martes

JOSEPH CAMPBELL EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (109)


2. EL CICLO UNIVERSAL (3)

Esta rueda siempre giratoria de los doce radios del tiempo de los jainistas es un equivalente del ciclo de las cuatro edades de los hindúes: la primera edad es un largo período de perfecta felicidad, belleza y perfección, que ha de durar 4800 años divinos; (14) la segunda, con virtudes menores, ha de durar 3600 años divinos; la tercera, de virtud y vicio mezclados en partes iguales, ha de durar 2400 años divinos, o sean 432000 años de acuerdo con los cálculos humanos. Pero al final del presente período, en lugar de empezar a mejorar inmediatamente (como en el ciclo descrito por los jainistas) primero todo ha de ser aniquilado por un cataclismo de fuego y agua y, por lo tanto, reducido al original estado primordial del océano intemporal que ha de permanecer por un período igual al total de las cuatro edades. Entonces empezarán de nuevo las cuatro edades del mundo.

Es comprensible una concepción básica de la filosofía oriental en esta forma pictórica. Si el mito fue originalmente una ilustración de la fórmula filosófica, o esta una destilación del mito, no es posible decidirlo ahora. Ciertamente que el mito se remonta hasta las más remotas edades, pero lo mismo hace la filosofía. ¿Quién podría conocer los pensamientos que yacían en las mentes de los viejos sabios que desarrollaron y atesoraron el mito para transmitirlo a sus sucesores? Muy a menudo, durante el análisis y la penetración de los secretos del símbolo arcaico, no puede menos que sentirse que la noción generalmente aceptada de la historia de la filosofía se funda en un supuesto completamente falso, a saber, que el pensamiento abstracto y metafísico empieza cuando aparece por primera vez en las crónicas que aun perduran.

La fórmula filosófica ilustrada por el ciclo cosmogónico es la de la circulación de la conciencia a través de los tres planos del ser. El primer plano es el de la experiencia despierta, cognoscitivo de los hechos brutos y duros del universo exterior, iluminado por la luz del sol y común a todos. El segundo plano es el de la experiencia del sueño, cognoscitiva de las formas fluidas y sutiles de un mundo interior privado, con luminosidad propia y de una sola sustancia con el soñador; el tercero es el de dormir profundo, sin sueños, de honda bienaventuranza. En el primero se encuentran las experiencias instructivas de la vida; en el segundo dichas experiencias se digieren y asimilan a las fuerzas interiores del que sueña; mientras que en el tercero todo se disfruta y se conoce inconscientemente; en el “espacio dentro del corazón”, el refugio del control interno y la fuente y el fin de todo. (15)

El ciclo cosmogónico ha de comprenderse como el paso de la conciencia universal, de la profunda zona de lo no manifiesto, y a través del sueño, al pleno día del despertar, y luego el retorno, a través del sueño, a la oscuridad intemporal. Como en la experiencia real de cada ser vivo, así sucede todo en la figura grandiosa del universo vivo: en el abismo del sueño las energías se refrescan y en el trabajo del día se agotan; la vida del universo se gasta y debe ser renovada.

Notas

(13) Ver Mrs. Sinclair Stevenson, The Heart of Jainism (Oxford University Press, 1915), pp. 272-278.

(14) Un año divino es igual a 360 años humanos, cf. supra, p. 205.

(15) Ver Mandukya Upanishad, 3-6.

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