miércoles

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (75) - MIJAIL. BAJTIN

 4 /1) El problema del carácter como forma de interrelación entre el autor y el héroe.  

 

Ahora hemos de pasar al análisis del carácter exclusivamente desde el punto de vista de la relación mutua del héroe y el autor; por supuesto, no nos vamos a ocupar del análisis de los momentos estéticos de la estructura del carácter, puesto que no tienen relación directa con nuestro problema. Es por eso por lo que nos proponemos aquí una estética mínimamente plena del carácter.

 

El carácter se diferencia clara y esencialmente de todas las formas de expresión del héroe que llevamos examinadas hasta ahora. Ni en la confesión-rendimiento de cuentas, ni en la biografía, ni la lírica la totalidad del héroe fue el propósito artístico principal, no fue centro valorativo de la visión artística. (El héroe siempre es el centro de la visión, pero no su totalidad, no la plenitud y el acabado de su determinismo.) En la confesión no existe en absoluto un propósito artístico, y por lo tanto no existe el valor netamente estético de la totalidad dada y presente. En la biografía, el principal propósito artístico es la vida como valor biográfico, la vida del héroe pero no su determinismo interior y exterior, no la imagen acabada de su personalidad como propósito principal. No importa quién sea el héroe sino qué ha vivido y qué ha hecho. Desde luego, también la biografía conoce momentos que determinan la imagen de la personalidad (la heroización), pero ninguno de ellos cierra a la personalidad ni la concluye; el héroe es importante como portador de una vida determinada, rica y plena, históricamente significativa; es esta vida la que se encuentra en el centro valorativo de la visión, y no la totalidad del héroe cuya vida en su determinismo sólo viene a ser su característica.

 

En la lírica también está ausente el propósito de totalidad: en el centro valorativo de la visión se encuentra un estado interior o un acontecimiento que no es en absoluto la única característica del héroe, que es tan sólo el portador de la vivencia, pero esta no lo cierra ni lo concluye como totalidad. Por eso, en todas las formas de interrelación entre el héroe y el autor analizadas hasta ahora ha sido posible la proximidad entre ellos (así como la coincidencia personal fuera de la obra), puesto que allí la actividad del autor no está dirigida hacia la creación y elaboración de claros y esenciales límites del héroe y, por consiguiente, de fronteras fundamentales entre el autor y el héroe. (También importa el mundo que abarca por igual al héroe y al autor, con sus momentos y situaciones.)

 

Llamaremos carácter a la forma de relación recíproca entre el autor y el autor que realice la tarea de crear la totalidad del héroe como personalidad determinada y en que esta tarea aparezca como la principal: desde un principio, el héroe se nos presenta como un todo, y desde un principio la actividad del autor recorre sus límites esenciales; todo se percibe como momento de caracterización del héroe, todo se reduce y sirve de contestación a la pregunta: quién es él. Es obvio que aquí aparecen dos planos de percepción valorativa, dos contextos valorativos de sentido (uno de los cuales abarca valorativamente y supera al otro): 1) el campo de visión (horizonte) del héroe y la importancia existencial ético-cognoscitiva de cada momento (de cada acto, objeto) del mismo héroe dentro de su horizonte; 2) el contexto del autor que contempla, en el cual todos estos momentos llegan a ser características de todo el héroe, adquiere una importancia determinante y delimitante del mismo (la vida resulta ser modo de vida). El autor aquí es crítico (en tanto que autor, por supuesto): en todo momento de su creación aprovecha todos los privilegios de su completa extraposición con respecto al héroe. Simultáneamente, el héroe es más independiente dentro de esta forma de interrelación, es más palpable, consciente y obstinado en su orientación netamente existencial, cognoscitiva y ética; el autor se opone plenamente a esa actividad existencial del héroe y la traduce a un lenguaje estético, estableciendo una definición estética transgrediente para cada momento de la actividad existencial de su personaje. La relación entre el autor y el héroe tiene aquí un carácter siempre intenso y fundamental.

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