que lo liga al genial Charles Chaplin y a su amigo y director de orquesta Julio De Caro, nacido también un 11 de diciembre, pero de 1899. Conociendo aquello que los unió podríamos afirmar que marcó el nacimiento del cine gardeliano y la consagración del cantor criollo.

 

El cine sonoro: una nueva ambición cobraba forma en su mente

 

Nueva York, 1927. Lugar y año en que el cine comenzó a tener sonido y llegó a Buenos Aires. La novedosa tecnología tuvo algunas resistencias de parte de los miembros de las orquestas de tango que creían que significaría la ruina para ellos. Pese a las protestas, los primeros equipos de sonido arribaron y a principios del 1930 Argentina se convirtió en el país que más películas importaba de los Estados Unidos después de Gran Bretaña.

En 1929, una nueva ambición cobraba forma en la mente de Carlos Gardel: la idea de filmar lo obsesionaba y la Argentina parecía ser el lugar obvio para lanzar esta nueva carrera. Quería colaborar en una película y lo que más deseaba era protagonizar un largometraje en cualquier parte y de cualquier modo, aunque tuviera una vaga idea de

En busca de ese proyecto, el 1 de octubre de 1930, Carlos Gardel, José Razzano y Francisco Canaro firmaron un convenio para el desarrollo de obras musicales y cinematografías, que decía: “(...) Los nombrados constituyen una sociedad denominada ‘Unión Argentina’, Sociedad Difusora de Obras Musicales y Cinematográficas, la que tiene por objeto: representar, administrar, percibir y adquirir obras musicales con o sin letra, (difundir estas en discos fonográficos (por cualquier procedimiento mecánico o eléctrico), en ediciones impresas en papel, grabaciones en rollos para auto-piano y en todas las manifestaciones del cinematógrafo”.

A fines de octubre, estarían filmando en los estudios de Federico Valle lo que denominaron “films con sketch” o “encuadres musicales”.

Debido a que se trabajaba con grabación de sonido directo se tomaron algunas precauciones para asegurar el aislamiento sonoro aunque las soluciones elegidas fueron bastante primitivas. El director Eduardo Morera adquirió un género utilizado para trapo de piso y lo recubrió con una sustancia que los bomberos usaban para sortear la acción del fuego. El resultado de este sencillo procedimiento debió haber sido alentador ya que después se lo aplicó en los estudios de Radio Belgrano y en los del Río de la Plata, de Francisco Canaro. Para tapar el sonido de la cámara Bell & Howell que se utilizó en el rodaje se recurrió a un simple almohadón, prestado por una vecina del estudio.

Así, Gardel filmó una serie de 15 cortometrajes, dirigidos por Morera, pero en el proceso de procesamiento se perdieron cinco y quedaron diez para su exhibición. Hace pocos años apareció El quinielero, la cinta número once, por lo que solo se habrían perdido cuatro de ellos.

Todos los films permitían el lucimiento de Gardel en la promoción del novedoso film sonoro. En uno de ellos dijo: “Aquí ando, hermano, dispuesto como siempre a defender nuestro idioma, nuestras costumbres y nuestras canciones con la ayuda del film sonoro argentino”. El hecho fue trascendente, tanto en la vida del hombre que nos ocupa como en el mundo del espectáculo, porque su innovación generó el primer video clip de la historia.

Los cortos se estrenarían recién el 3 de mayo de 1931 en el Cine Astral, con un programa especial, donde aparecerían por fin anunciados: Carlitos Gardel en su primer film sonoro: Viejo smoking, Padrino pelao y El carretero, como complemento de “Ángeles del infierno” de Artistas Unidos. Los cortos continuarían alternándose en cartel durante todo el año y también los años siguientes, especialmente después de que Gardel filmara en París.

El Zorzal pretendía utilizar estas filmaciones para promocionar no solo sus canciones sino también su potencial en la actuación. Pero sentía que su futuro estaba en Europa...

Así lo escribió Julio de Caro en sus memorias y recordaría una charla durante un paseo nocturno con Gardel después de la actuación de su orquesta en el Empire en Niza, Francia, en marzo de 1931. Contó que cuando se dieron la mano para despedirse, Gardel le dijo: “¡No te vayas, Julio! Mirá, Buenos Aires es una gran ciudad; yo siempre añoro tanto esas calles, los amigos, las carreras, pero en verdad, cuando me encuentro en ella me dan deseos de volver, de irme lejos... El público nos quiere mucho, pero se hace muy cuesta arriba quedarse en Buenos Aires para ganarse el pan. ¡No te vayas! Quedate aquí y volvé a Buenos Aires de cuando en cuando, como hago yo”.

De Caro grabó esta conversación en su memoria y, según dijo, era una confesión reveladora en la que Gardel admitía conscientemente que la Argentina ya no era el centro de su vida y su actividad profesional.

Sus cálculos eran comprensibles. Las oportunidades inmediatas se encontraban en el exterior, las compañías cinematográficas norteamericanas estaban muy interesadas en conservar la hegemonía que habían ejercido desde un principio en el mercado hispanoamericano y para ello estaban dispuestas a suplementar su producción estándar con producciones especiales en español.

Hollywood ya estaba produciendo algunas películas en español y la poderosa corporación Paramount se inclinaba fuertemente en esa dirección con estudios no solo en Nueva York y California sino también en Francia, en Saint-Maurice, un anónimo suburbio al sudeste parisino.

 

El viaje que Gardel soñaba: Francia

 

El 6 de diciembre de 1931, Gardel y sus “escobas” (así les decía a sus guitarristas) partieron rumbo a Francia a bordo del Conte Rosso con destino a Niza para continuar el viaje por tren hasta París. Era su tercer viaje en ese buque de la Lloyd Sabaudo.

El 26 de diciembre actúa en el teatro Empire donde nuevamente toma contacto con el público francés, presentándose en los espectáculos de ese Music Hall durante 14 días. Esta partida significó un viraje decisivo en su vida: iba a utilizar todos los recursos a su alcance para lograr su sueño.

En febrero de 1932, El Zorzal regresa a Niza para visitar amigos. A pesar de la Gran Depresión, la Riviera continuaba siendo el centro de diversiones de los ricos y ociosos de Europa. Su temporada invernal atraía una horda cosmopolita de aristócratas, millonarios, acomodados y aún a la realeza europea, como ocurría desde hacía mucho tiempo.

Para entonces, Carlitos había logrado nuevos amigos de la aristocracia francesa y en sus viajes solía frecuentarlos, como el matrimonio Wakefield. Tenía amistad, sobre todo, con la señora Sadie Baron Wakefield, quien sentía una gran admiración y aprecio por el porteño. Seguramente fueron ellos quienes contribuyeron, desde varios puntos de vista, al posicionamiento del cantor en las altas esferas.

Tampoco es sencillo argumentar sobre los hechos que han surgido desde los rumores, que realmente son muchos y variados, pero sí podemos afirmar de su amistad estaba bien consolidada. Gardel pasaba su tiempo en compañía de los Wakefield y es probable que el Chrysler motor 12070 fuese un regalo de la señora Sadie o del marido, así como tantos otros regalos. Y en varias de las fotos conocidas de Gardel en Niza, se lo ve cercano a la esposa de Wakefield.

En marzo de ese año, Julio de Caro, director de una de las mejores orquestas de tango y que iniciaba una gira por Europa y debía actuar en el Palais de la Mediterranée, llega a Niza. El jueves 26, su orquesta debutó en el casino en una centelleante función de gala. De Caro mismo cuenta la anécdota:

“Instalada la orquesta en el escenario y yo, a punto de hacer mi primera presentación en el Palais de la Mediterranée, impresionado por la dimensión de aquel salón colmado de público, sentí vacilar mis piernas... Y no era para menos poder, a duras penas, mantenerse en pie por sobrehumano esfuerzo. En ese crucial instante, abierto el cortinado, se dejó oír una voz en francés, partiendo de la multitud, requiriendo un minuto de silencio. Señoras y señores, he viajado ex profeso desde París hasta esta maravillosa Costa Azul, no esta vez para admirar su paisaje sino para acompañar en su noche de debut a este compatriota mío, gran intérprete del tango argentino... que, al igual que yo, les brindará lo mejor de su espíritu en la música y, ya que ustedes me dispensaran el aplauso del éxito, pido otro para Julio de Caro. Terminado el discurso, ya acostumbrado a la luz de los reflectores, pude localizar a Carlos Gardel, parado al lado de su kilométrica mesa, cuyos invitados serían unas cien personas, destacándose elegantísimo dentro de su impecable frac”.

Luego de esas palabras de enorme aliento, renació la calma, e interpretó su primer tango reflexionando sobre el “milagro de evolución” operado en su amigo, el oscuro cantor de barrio, el Morocho del Abasto, que se había transformado mágicamente en este aplomado hombre de mundo que se codeaba grácilmente con la alta sociedad de Europa.

 

Chaplin llega a Niza

 

La estrella de cine más célebre del mundo, Charles Chaplin, que iniciaba un peripatético año lejos de Hollywood mientras gozaba de la gloria de su reciente film Luces de la ciudad (1931), había recibido los halagos de Londres y París.

Sadie Baron Wakefield, junto a Charles Chaplin y Carlos Gardel en Niza. Se cree que esa reunión fue el festejo de cumpleaños del genial comediante.

Luego de múltiples agasajos por el lanzamiento de esa película, Chaplin, agotado, huyó a la Costa Azul a visitar a su hermano Sydney y a su amigo Frank Jay Gould, propietario de los Majéstic Hotel y del Casino de Niza donde Gardel tenía contrato para actuar.

Gould utilizaba la figura de Chaplin por su fama internacional para promocionar sus inversiones en la costa francesa y tras el arribo a Niza del genial cómico, organizó una cena en el casino de Juan Les Pins y hubo varios invitados, entre ellos Gardel. Existe el rumor de que Chaplin invitó al Gardel a su mesa y compartieron una botella de champagne.

A mediados de abril, Mrs. Wakefield agasajó al gran actor inglés, aparentemente por su cumpleaños, e invitó a May Reeves, una bailarina con quien Chaplin estaba iniciando un breve y no publicitado romance, que dijo sobre aquella velada: “Había unos cuarenta invitados. [El cuarto estaba iluminado por lámparas chinas.] Chaplin estaba en muy buena forma. Un cantor argentino, acompañado por un guitarrista, cantó en su honor mientras Chaplin, instalándose detrás del bar, se llevaba a la boca una enorme botella de coñac y cortaba una torta gigantesca con un cuchillo descomunal”.

Más tarde, cuentan esas crónicas hogareñas, para deleite de los presentes, Chaplin improvisó algunos sketches cómicos y es muy probable que Gardel cantara para él por lo menos en una ocasión. En las fotos que se conocen del evento se los ve muy cercanos.

Estos festejos, por gratos que fuesen, no podían durar para siempre. Tanto Gardel como de Caro debían trabajar. El director de Caro y su orquesta siguieron rumbo a Italia; Gardel regresó a París a fines de abril para reanudar sus actividades y seguir adelante con sus planes de filmación.

Todas estas reuniones en la Rivera francesa, con los más ricos de Europa, junto a la figura de Charles Chaplin, contribuyeron a afianzar, aún más, a Gardel dentro del corazón de todos los franceses, abriéndole las puertas de par en par, para logran su nueva ambición.

No es certero y no se puede afirmar de qué manera Charles Chaplin y los eventos (fiestas) del mes de abril del 1931, en Niza, contribuyeron a los deseos de Gardel, pero sí se sabe que diez días después había firmando contrato con la Paramount francesa.

Conjeturemos: Chaplin era el actor más famoso de la época y producía sus propias películas en su propia compañía, United Artists, que era competencia de la Paramount. Por aquellos años, el mercado latinoamericano de películas estaba liderado por las películas norteamericanas y Gardel era el mejor prospecto para esta empresa que buscaba “filmaciones en habla hispana”.

Seguramente, entre los directivos de Paramount existió la idea de que podrían llegar a perder a El Zorzal o simplemente la cercanía que se puede observar en las fotos tomadas en las fiestas de Gardel junto Chaplin influyeron en ellos asimilando que Gardel podría firmar con Chaplin... Conjeturas, pero es seguro que algo sucedió.

Estas hipótesis podrían confirmarse con el contrato que Carlos Gardel firmó el 1° de mayo del año 1931 para la producción de su primer largometraje, Las luces de Buenos Aires. Producción que dejó, además, su gran potencial como actor.

 

En la puerta del sueño: Gardel en la pantalla grande

 

La compañía de revistas Romero-Bayón Herrera había comenzado a actuar en el teatro Palace a mediados de febrero como La Revue Argentine de Buenos Aires, recibiendo muy buenas reseñas. Gardel y dos dramaturgos comentaron los problemas formales de una película (el tema sería definitivamente argentino) y se acercaron a la Paramount.

Puede decirse que esta producción de ambiente argentino se concreta debido a la iniciativa del propio cantante y de quienes escriben el argumento: Manuel Romero y Luis Bayón Herrera, destacados autores teatrales que a la sazón se hallan en la “Ciudad Luz”, cumpliendo una cruzada artística, al frente de la Compañía de Revistas Porteñas del teatro Sarmiento. Además, tendrá gran importancia la exitosa gestión que realizara ante la empresa el cinematografista chileno Adelqui Millar, quien luego asumiría la dirección de la película. Se cree que fue vital para el éxito de las negociaciones.

Un mes después, firma del contrato en los sets de la Paramount en Saint-Maurice, (la mayoría de las bibliografías establece equivocadamente que los estudios se encontraban en Joinville, en las afueras de París).

Junto a Gardel intervienen en roles destacados los actores Sofía Bozán, Pedro Quartucci y Gloria Guzmán, que pertenecen a la compañía de revistas mencionadas. El elenco es completado por artistas argentinos que se encontraban en la capital francesa: Vicente Padula, Carlos Baeza y Julio De Caro con su orquesta típica, bailarines, zapateadores y otros.

Por esos días, De Caro regresaba a Paris luego de realizar de su gira por Italia. Poco después fue convocado en el Moulin Rouge por Manuel Romero, Carlos Gardel, Mathos Rodríguez y otro desconocido. “Romero me presentó al anónimo señor, quien resultó nada menos que Arnau, el empresario artístico, teatral y productor con el sello Paramount. La cuestión es que les estaba faltando otro elemento muy importante para completar la película: orquestación adecuada para su música de fondo; y viendo los amigos en mí, el ‘Maná” que del cielo les llegaba para su cometido, me designaron por unánime acuerdo, negándome en principio, deseando disfrutar los pocos días previos al debut, y así recorrer lugares históricos y museos, añadiendo algo más a lo estudiado y leído. Por otra parte, dada esta única oportunidad, me parecía un crimen imperdonable desperdiciarla cuando no tenía la menor idea de otro regreso a Francia”, escribió el director sobre el recuerdo de esa convocatoria.

Aquellos remembranzas siguieron: “Además de este importante raciocinio, en cuanto terminase mi contrato en el Empire tenía empeñada mi palabra con el príncipe de Gales debiendo de inmediato proseguir a Londres para actuar con mi orquesta en el palacio, festejando el cumpleaños de Jorge V, rey de Inglaterra, y ya, en este estado, las cosas programadas como en casillero, no quedaba en mi agenda el mínimo espacio para añadidos- extras”.

—Mirá, hermano, vos no podés largarnos parados en esta emergencia; sé que no lo harás, porque te conozco demasiado— le dijo Gardel cuando De Caro se excusó de aquella manera.

—Bueno, —responde el músico resignado— el hombre propone y Dios hace el resto...

—Señor Arnau, ¿qué debo hacer?

—Toda la música, leit-motiv, acompañar con su orquesta a Carlos y a la Bozán; luego, en la película, entrará música regional y en sus manos zambas, estilos y chacareras. Naturalmente, usted pondrá su precio—.

De Caro pidió “de inmediato” 50.000 francos adelantados y 150.000 al finalizar la película, comenzando su parte al siguiente día y, también, rebajando espontáneamente 50.000 francos.

El rodaje de la película duró aproximadamente unos veintidós días. Durante mayo, en el Palace de París, Gardel cumple un brillante ciclo, que se extiende en forma simultánea, con las tareas que desempeña frente a las cámaras en Saint-Maurice. Siendo el inicio de una carrera que solo pudo frenar la tragedia en Medellín.


(infobae  / 17-12-2020)

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