III / Esquizofrenia
Espacio y tiempo en la
esquizofrenia (2)
(A propósito de paciente)
¿Es
que el exterior llama?
¿No es el exterior una intimidad antigua
perdida en las sombras de la memoria?
Gastón Bachelard, “La poética del espacio”
5. La terapéutica
La terapéutica estuvo
basada en la teoría de los dos narcisismos. Mostrarle al paciente que él estaba
oscilando entre una realidad ligada al narcisismo yoico que es la realidad
común del ser humano y otra realidad relacionada con el narcisismo del Ser; en
virtud de ello vivía en diferentes espacios, el espacio de tres dimensiones que
lo vinculaba a los seres humanos, el espacio multidimensional que lo situaba en
el Cosmos y el espacio bidimensional donde no hay la distinción interior-exterior.
Esto hacía que se sintiese dividido y determinaba que estuviese motivado por
diferentes fuerzas antagónicas, que lo movían en direcciones distintas y lo
sumían en la confusión.
La energía volcada sobre
el Universo restaba energía a su yo frágil, y se sentía débil, desanimado, y
sin poder ocuparse de sus tareas habituales. Era necesario establecer una nueva
distribución de la energía que restableciera el equilibrio perdido. Para ello
me miraba larga y profundamente, sin decir palabra, buscando fusionarse conmigo
y así recuperar para su yo las energías perdidas.
Cuando me hablaba de
otros espacios, de “cosas que llegaban de otro lado”, en una ocasión le leí la
cita de Bachelard (que figura en el exergo), mostrándole que no sólo él, sino
también otros tenían nostalgia del espacio exterior en el cual nacemos.
Pero a la vez el situarse
en ese espacio abierto y sin límites le hacía sentir el angustioso peligro del
vacío, de caer en el espacio infinito, que él llamaba “pozo negro” y que
también ejemplificó con la caída del árbol de la vida.
Así como se situaba en
diferentes mundos, también se situaba en otro tiempo, el tiempo sincrónico del
Ser. Si su existencia individual estaba amenazada por la división, recurría a
la existencia mitológica buscando así recuperar la unidad. El mito del andrógino
le procuraba la unidad perdida. En el origen de los tiempos, hombre y mujer
habían sido uno. Le referí entonces el mito de Aristófanes, de la separación de
los sexos que una vez estuvieron juntos y ese es el motivo de la atracción de
los sexos, a lo cual me dijo: “Vamos en buen camino, ¿no? Estamos haciendo un
nuevo camino”.
Y en efecto, la función
terapéutica es darle al paciente nuevos caminos de comprensión, de modo que su
locura se vuelva compartible y por lo tanto, menos alienada.
Uno debe volverse
continente de las ideas delirantes del paciente, de modo de ayudarlo a resolver
que se vuelve así una locura compartida, entre dos. Al comienzo de una sesión
me pregunta: “¿Cómo están la pegada y el mellizo?”.
Y la locura es menos
locura si el terapeuta también la comparte. En alguna ocasión yo asumía la parte
enferma, a lo cual el paciente riendo me preguntaba ¿quién manda aquí? La parte
enferma y la sana se habían intercambiado. (13)
El paciente siente
entonces al terapeuta transitando su delirio, y adquiere confianza en que el
terapeuta podrá ayudarlo. Se crea así una atmósfera terapéutica óptima para el
desarrollo del tratamiento.
Notas
(13) Lizardo Valdéz
enfatizó que este intercambio de roles es parte importante de la técnica.
Bibliografía
1) CHEVALIER, J.;
GHEERBRANT, A.: Diccionario de los símbolos. Barcelona, Edit. Herder.
2) ELIADE, Mircea: Mito
y realidad, Guadarrama. Punto Omega.
3) ELIADE, Mircea: El
mito del eterno retorno. Planeta, Agostini.
4) FERRATER MORA, José: Diccionario
de Filosofía. Edit Sudamericana, Bs. As.
5) FREUD, S.: Sobre un
caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber). Tomo XII,
Amorrortu editores.
6) JUNG, C.G.: Arquetipos
e inconsciente colectivo. Bibl. De Psic. Profunda. Edit. Paidós.
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