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JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (126) Psicoanálisis del mito

 3. EL VIENTRE DE LA REDENCIÓN (1)



El mundo de la vida humana es ahora el problema. Guiado por el juicio práctico de los reyes y por la instrucción de los sacerdotes de los dados de la revelación divina, (10) el campo de la conciencia se contrae de tal forma que las grandes líneas de la comedia humana se pierden en un acertijo de finalidades cruzadas. Las perspectivas humanas de achatan, y comprenden sólo las superficies tangibles de la existencia que reflejan la luz. La visión de la profundidad se cierra. La forma significativa de la agonía humana se pierde de vista. La sociedad cae en el error y en el desastre. El Pequeño Ego ha usurpado el trono del juicio del Yo.

Esto es en el mito un tema perpetuo; en las voces de los profetas un grito familiar. La gente ansía una personalidad que en un mundo de cuerpos y almas torcidos, represente de nuevo las líneas de la imagen encarnada. Nos hemos familiarizado con el mito de nuestra propia tradición. Sucede en todas partes, bajo una variedad de maneras. Cuando la figura de Herodes (el símbolo extremo del ego tenaz y equivocado) ha llevado la especie humana al nadir de la bajeza espiritual, las fuerzas ocultas del ciclo empiezan a moverse en sí mismas. En un pueblo perdido nace la doncella que se mantendrá pura antes los errores comunes a su generación: una miniatura, en medio de los hombres, de la mujer cósmica que fue desposada del tiempo. Su vientre, que permanece ajeno como el vacío primordial, convoca, por su misma disposición, la fuerza original que fertilizó el vacío.

“Al día siguiente, mientras se encontraba María junto a la fuente, llenando el cántaro de agua, se le apareció el ángel de Dios y le dijo: ‘Dichosa eres, María, porque has preparado al Señor una habitación en tu seno. He aquí que una luz del cuelo vendrá para morir en ti y por tu medio iluminará a todo el mundo,’” (11)

La historia se repite en todas partes, con tan asombrosa uniformidad en los contornos principales, que los primeros misioneros cristianos se vieron obligados a pensar que el diablo mismo se burlaba de sus enseñanzas en dondequiera que ponían la mano.


Notas

(10) El hakata de los hijos de Mwuetsi, supra, p. 275.

(11) Evangelio del Pseudo Mateo, cap. IX.

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