domingo

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (35)


CANCIÓN SEGUNDA (8)

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado.
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, vida en muerte la has trocado.

DECLARACIÓN (15)

26 / Por estos trabajos, en que Dios pone al alma y sentido, va ella cobrando virtudes, fuerza y perfección con amargura, porque la virtud es la flaqueza que se perfecciona (2 Cor. 12,9), y en el ejercicio de pasiones se labra; porque no puede servir y acomodarse el hierro en la inteligencia del artífice si no es por fuego y martillo, según del fuego dice Jeremías que le puso en inteligencia, diciendo: Envió fuego en más huesos y enseñome (Thren. 1,13). Y del martillo dice también Jeremías: Castigásteme, Señor, y quedé enseñado (31,18). Por lo cual dice el Eclesiástico: El que no es tentado, ¿qué puede saber?; y el que no es experimentado, pocas cosas conoce (34,9 y 11).

27 / Y aquí nos conviene notar la causa por que hay tan pocos que lleguen a tan alto estado de perfección de unión de Dios. En lo cual es de saber que no es porque Dios quiera que haya pocos de espíritus levantados, que antes querría que todos fuesen perfectos, sino que halla pocos vasos que sufran tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y los halla flacos, de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menos desconsuelo y mortificación, de aquí es que, no hallándonos fuertes y fieles en aquello poco que les hacía merced de comenzarlos a desbastar y labrar, eche de ver que lo serán mucho (menos) en lo más mucho, y así no va ya adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra por la labor de la moritificación, para lo cual era menester mayor constancia y fortaleza que ellos muestran. Y así hay muchos que desean pasar adelante y con gran continuación piden a Dios los traiga y pase a este estado de perfección, y, cuando Dios los quiere comenzar a llevar por los primeros trrabajos y mortificaciones, según es necesario, no quieren pasar por ellas y hurtan el cuerpo, huyendo el camino angosto de la vida, buscando el ancho de su consuelo, que es el de su perdición, y así no dan lugar a Dios para recibir lo que le piden cuando Él se lo comienza a dar. Y así se quedan como vasos inútiles, porque, queriendo ellos llegar al estado de los perfectos, no quisieron ser llevados por el camino de los trabajos, de ellos, pero ni aun así casi comenzar a entrar en él, sujetándose a lo que era menos, que era lo que comúnmente se suele padecer. Puédese responder a estos aquello de jeremías, que dice: Si, corriendo tú con los que iban a pie, trabajaste, ¿cómo podrías atener con los caballos? Y, como hayas tenido quietud en la tierra de paz, ¿qué harás en la soberbia del Jordán, (12,5). Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos que a pie llano ordinaria y humanamente acaecen a todos los vivientes, por tener tú tan corto paso, tenías tú tanto trabajo, que te parecía que corrías, ¿cómo podrías igualar con el paso de caballo, que es ya trabajos más que ordinarios y comunes, para que se requiere mayor fuerza y ligereza que de hombre? Y, si tú no has querido dejar de conservar la paz y gusto de tu tierra, que es tu sensualidad, no queriendo armar guerra ni contradecirla en alguna cosa, ni sé yo cómo querrás entrar en las impetuosas aguas de tribulaciones y trabajos del espíritu, que son de más adentro.

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