CANCIÓN SEGUNDA (8)
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh
toque delicado.
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, vida en muerte
la has trocado.
DECLARACIÓN (15)
26
/ Por estos trabajos, en que Dios pone al alma y
sentido, va ella cobrando virtudes, fuerza y perfección con amargura, porque la
virtud es la flaqueza que se perfecciona (2 Cor. 12,9), y en el ejercicio
de pasiones se labra; porque no puede servir y acomodarse el hierro en la inteligencia
del artífice si no es por fuego y martillo, según del fuego dice Jeremías que
le puso en inteligencia, diciendo: Envió fuego en más huesos y enseñome (Thren.
1,13). Y del martillo dice también Jeremías: Castigásteme, Señor, y quedé
enseñado (31,18). Por lo cual dice el Eclesiástico: El que no es
tentado, ¿qué puede saber?; y el que no es experimentado, pocas cosas conoce (34,9
y 11).
27 / Y aquí nos
conviene notar la causa por que hay tan pocos que lleguen a tan alto estado de
perfección de unión de Dios. En lo cual es de saber que no es porque Dios
quiera que haya pocos de espíritus levantados, que antes querría que todos
fuesen perfectos, sino que halla pocos vasos que sufran tan alta y subida obra;
que, como los prueba en lo menos y los halla flacos, de suerte que luego huyen
de la labor, no queriendo sujetarse al menos desconsuelo y mortificación, de
aquí es que, no hallándonos fuertes y fieles en aquello poco que les hacía
merced de comenzarlos a desbastar y labrar, eche de ver que lo serán mucho
(menos) en lo más mucho, y así no va ya adelante en purificarlos y levantarlos
del polvo de la tierra por la labor de la moritificación, para lo cual era
menester mayor constancia y fortaleza que ellos muestran. Y así hay muchos que
desean pasar adelante y con gran continuación piden a Dios los traiga y pase a
este estado de perfección, y, cuando Dios los quiere comenzar a llevar por los
primeros trrabajos y mortificaciones, según es necesario, no quieren pasar por
ellas y hurtan el cuerpo, huyendo el camino angosto de la vida, buscando el
ancho de su consuelo, que es el de su perdición, y así no dan lugar a Dios para
recibir lo que le piden cuando Él se lo comienza a dar. Y así se quedan como
vasos inútiles, porque, queriendo ellos llegar al estado de los perfectos, no
quisieron ser llevados por el camino de los trabajos, de ellos, pero ni aun así
casi comenzar a entrar en él, sujetándose a lo que era menos, que era lo que comúnmente
se suele padecer. Puédese responder a estos aquello de jeremías, que dice: Si,
corriendo tú con los que iban a pie, trabajaste, ¿cómo podrías atener con los
caballos? Y, como hayas tenido quietud en la tierra de paz, ¿qué harás en la
soberbia del Jordán, (12,5). Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos
que a pie llano ordinaria y humanamente acaecen a todos los vivientes, por
tener tú tan corto paso, tenías tú tanto trabajo, que te parecía que corrías,
¿cómo podrías igualar con el paso de caballo, que es ya trabajos más que
ordinarios y comunes, para que se requiere mayor fuerza y ligereza que de
hombre? Y, si tú no has querido dejar de conservar la paz y gusto de tu tierra,
que es tu sensualidad, no queriendo armar guerra ni contradecirla en alguna
cosa, ni sé yo cómo querrás entrar en las impetuosas aguas de tribulaciones y
trabajos del espíritu, que son de más adentro.
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