6.
HISTORIAS POPULARES DE LA CREACIÓN (3)
Detrás
de esta frivolidad es posible ver que la causa única (el oscuro ser que se cortó
a sí mismo) está dentro del marco de los efectos duales del mundo: el bien y el
mal. El cuento no es tan ingenuo como parece. (59) Lo que es más, la
preexistencia metafísica del arquetipo platónico del tiburón queda implícita en
la lógica curiosa del diálogo final. Esta es una concepción inherente a cada
mito. También es universal el poder al antagonista, al representante del mal,
haciendo el papel de payaso. Los diablos, tanto los estúpidos lujuriosos como
los engañadores astutos y avisados, son siempre payasos. Aunque pueden triunfar
en el mundo del espacio y del tiempo, tanto su persona como su obra desaparecen
simplemente cuando la perspectiva se traslada a lo trascendental. Son los que
equivocan la sombra por la sustancia: simbolizan las imperfecciones inevitables
del reino de las sombras, y en tanto permanezcamos en este terreno, el velo no
podrá ser levantado.
Los
tártaros negros de Siberia dicen que cuando el demiurgo Pajana hizo los
primeros seres humanos descubrió que era incapaz de producir un espíritu que
les diera vida. De manera que tuvo que subir al cielo y pedirle almas a Kudai,
el Alto Dios, dejando mientras tanto a un perro pelón para que cuidara las
figuras que había hecho. El diablo Erlik llegó cuando él no estaba. Erlik le
dijo al perro: “No tienes pelo. Te daré pelos de oro si dejas en mis manos a
esta gente sin alma.” La proposición agradó al perro, y entregó la gente que
cuidaba al tentador. Erik los profanó con sus escupitajos, pero huyó en el
momento en que vio que Dios se acercaba para darles vida. Dios vio lo que había
hecho y volvió del revés los cuerpos humanos; por eso tenemos escupitajos e
impurezas en nuestros intestinos. (60)
Las
mitologías populares toman la historia de la creación sólo desde el momento en
que las emanaciones trascendentales se convierten en formas espaciales. Sin
embargo, no difieren de las grandes mitologías en ningún punto esencial de sus
evaluaciones de las circunstancias humanas. Sus personajes simbólicos
corresponden en contenido -y también en rasgos y hechos-, a los de las más
altas iconografías, y el mundo milagroso en que se mueven es precisamente una
de las máximas revelaciones: el mundo y la edad entre el sueño profundo y la
conciencia despierta; la zona en que lo Uno se convierte en muchos y los muchos
se reconcilian en lo Uno.
Notas
(59) “El universo no actúa en su conjunto como si estuviera bajo eficiente control y supervisión personal. Cuando escucho algunos himnos, sermones y plegarias que dan por seguro o afirman con simplicidad ingenua que este vasto cosmos despiadado, con todos los monstruosos accidentes que entraña, es como una guía cuidadosamente planeada y conducida por una persona, recuerdo la hipótesis más razonable de una tribu del oriente de África. ‘Dicen -escribe un observador- que aunque Dios es bueno y deseó el bien para todos, tiene por desgracia un hermano medio tonto que siempre interfiere con lo que Él hace’. Eso, por lo menos, guarda alguna semejanza con los hechos. El hermano medio tonto de Dios podría explicar alguna de las deprimentes y absurdas tragedias de la vida, que la idea de un individuo omnipotente, de limitada buena voluntad para cada una de las almas, no puede explicar de ninguna manera.” (Harry Emerson Fosdick, As I see religión, Nueva York, Harper and Brothers, 1932, pp. 53-54.)
(60) Harva, op. cit., pp. 114-115 citando a W. Radloff, Proben der Volksliteratur der türkischen Stämme Sud-Siberienes (San Petersburgo, 1866-70), vol. I. p. 285. Libertándose de las asociaciones cosmogónicas, el aspecto negativo del payado demonio de la fuerza demiúrgica ha llegado a ser un gran favorito en los cuentos que persiguen como fin la diversión. Un ejemplo vívido es el Coyote de las planicies americanas. Reineke Fuchs, Renard -el Zorro- es una encarnación europea de esta figura.
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