(Prólogo escrito para la edición bilingüe de Viaje
al fin del miedo / Creer o reventar Voyage au bout de la peur / Croire o crever
de Hugo Giovanetti Viola, que publicará elMontevideano Laboratorio de Artes en
2020.)
Hay décadas y lugares particularmente propicios para
la ensoñación, la meditación, las experimentaciones, los cuestionamientos y la
afirmación de talentos. El París de los años 70, portador de los ecos violentos
y transgresores de Mayo del 68, es una de esas capitales tumultuosas donde la
atracción -la fascinación- ejercida
sobre la juventud latinoamericana se destaca con claridad.
No es de extrañar entonces que también el joven
Hugo Giovanetti Viola, que en 1973 tenía 25 años, haya sucumbido al llamado de
ese mundo singular, aunque París ya no era precisamente aquella Babel feliz que
retratara Hemingway en « A moveable feast ». Su experiencia en esa ciudad cosmopolita y mestiza del Viejo Mundo
minada por la miseria, la droga, la soledad, los excesos y los personajes
truculentos de todo tipo, a medio camino entre lo sublime y lo grotesco, a
veces sacudida por ráfagas de
una fulguración exaltante, dio lugar algunos años más tarde, a partir de 1979,
al nacimiento de un texto titulado tajantemente : Creer o reventar.
Novelón de los poetas muertos.
Ahora Creer o reventar renace de sus cenizas
con un nuevo título : Viaje al fin del miedo (Voyage au bout de la
peur), un efervescente palimpsesto
falsamente celiniano, ajeno al
cinismo devastador del texto francés, tejido con mil reminiscencias al
mismo tiempo sabias y populares, donde aparecen convocados, entre muchos otros,
Dostoievsky, Onetti, Knut Hamsun, Rimbaud, Rubén Darío y la imponente figura de
Dante, así como una multitud de tonalidades lingüísticas -argot parisino, lunfardo rioplatense, regionalismos e
inspirados barroquismos-. Esta « novela autobiográfica » -porque aquí
estamos frente a una ficción y no una mera autobiografía o una autoficción a lo
Serge Doubrovsky- está totalmente basada en la vida del autor uruguayo, inserta en el contexto
mundial de los años 70. De ahí, por ejemplo, las alusiones a la dictadura
uruguaya de aquel momento, la muerte de Salvador Allende, la crisis del
petróleo, etc.
Uno de los mayores atractivos de Viaje al fin del
miedo reside en el ingenioso entrelazamiento de las dos voces que la
estructuran : la primera persona, cargada de intimidad, de espontaneidad y
portadora de la palabra viva del narrador, prolongándose hacia el
desdoblamiento de una tercera persona distanciada, objetiva, novelesca. El
referente de estos dos enfoques es Abel Rosso, el protagonista, cuyo camino
inciático será seguido por el lector a través de diálogos y situaciones de
tonalidades tan chispeantes como inquietantes.
Este insólito recorrido -que se desarrolla entre el
norte y el sur, París y Saint-Tropez- terminará liberándolo, tras múltiples peripecias, de la
imprudencia, el narcisismo y la sensualidad egoísta de la adolescencia, hasta
hacerlo acceder a la adultez. El laberinto parisino, vivido en venenosas piezas
de hotel que encabezan las series de capítulos, y sus paredes indiscretas
detrás de las que se acumulan miles de « vidas breves », a veces
insidiosamente golpeadas por la muerte, no quedará, sin embargo, desprovisto de
una salida. El infierno no terminará siendo fatal en Viaje al fin del miedo,
y el mundo no será solamente corrupción.
Este nuevo texto representa, indiscutiblemente, el
fruto de una exigencia personal de autenticidad, desplegada tanto en un
encarnizado combate interior del narrador como en la resolución de una
investigación de corte policíaco. La aventura parisina combina el compromiso
literario, existencial y espiritual. Y es en esta constante atmósfera de
desafío, al mismo tiempo grave y divertida, de caída y de resurrección, donde se desplegará un texto iluminado por la inefable gracia gótica de una
infanta : Bénédicte. Más que cualquier otro personaje, ella simboliza el
desamparo y la grandeza del ser humano, la inocencia y la vulnerabilidad de su
pureza al borde del abismo. « Creer o reventar ». Croire ou crever….
Este aforismo radical, título de la novela comenzada en 1979, no desaparece del
texto actual. Por el contrario, su mención intercalada en intervalos regulares logra que recordemos el
verdadero reto, épico y amoroso, de esta ambiciosa novela autobiográfica. Abel
Rosso, héroe kierkegaardiano, sortea la dispersión de las individualidades
desgraciadas y accede al salto ético de la completud espiritual que espera
inconscientemente de él su adorada Bénédicte.
Poitiers, febrero de 2020
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