Arte y técnica escénica
EL TEATRO TOSCO (18)
Me he referido extensamente
al mundo interior y al exterior, oposición que como todas es relativa, simple
conveniencia. He hablado de belleza, magia, amor, maltratando estas palabras
con una mano mientras parecía querer alcanzarlas con la otra. Y, sin embargo,
la paradoja es simple. Todos lo relacionado con estos términos nos parece
mortal: lo que implican corresponde a lo que necesitamos. Si no entendemos la
catarsis es porque se ha identificado con un emocional baño de vapor. Si no entendemos
la tragedia se debe a confundirla con la interpretación del papel de rey. Necesitamos
la magia, pero la confundimos con el truco, y mezclamos desesperadamente el
amor con el sexo, la belleza con el esteticismo. Pero sólo buscando una nueva
discriminación ampliaremos los horizontes de lo real. Sólo entonces podría ser
útil el teatro, ya que necesitamos una belleza que nos convenza: necesitamos experimentar
la magia de una manera tan directa que pueda cambiarse nuestra misma noción de
lo que es sustancial.
No ha terminado el
necesario período de revelar la verdad, apartando falsas tradiciones. Por el
contrario, a lo ancho del mundo, y con el fin de salvar al teatro, casi todo lo
teatral tiene que barrerse. El proceso apenas ha comenzado y tal vez no acabe
nunca. El teatro requiere su perpetua revolución. No obstante, la destrucción
desenfrenada es criminal; produce violenta reacción y mayor confusión. Si
demolemos un teatro pseudo-sagrado, hemos de procurar no engañarnos pensando
que está pasada de moda la necesidad de lo sagrado y que los cosmonautas han demostrado
de una vez para siempre que los ángeles no existen. De la misma manera, si nos
sentimos insatisfechos por la vaciedad de tanto teatro de revolucionarios y
propagandistas, no hemos de dar por sentado que la necesidad de hablar del
pueblo, del poder, del dinero y de la estructura de la sociedad obedece a una
moda periclitada.
Pero si nuestro lenguaje
ha de corresponder a nuestra época, debemos aceptar que actualmente la
tosquedad está más viva y lo sagrado más muerto que en otros tiempos. Antiguamente
el teatro pudo comenzar como magia: magia, en el festival sagrado, magia al
surgir las candilejas. Hoy día es todo lo contrario. Apenas se necesita el
teatro y apenas se confía en sus trabajadores. Por lo tanto, no cabe suponer
que el público se agrupará devota y atentamente. A nosotros nos toca captar su
atención y ganar su fe.
Para lograrlo hemos de
convencer de que no hay truco, nada oculto. Debemos abrir nuestras manos y
mostrar que no escondemos nada en nuestras mangas. Sólo entonces podemos
comenzar.
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