martes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (51) - MIJAIL. BAJTIN


LA TOTALIDAD TEMPORAL DEL HÉROE
(el problema del hombre interior o el alma) / 8

El ritmo supone una inmanentización del sentido con respecto a la misma vivencia, del propósito a la misma aspiración; el sentido y el propósito han de ser para mí sólo un momento de la vivencia-aspiración con valor propio. El ritmo presupone cierta predeterminación de la aspiración, de la acción, de la vivencia (cierta irremediabilidad semántica); el futuro real, fatal, arriesgado y absoluto se supera mediante el ritmo, se supera la frontera misma entre el pasado y el futuro (y, por supuesto, el presente) a favor del pasado; el futuro semántico parece disolverse en el pasado y el presente, se predetermina artísticamente por ellos (puesto que el autor contemplador siempre abarca provisionalmente la totalidad, él siempre es después, y no sólo temporalmente sino que es después en el sentido). Pero el mismo momento de transición, del movimiento del pasado y presente (al futuro semántico absoluto; no a aquel futuro que asienta todo en su lugar, sino al otro futuro que debe por fin cumplir, realizar, el futuro que oponemos al presente y al pasado como una salvación, transformación y expiación; es decir, no el futuro en tanto que una desnuda categoría temporal, sino como una categoría de sentido, como algo que aun no existe en tanto que valor, que no está predeterminado, que aun no está desacreditado por el ser, no está enturbiado por el ser-dación, que es puro, incorruptible, desvinculado e ideal, pero no gnoseológica y teóricamente, sino prácticamente, como un deber ser), este es el momento del suceso puro en mí, donde yo, desde mi interior, pertenezco al unitario y único acontecimiento del ser: en él existe una arriesgada y absoluta no-predeterminación del desenlace del suceso (no se trata de una no-predeterminación argumental y semántica: el argumento, igual que el ritmo y que todos los momentos estéticos en general, puede y debe ser abarcado por completo, desde el principio hasta el fin, en todos sus momentos, por la mirada interior, puesto que sólo la totalidad, aunque sólo potencial, puede tener un significado estético); se trata aquí de un “o bien esto-o bien aquello” del acontecimiento; es aquí donde se traza la frontera absoluta del ritmo; este momento no se somete al ritmo, es por principio extrarrítmico, y no le es adecuado; el ritmo aquí se distorsiona y se vuelve falso. Es el momento en que el ser debe superarse a sí mismo por el deber ser, en el que el ser y el deber ser se reúnen, se encuentran en mí con hostilidad, en que el “es” y el “debe ser” se excluyen recíprocamente; es el momento de la disonancia fundamental, puesto que el ser y el deber ser, la dación y la predeterminación, en mi interior, en lo que es yo mismo, no pueden ser relacionados rítmicamente, no pueden ser percibidos en el único plano de valores, no pueden llegar a ser el momento del desarrollo de una serie positiva de valores (no pueden ser arsis y tesis (31) del ritmo, disonancia y cadencia, dado que ambos momentos se ubican en un plano idénticamente positivo de valores, y la disonancia en el ritmo siempre es convencional). Pero es precisamente este momento en que se me opone fundamentalmente el deber ser como un mundo diferente el que viene a ser la cumbre de mi seriedad creadora, de la productividad pura. Por consiguiente, el acto creativo (vivencia, aspiración, acción) que enriquece el acontecimiento del ser (sólo es posible un enriquecimiento cualitativo y formal del acontecer, y no uno cuantitativo y material, si es que este no se transforma en enriquecimiento cualitativo también), que crea lo nuevo, es, por principio, arrítmico (en su proceso de realización, por supuesto; una vez concluido, el acto se aísla en el ser; en mí mismo, en tonos de arrepentimiento; en el otro, en todos heroicos).

Notas

(31) Los términos de la métrica antigua que señalaban la parte débil, no acentuada, y la fuerte, acentuada, del pie.

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