EL TEATRO INMEDIATO (4)
El reparto de papeles
crea una nueva serie de problemas. Si se cuenta con escaso tiempo para los
ensayos, el reparto tipo es inevitable, solución que todo el mundo deplora.
Como reacción, cada uno de los actores desea interpretarlo todo. La verdad es
que no puede, ya que se lo impiden sus propias limitaciones, que diseñan su
tipo real. Lo único que cabe decir es que por lo general resulta inútil la
mayoría de los intentos de determinar por adelantado lo que un actor no
puede hacer. Nuestro interés por un actor radica en su capacidad de manifestar
rasgos insospechados durante los ensayos, nuestra decepción llega cuando
comprendemos que un intérprete es incapaz de sorprendernos. Pretender que se
puede hacer un reparto “con conocimiento de causa” es simple vanidad: resulta
preferible contar con tiempo y con las condiciones necesarias para arriesgarse.
El peligro de equivocarse está compensado por la posibilidad de esas
inesperadas revelaciones. Ningún actor permanece estancado por completo en su
carrera. Aunque resulte fácil creer que se ha quedado parado a cierto nivel, la
verdad es que en su interior se produce un invisible e importante cambio. Un actor
que parezca excelente en un examen de prueba es posible que tenga mucho
talento, pero en general es improbable: lo más probable es que sea eficiente y
que su eficacia sea sólo superficial. Por el contrario, un actor que en las
mismas circunstancias produzca pésima impresión quizá sea el peor de los
concursantes, si bien esto no es necesariamente cierto e incluso cabe que sea
el mejor. Si el sistema impone trabajar con actores que el director no conoce,
este se ve obligado a realizar su labor por conjeturas.
Al comienzo de los
ensayos los actores son lo más opuesto a esas personas idealmente relajadas que
les gustaría ser. Aportan con ellos una pesada carga de tensiones. Tan variada
es dicha carga que a veces origina fenómenos absolutamente inesperados. Por
ejemplo, un actor joven que actúe con un grupo de amigos faltos de experiencia
puede revelar un talento y una técnica que haga avergonzar a los
profesionales. Ese mismo actor, cuya
valía ha quedado demostrada, pasa a trabajar con actores por quienes siente
profundo respeto y lo más seguro es que no se presente torpe y envarado, sino
que incluso su talento se eclipse. Puesto entre actores a los que desprecia,
volverá a ser él mismo. El talento no es estático, sino que fluye de acuerdo
con muchas circunstancias. No todos los actores de la misma edad se hallan en
el mismo grado en su labor profesional. Algunos poseen una mezcla de entusiasmo
y conocimientos que sustenta una confianza basada en pequeños éxitos y que no
está minada por el temor a un inminente fracaso total. Comienzan a ensayar con
una disposición diferente a la del quizá también joven actor, cuyo nombre es un
poco más conocido, que ha empezado ya a preguntarse hasta dónde podrá llegar,
si ha logrado algo, cuál es su posición, si se le tiene en cuenta, qué le
deparará el futuro. El actor que está convencido de que un día interpretará el
papel de Hamlet tiene ilimitada energía; quien cree que no se le considera apto
para un cometido semejante en el futuro, queda atado con dolorosos nudos de
introspección y necesita, por consiguiente, esforzarse para que se fijen en él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario