“HAY MUCHO MÁS MUNDO QUE HOLLYWOOD”
por Rocío Ayuso
A sus 56 años, la intérprete que
se llevó el Oscar con 'El paciente inglés' conserva la misma elegancia y
serenidad de antes. "Debo confesar, aunque lo diga bajito, que este año
extraño me tiene muy feliz".
París, noche. Juliette Binoche nos abre su casa desde su ordenador, a
una cierta distancia, rodeada de libros y fotos de familia. La joven que nos
enamoró con su sensualidad en La insoportable levedad del ser, que
rechazó Parque Jurásico para protagonizar Tres colores y
se llevó el Oscar con El paciente inglés guarda a sus 56 años
la misma elegancia y serenidad de antes, aunque sus ojos azabache estén
escondidos tras unas gafas de pasta. Raphaël (nacido de su relación con André
Halle) y Hana (que tuvo con el actor Benoît Magimel) la acompañan en su
confinamiento, pero dada la discreción habitual de la actriz la escuchan desde
algún otro lugar de la casa.
¿Cómo está viviendo este año tan extraño?
Debo confesar, aunque lo diga bajito, que me tiene muy feliz. Me alegra
estar en casa, sin correr de un lado a otro. Para mí lo de quedarme en casa es
un lujo, estar con mis hijos, leer, tener tiempo propio. Trabajo mucho y paso
mucho tiempo fuera. Así que es un lujazo que alimenta mi alma.
Un descanso tras varios rodajes de los que próximamente estrenará Manual
de la buena esposa. La película tiene lugar a finales de los sesenta,
cuando existían las escuelas de señoritas para convertirse en buenas esposas.
Internados en los que en tres años aprendías a cocinar, tener hijos, cuidar del
jardín, someterte a los deseos del marido incluso si no te apetecía… Aunque
hablamos de otro tipo de confinamiento, en la película se toca el tema en clave
de humor.
Imagino que este no es el tipo de manuales que suele leer…
¡No! Me crie en una familia muy artística. Sin dinero, pero muy
orientada a las artes, al teatro, a la literatura. También políticamente muy
concienciada. Ya sabes, franceses, la década de los años sesenta, el Mayo del
68… Yo tenía cuatro años por aquel entonces y lo malo es que ni mi hermana ni
yo vimos demasiado a nuestros padres, lo que nos hizo más vulnerables, pero
también mucho más independientes.
¿Cómo aprendió a ser madre?
Los hijos te hacen madre. Una no nace madre, aunque en mi caso es algo que
deseaba desde los 10 o los 11 años, mientras jugaba a las muñecas. Es ese lado
maternal, femenino, de mi corazón que tiene una gran importancia, especialmente
en el mundo en el que vivimos, que necesita un poco más de ternura.
¿Qué importancia han tenido los padres de sus hijos?
Mucha. Si no hubiera estado convencida de eso quizá me habría marchado
de Francia. Pero quería que mis hijos se criaran cerca de sus padres. Ellos
ponen la semilla y es importante mantener el equilibrio.
Se habría marchado… ¿a Hollywood?
Hay mucho más mundo que Hollywood. Nunca he entrado en su juego. Quizá
porque nunca he vivido allí. Siempre he defendido mi independencia. Es cierto
que decidí quedarme en Francia para criar a mis hijos, pero también porque
quería una carrera internacional que incluyera no solo los Estados Unidos, sino
otra gente, otros países, otras voces.
¿Cuál es el manual del buen filme?
No existe. De joven pensaba que el guión. Adoraba cada palabra. Eran
sagradas. Ahora muchas veces me siento coguionista porque cambio mucho. Lo que
digo tiene que sentirse de verdad. Me lleva a un proyecto el director que hay,
la curiosidad de trabajar con determinados actores. Pero ni los mejores
ingredientes garantizan un buen filme.
¿Alguno del que se arrepienta?
Ninguno. No soy la mejor para analizar mi carrera, pero todas mis películas han sido mi decisión, a veces para sorpresa de mis agentes, que intentaron venderme el juego de «Esto va a ser bueno para tu carrera». Tuve la suerte de trabajar con Jean-Luc Godard cuando tenía 18 años y a partir de ahí solo puedo sentirme bendecida por lo que he podido hacer con mi vida. Lo que sí te digo es que sea para un día o para varios meses, en todo lo que hago me entrego a fondo.
(EL PAÍS España / 8-8-2020)
No hay comentarios:
Publicar un comentario