miércoles

PETER BROOK - EL ESPACIO VACÍO (53)


EL TEATRO INMEDIATO (4)

El reparto de papeles crea una nueva serie de problemas. Si se cuenta con escaso tiempo para los ensayos, el reparto tipo es inevitable, solución que todo el mundo deplora. Como reacción, cada uno de los actores desea interpretarlo todo. La verdad es que no puede, ya que se lo impiden sus propias limitaciones, que diseñan su tipo real. Lo único que cabe decir es que por lo general resulta inútil la mayoría de los intentos de determinar por adelantado lo que un actor no puede hacer. Nuestro interés por un actor radica en su capacidad de manifestar rasgos insospechados durante los ensayos, nuestra decepción llega cuando comprendemos que un intérprete es incapaz de sorprendernos. Pretender que se puede hacer un reparto “con conocimiento de causa” es simple vanidad: resulta preferible contar con tiempo y con las condiciones necesarias para arriesgarse. El peligro de equivocarse está compensado por la posibilidad de esas inesperadas revelaciones. Ningún actor permanece estancado por completo en su carrera. Aunque resulte fácil creer que se ha quedado parado a cierto nivel, la verdad es que en su interior se produce un invisible e importante cambio. Un actor que parezca excelente en un examen de prueba es posible que tenga mucho talento, pero en general es improbable: lo más probable es que sea eficiente y que su eficacia sea sólo superficial. Por el contrario, un actor que en las mismas circunstancias produzca pésima impresión quizá sea el peor de los concursantes, si bien esto no es necesariamente cierto e incluso cabe que sea el mejor. Si el sistema impone trabajar con actores que el director no conoce, este se ve obligado a realizar su labor por conjeturas.

Al comienzo de los ensayos los actores son lo más opuesto a esas personas idealmente relajadas que les gustaría ser. Aportan con ellos una pesada carga de tensiones. Tan variada es dicha carga que a veces origina fenómenos absolutamente inesperados. Por ejemplo, un actor joven que actúe con un grupo de amigos faltos de experiencia puede revelar un talento y una técnica que haga avergonzar a los profesionales.  Ese mismo actor, cuya valía ha quedado demostrada, pasa a trabajar con actores por quienes siente profundo respeto y lo más seguro es que no se presente torpe y envarado, sino que incluso su talento se eclipse. Puesto entre actores a los que desprecia, volverá a ser él mismo. El talento no es estático, sino que fluye de acuerdo con muchas circunstancias. No todos los actores de la misma edad se hallan en el mismo grado en su labor profesional. Algunos poseen una mezcla de entusiasmo y conocimientos que sustenta una confianza basada en pequeños éxitos y que no está minada por el temor a un inminente fracaso total. Comienzan a ensayar con una disposición diferente a la del quizá también joven actor, cuyo nombre es un poco más conocido, que ha empezado ya a preguntarse hasta dónde podrá llegar, si ha logrado algo, cuál es su posición, si se le tiene en cuenta, qué le deparará el futuro. El actor que está convencido de que un día interpretará el papel de Hamlet tiene ilimitada energía; quien cree que no se le considera apto para un cometido semejante en el futuro, queda atado con dolorosos nudos de introspección y necesita, por consiguiente, esforzarse para que se fijen en él.

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