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JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (143) Psicoanálisis del mito

 5 / EL HÉROE COMO EMPERADOR Y COMO TIRANO (1)

 

El héroe de acción es el agente del ciclo, y prolonga en el movimiento vivo el impulso que movió al mundo por primera vez. Porque nuestros ojos están cerrados a la paradoja del enfoque doble, vemos el hecho como realizado en medio del peligro y de grandes dolores, llevado a cabo por un vigoroso brazo; mientras que la otra perspectiva es, como la muerte arquetípica del dragón, de Tiamat por Marduk, sólo la realización de lo inevitable.

 

El héroe supremo, sin embargo, no es meramente el que continúa la dinámica del ciclo cosmogónico, sino quien reabre los ojos, de manera que a pesar de todas las ideas y venidas, los deleites y las agonías del panorama del mundo, la Presencia Única será vista de nuevo. Esto requiere una sabiduría más profunda que lo otro, y resulta no en un modelo de acción, sino de representación significativa. El símbolo de lo primero es la espada de la virtud; el de lo segundo, el cetro del dominio o el libro de la ley. La aventura característica de lo primero, es ganar a la desposada -la desposada es la vida-. La aventura del segundo caso es el viaje hacia el padre -el padre que es lo desconocido invisible.

 

Las aventuras del segundo tipo se acomodan directamente a los patrones de la iconografía religiosa. Aun en los cuentos populares sencillos, resuena una repentina profundidad cuando el hijo de la virgen pregunta a su madre: “¿Quién es mi padre?” La pregunta toca el problema del hombre y lo invisible. Los familiares motivos míticos de la reconciliación siguen inevitablemente.

 

El héroe Pueblo, el niño Cántaro de Agua, preguntó esto a su madre: “‘¿Quién es mi padre?’, dijo. ‘No lo sé’, dijo ella. Él preguntó de nuevo: ‘¿Quién es mi padre?’, pero ella lloró y no contestó. ‘¿Dónde está la casa de mi padre?’, preguntó él. Ella no pudo decírselo. ‘Mañana voy a buscar a mi padre’. ‘No podrás encontrar a tu padre’, le dijo ella. ‘Yo no salgo con ningún hombre, de manera que no hay lugar donde puedas encontrar a tu padre.’ Pero el muchacho dijo: ‘Tengo un padre, sé dónde vive y voy a verlo.’ La madre no quería que fuera, pero él quiso ir. A la siguiente mañana, muy temprano, ella le preparó comida y él fue hacia el sureste, donde había un manantial llamado Waiyu powidi, mesa del caballo. Cuando estaba cerca del manantial vio que alguien pasaba cerca. Era un hombre. El hombre preguntó: ‘¿Adónde vas?’ ‘Voy a ver a mi padre’, contestó’. ‘¿Quién es tu padre?’, dijo el hombre de nuevo. ‘Bueno, yo creo que tú eres mi padre.’ Entonces el hombre lo miró, para asustarlo. El muchacho siguió diciendo: ‘Tú eres mi padre.’ Hasta que el hombre dijo: ‘Sí, yo soy tu padre, salí del agua para recibirte’, y puso el brazo alrededor del cuello del muchacho. El padre se alegró de que su hijo hubiera venido y lo llevó al interior del manantial.” (28)

 

Notas

 

(28) Parsons, op. cit., p. 194.

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