miércoles

JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (141) Psicoanálisis del mito

 4 / EL HÉROE COMO AMANTE (1)

 

La hegemonía arrancada al enemigo, la libertad ganada de la malicia del monstruo, la energía vital liberada de los afanes con el tirano Soporte, son simbolizadas como una mujer. Ella es la doncella de los innumerables asesinatos del dragón, la novia robada al padre celoso, la virgen rescatada del amante profano. Ella es la “otra porción” del héroe mismo, pues “cada uno es ambos”: si la estatura de él es la de monarca del mundo, ella es el mundo, y si él es un guerrero, ella es la fama. Ella es la imagen del destino que él debe sacar de la prisión de la circunstancia que lo envuelve. Pero cuando él ignora su destino, o está engañado por consideraciones falsas, ningún esfuerzo de su parte vencerá los obstáculos. (26)

 

El adolescente magnífico, Cuchulainn, en la corte de su tío, el rey Conchobar, hizo que los nobles temieran por la virtud de sus esposas y sugirieran que buscara una mujer propia. Los mensajeros del rey fueron a cada provincia de Irlanda, pero no pudieron encontrar una aceptable. Luego, Cuchulainn mismo fue a ver a una doncella que conocía en Luglochta, loa “Jardines de Lugh”. Y la encontró en su campo de juego, con sus hermanastras alrededor de ella, enseñándoles labores de aguja y hermosos trabajos manuales. Emer levantó su bello rostro, reconoció a Cuchculainn y dijo: “¡Que te salves de todo peligro!”.

 

Cuando el padre de la joven, Forgall el Astuto, supo que la pareja había hablado, envió a Cuchulainn aprender las argucias de la guerra con Donall el Soldado, en Alba, con la esperanza de que el joven nunca volviera. Donall le señaló otra tarea: la imposible jornada hacia cierta mujer guerrera, Scathach, a quien el joven debía obligar a instruirlo en sus artes de valor sobrenatural. La jornada de héroe de Cuchulainn muestra con extraordinaria sencillez y claridad todos los elementos esenciales de la clásica consumación de la tarea imposible.

 

El camino cruzaba una planicie de mala suerte; en la primera mitad, los pies de los hombres se quedaban pegados; en la segunda, la hierba brotaba y los retenía entre las puntas de sus hojas. Pero apareció un hermoso joven que dio a Cuchulainn una rueda y una manzana. En la primera parte de la planicie la rueda rodaría delante de él, y en la segunda parte, la manzana. Cuchulainn sólo tenía que seguir la línea que estas le marcaran, sin dar un paso fuera de ella. Así alcanzó a cruzar el estrecho y peligroso camino.

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