domingo

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - DESATANDO A LA MUJER FUERTE (38)


8

MUCHOS TIPOS DE PRISIONES:
LA MUJER QUE QUEDA AL ÚLTIMO
“NUESTRA SEÑORA
DETRÁS DEL MURO”

Cómo la herida generacional de ser despojados de
la Madre provoca que generaciones subsiguientes
vivan agachadas como si aun los estuvieran
aplastando cuando ahora son, de hecho, libres (4)

La capillita Sixtina de Nuestra Señora de Guadalupe (1)


Así que ahí, en la ex Unión Soviética, vimos la locura y el fracaso de intentar cubrir imágenes tan sagradas para tantos, quienes mejor pasaron a la clandestinidad con y por ellas. A muchos de los jóvenes también, en lugar de ser muy buenos ateos, a menudo les llamaba lo Santo, a pesar de tanto que había sido prohibido y cubierto: no puede haber un llamado mayor a lo Sagrado ahora que no es algo tan frecuente, sino que está prohibido; por tanto, se percibe como un exótico tesoro enterrado.

Hoy todavía vemos la pérdida de lo Santo, su prohibición literal, cómo se cubre lo Sagrado. Se aprecia en ello que puede estrechar la visión y hacer morir la imaginación y la dedicación de una generación completa de jóvenes en grandes extensiones del mundo. Prohibir lo Santo daña el espíritu del ingenio y la creatividad de los jóvenes. Descorazona a los que tienen una chispa de anhelo por los Santos.

Queremos que se aprenda la lección de que, en nuestros tiempos, vimos pasar casi seis décadas sin hacer nada en cuanto al encarcelamiento ideológico de la Madre, el Creador y los Santos, y de todos los que los siguieron. Toda esta reclusión no se hizo para cuidar las almas de todos, sino para despojar, dividir, arrebatar el poder, las riquezas, elecciones, altura, los nombramientos a posiciones percibidas de poder al señalar la propia arrogancia invasora por encima de las costumbres y de los seguidores de lo Sagrado.

Sí, así es, y aun hoy ocurre que los que tienen buenas intenciones pero no piensan lo suficiente antes, o algunos con buenas intenciones pero que no contemplan las consecuencias no previstas, o algunos accidentalmente, o algunos con desprecio e ira, todavía actúan para encerrar el consuelo de la Santa Madre y de su Hijo de Amor lejos de su gente, que somos todos nosotros.

La parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en el norte de Denver lleva décadas como un pueblito fuerte de latinos (1) cuya ascendencia proviene con más frecuencia de México y Centroamérica. Ellos, y los que han venido después, también de las Américas, son hijos fuertes de La Señora de Guadalupe, pues a Ella se refieren, entre otros nombres, como La Conquista, Nuestra Señora de la Conquista, a menudo interpretada como “Ella que Conquistó desde el Corazón” a quienes ya habían sido conquistados por simples hombres. La Señora de Guadalupe también se conoce como la Madre de aquellos que han sufrido atravesar los desiertos y las montañas, hicieron frente al frío climático y cultural, para tratar de vivir en libertad.

Esta pequeña parroquia forma parte del patrimonio histórico y ha sido lo que yo llamaría “un oasis en medio del caos” para los que la conservaron en medio de los períodos de agitación de las décadas de los sesenta, setenta, ochenta y noventa del siglo pasado, y aun hoy, empezando con las luchas tan difíciles y feroces por la paridad de las minorías que buscaban igualdad con los de la cultura más amplia; luchas por ser reconocidos como un grupo de gente de profundo corazón, tan dignos como las personas de cualquier otro grupo. Los duros desafíos de esos tiempos incluían que se les otorgara igualdad de vivienda, préstamos, oportunidades laborales, educación de la misma calidad y, como un tema de fondo, simplemente ser invitados e incluidos en las oportunidades, tener un estatus igual en las consultas públicas, opinar sobre cómo las mentes, almas y espíritus se veían afectados por las decisiones de otros más poderosos.

Uno tendría que ser testigo de primera mano para entender la lucha santa, esa lucha que duró décadas para caminar en libertad, marchar erguidos, en lugar de ser relegados a la casta más baja de los tiempos modernos. La esperanza en esta pequeña iglesia, en este “oasis en medio del caos”, era no tener que seguir rogando que se les considerara dignos y no sólo ser vistos como valiosos únicamente si se les obligaba a usar toda la espalda y los huesos y la sangre como mano de obra para “los de arriba”. Algunas de las múltiples cuestiones enfrentadas de muchas maneras distintas eran que les “permitiera llevar a cabo el trabajo más difícil” pero sin que existiera pleno acuerdo ni un tratamiento enteramente humanitario en lo espiritual, mental, social, emocional, económico y religioso; las asumían esencialmente personas que fueron ellas mismas conquistadas, y que se les enseñó a no insistir en la paridad, sino a agradecer que se les permitiera vivir. La lucha fue larga y seguirá hasta que el alma de cada persona, sin importar nada más, se tratada con cortesía, decencia, inclusión y consulta.

Desde siempre se ha entendido a Nuestra Señora de Guadalupe como “La que entiende”, como testigo personal de las tribulaciones y el vasallaje forzado de los pobres y de los que luchan, ya sea que los que toman posturas duras hacia las minorías residan en iglesias, gobiernos o en la propia familia. Así que a La Lupita, como a veces llamamos cariñosamente a Nuestra Señora de Guadalupe, se le considera la gran Madre de la Liberación, la que trae libertad a sus hijos para “Caminar libres, andar con orgullo y sin temerle a nadie”.

Notas

(1) En todo este libro utilizo las palabras Latino y Latina para indicar personas de muchas partes del mundo que hablan un idioma con origen en el latín, en particular español, aunque también portugués y otros idiomas. Los grupos mayoritarios y minoritarios se nombran y renombran a sí mismos de la manera que consideran adecuada en el tiempo. Así, nos hemos llamado hispanos del norte de Nuevo México y del Valle de San Luis del Colorado, y mejicanos/mexicanos de México, y hay otras palabras que la gente utiliza para nombrarse cuando vienen de otras partes de Centro y Sudamérica, las islas del Caribe, partes de Europa y África. Algunos en Estados Unidos se llaman chicanos, en referencia a un movimiento por la justicia. Otros se llaman compas y otros se llaman hispanics, o hispánicos, una palabra que en realidad creó el censo gubernamental en un esfuerzo por acuñar una palabra distintiva en la que se pudiera categorizar a mucha gente hispano-hablante por su idioma de origen.  También hay cholos, vatas y vatos, pachucas y otros grupos tribales/filosóficos dentro de muchas comunidades de idioma con base en el latín. Con frecuencia, los grupos se nombran de forma progresiva. Al pasar del tiempo, con las luchas asumidas, los desafíos al estado de cosas, las metas alcanzadas, pueden cambiar los nombres del grupo: se agregan nuevos, se jubilan otros durante un tiempo o para siempre. En general, los grupos prefieren nombrarse a sí mismos en lugar de que lo hagan los otros. Por eso me da gusto llamar a cada persona por cualquier filiación de corazón que prefieran, siempre recordando que nuestra Santa Madre nos llama a todos por un único nombre: Amado Hijo, Amada Hija.

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