2.
EL CICLO UNIVERSAL (3)
Esta
rueda siempre giratoria de los doce radios del tiempo de los jainistas es un
equivalente del ciclo de las cuatro edades de los hindúes: la primera edad es
un largo período de perfecta felicidad, belleza y perfección, que ha de durar
4800 años divinos; (14) la segunda, con virtudes menores, ha de durar 3600 años
divinos; la tercera, de virtud y vicio mezclados en partes iguales, ha de durar
2400 años divinos, o sean 432000 años de acuerdo con los cálculos humanos. Pero
al final del presente período, en lugar de empezar a mejorar inmediatamente
(como en el ciclo descrito por los jainistas) primero todo ha de ser aniquilado
por un cataclismo de fuego y agua y, por lo tanto, reducido al original estado
primordial del océano intemporal que ha de permanecer por un período igual al
total de las cuatro edades. Entonces empezarán de nuevo las cuatro edades del
mundo.
Es
comprensible una concepción básica de la filosofía oriental en esta forma
pictórica. Si el mito fue originalmente una ilustración de la fórmula filosófica,
o esta una destilación del mito, no es posible decidirlo ahora. Ciertamente que
el mito se remonta hasta las más remotas edades, pero lo mismo hace la
filosofía. ¿Quién podría conocer los pensamientos que yacían en las mentes de
los viejos sabios que desarrollaron y atesoraron el mito para transmitirlo a
sus sucesores? Muy a menudo, durante el análisis y la penetración de los
secretos del símbolo arcaico, no puede menos que sentirse que la noción generalmente
aceptada de la historia de la filosofía se funda en un supuesto completamente falso,
a saber, que el pensamiento abstracto y metafísico empieza cuando aparece por primera
vez en las crónicas que aun perduran.
La
fórmula filosófica ilustrada por el ciclo cosmogónico es la de la circulación
de la conciencia a través de los tres planos del ser. El primer plano es el de
la experiencia despierta, cognoscitivo de los hechos brutos y duros del
universo exterior, iluminado por la luz del sol y común a todos. El segundo
plano es el de la experiencia del sueño, cognoscitiva de las formas fluidas y
sutiles de un mundo interior privado, con luminosidad propia y de una sola
sustancia con el soñador; el tercero es el de dormir profundo, sin sueños, de
honda bienaventuranza. En el primero se encuentran las experiencias
instructivas de la vida; en el segundo dichas experiencias se digieren y
asimilan a las fuerzas interiores del que sueña; mientras que en el tercero
todo se disfruta y se conoce inconscientemente; en el “espacio dentro del
corazón”, el refugio del control interno y la fuente y el fin de todo. (15)
El
ciclo cosmogónico ha de comprenderse como el paso de la conciencia universal,
de la profunda zona de lo no manifiesto, y a través del sueño, al pleno día del
despertar, y luego el retorno, a través del sueño, a la oscuridad intemporal.
Como en la experiencia real de cada ser vivo, así sucede todo en la figura
grandiosa del universo vivo: en el abismo del sueño las energías se refrescan y
en el trabajo del día se agotan; la vida del universo se gasta y debe ser
renovada.
Notas
(13) Ver Mrs. Sinclair Stevenson,
The Heart of Jainism (Oxford University Press, 1915), pp. 272-278.
(14)
Un año divino es igual a 360 años humanos, cf. supra, p. 205.
(15)
Ver Mandukya Upanishad, 3-6.
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