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MUCHOS
TIPOS DE PRISIONES:
LA
MUJER QUE QUEDA AL ÚLTIMO
“NUESTRA
SEÑORA
DETRÁS
DEL MURO”
Cómo
la herida generacional de ser despojados de
la
Madre provoca que generaciones subsiguientes
vivan
agachadas como si aun los estuvieran
aplastando
cuando ahora son, de hecho, libres (4)
La capillita Sixtina de Nuestra Señora de Guadalupe (1)
Así que ahí, en la ex Unión Soviética, vimos la locura y el fracaso de
intentar cubrir imágenes tan sagradas para tantos, quienes mejor pasaron a la
clandestinidad con y por ellas. A muchos de los jóvenes también, en lugar de
ser muy buenos ateos, a menudo les llamaba lo Santo, a pesar de tanto que había
sido prohibido y cubierto: no puede haber un llamado mayor a lo Sagrado ahora
que no es algo tan frecuente, sino que está prohibido; por tanto, se percibe
como un exótico tesoro enterrado.
Hoy todavía vemos la pérdida de lo Santo, su prohibición literal, cómo se
cubre lo Sagrado. Se aprecia en ello que puede estrechar la visión y hacer
morir la imaginación y la dedicación de una generación completa de jóvenes en
grandes extensiones del mundo. Prohibir lo Santo daña el espíritu del ingenio y
la creatividad de los jóvenes. Descorazona a los que tienen una chispa de
anhelo por los Santos.
Queremos que se aprenda la lección de que, en nuestros tiempos, vimos pasar
casi seis décadas sin hacer nada en cuanto al encarcelamiento ideológico de la
Madre, el Creador y los Santos, y de todos los que los siguieron. Toda esta reclusión
no se hizo para cuidar las almas de todos, sino para despojar, dividir,
arrebatar el poder, las riquezas, elecciones, altura, los nombramientos a posiciones
percibidas de poder al señalar la propia arrogancia invasora por encima de las
costumbres y de los seguidores de lo Sagrado.
Sí, así es, y aun hoy ocurre que los que tienen buenas intenciones pero no
piensan lo suficiente antes, o algunos con buenas intenciones pero que no
contemplan las consecuencias no previstas, o algunos accidentalmente, o algunos
con desprecio e ira, todavía actúan para encerrar el consuelo de la Santa Madre
y de su Hijo de Amor lejos de su gente, que somos todos nosotros.
La parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en el norte de Denver lleva
décadas como un pueblito fuerte de latinos (1) cuya ascendencia proviene con
más frecuencia de México y Centroamérica. Ellos, y los que han venido después,
también de las Américas, son hijos fuertes de La Señora de Guadalupe,
pues a Ella se refieren, entre otros nombres, como La Conquista, Nuestra
Señora de la Conquista, a menudo interpretada como “Ella que Conquistó desde el
Corazón” a quienes ya habían sido conquistados por simples hombres. La
Señora de Guadalupe también se conoce como la Madre de aquellos que han
sufrido atravesar los desiertos y las montañas, hicieron frente al frío
climático y cultural, para tratar de vivir en libertad.
Esta pequeña parroquia forma parte del patrimonio histórico y ha sido lo
que yo llamaría “un oasis en medio del caos” para los que la conservaron en
medio de los períodos de agitación de las décadas de los sesenta, setenta, ochenta
y noventa del siglo pasado, y aun hoy, empezando con las luchas tan difíciles y
feroces por la paridad de las minorías que buscaban igualdad con los de la
cultura más amplia; luchas por ser reconocidos como un grupo de gente de
profundo corazón, tan dignos como las personas de cualquier otro grupo. Los
duros desafíos de esos tiempos incluían que se les otorgara igualdad de
vivienda, préstamos, oportunidades laborales, educación de la misma calidad y,
como un tema de fondo, simplemente ser invitados e incluidos en las oportunidades,
tener un estatus igual en las consultas públicas, opinar sobre cómo las mentes,
almas y espíritus se veían afectados por las decisiones de otros más poderosos.
Uno tendría que ser testigo de primera mano para entender la lucha santa,
esa lucha que duró décadas para caminar en libertad, marchar erguidos, en lugar
de ser relegados a la casta más baja de los tiempos modernos. La esperanza en
esta pequeña iglesia, en este “oasis en medio del caos”, era no tener que
seguir rogando que se les considerara dignos y no sólo ser vistos como valiosos
únicamente si se les obligaba a usar toda la espalda y los huesos y la sangre como
mano de obra para “los de arriba”. Algunas de las múltiples cuestiones enfrentadas
de muchas maneras distintas eran que les “permitiera llevar a cabo el trabajo más
difícil” pero sin que existiera pleno acuerdo ni un tratamiento enteramente
humanitario en lo espiritual, mental, social, emocional, económico y religioso;
las asumían esencialmente personas que fueron ellas mismas conquistadas, y que
se les enseñó a no insistir en la paridad, sino a agradecer que se les permitiera
vivir. La lucha fue larga y seguirá hasta que el alma de cada persona, sin importar
nada más, se tratada con cortesía, decencia, inclusión y consulta.
Desde siempre se ha entendido a Nuestra Señora de Guadalupe como “La que entiende”,
como testigo personal de las tribulaciones y el vasallaje forzado de los pobres
y de los que luchan, ya sea que los que toman posturas duras hacia las minorías
residan en iglesias, gobiernos o en la propia familia. Así que a La Lupita,
como a veces llamamos cariñosamente a Nuestra Señora de Guadalupe, se le
considera la gran Madre de la Liberación, la que trae libertad a sus hijos para
“Caminar libres, andar con orgullo y sin temerle a nadie”.
Notas
(1) En todo este libro utilizo las palabras Latino y Latina para
indicar personas de muchas partes del mundo que hablan un idioma con origen en
el latín, en particular español, aunque también portugués y otros idiomas. Los
grupos mayoritarios y minoritarios se nombran y renombran a sí mismos de la
manera que consideran adecuada en el tiempo. Así, nos hemos llamado hispanos
del norte de Nuevo México y del Valle de San Luis del Colorado, y mejicanos/mexicanos
de México, y hay otras palabras que la gente utiliza para nombrarse cuando vienen
de otras partes de Centro y Sudamérica, las islas del Caribe, partes de Europa
y África. Algunos en Estados Unidos se llaman chicanos, en referencia a
un movimiento por la justicia. Otros se llaman compas y otros se llaman hispanics,
o hispánicos, una palabra que en realidad creó el censo gubernamental en un
esfuerzo por acuñar una palabra distintiva en la que se pudiera categorizar a
mucha gente hispano-hablante por su idioma de origen. También hay cholos, vatas y vatos,
pachucas y otros grupos tribales/filosóficos dentro de muchas comunidades
de idioma con base en el latín. Con frecuencia, los grupos se nombran de forma
progresiva. Al pasar del tiempo, con las luchas asumidas, los desafíos al
estado de cosas, las metas alcanzadas, pueden cambiar los nombres del grupo: se
agregan nuevos, se jubilan otros durante un tiempo o para siempre. En general,
los grupos prefieren nombrarse a sí mismos en lugar de que lo hagan los otros.
Por eso me da gusto llamar a cada persona por cualquier filiación de corazón
que prefieran, siempre recordando que nuestra Santa Madre nos llama a todos por
un único nombre: Amado Hijo, Amada Hija.
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