lunes

1809: ARTIGAS y la barbarie ilustrada y el alma cimarrona (2) - Hugo Giovanetti Viola


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Isabelino Pena acompañó a Fray Guillermo a enterrar el montón de huesitos y tripas en el fondo del convento. Entonces aparece una garza rosada a observarnos desde una lápida inscripta en 1750 y murmuro con el pescuezo perlado de sangre:

-Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño. Este es el mundo, amigo, agonía, agonía.

El hombre-muchacho flaco y alto se persignó y pareció dedicarle una sonrisa maloliente a la garza:

-Acá lo único que dura es el viento. Y no es poco.

No me doy cuenta si nota mi alergia-estigma o la considera un sangrado normal, y mientras repechamos la pudrición de los cráteres de la calle comento:

-Me parece que Lanzarote os contrabandeó un libro sobre Spinoza.

Fray Guillermo se encapuchó el revoltijo de la melena y se aplastó dos lágrimas muy luminosas que le produjo la sudestada cuando doblaron en la calle del Fuerte:

-¿Conocéis La conversación consigo mismo del marqués Louis-Antoine Caraccioli? Hay una tradición española muy aceptable, de 1786.

-No conozco a ese autor.

-Es un filósofo cristiano que escribió cerca de setenta títulos inspirados por Malebranche. Pertenece a la corriente del ontologismo, que se burla de las ridiculeces de Aristóteles y la escolástica. Pero además entre la materialización total de Spinoza y la espiritualización total de Berkeley se queda con Pascal, quien “lleva el medio entre estos dos filósofos extravagantes”. Lanzarote es porfiado.

-Que lo diga el yaguareté con nombre de marrano.

-¿Sabe quién es un admirador de La conversación consigo mismo? Pepe Artigas. Un día lo ojeamos en el convento y me dijo que se podría pasar la vida leyendo eso. ¿Oyó hablar de Pepe Artigas?

-Cómo no.

-Perdón: no os comenté que estamos por llegar a la casa donde viven su esposa Rafaela y su suegra.

El detective se alborotó como un chiquilín:

-¿Y Artigas no os comunicó cuándo viene a Montevideo?

-Eso nunca se sabe. Os advierto que su esposa perdió completamente la razón después que falleció la tercera hija. La segunda había fallecido el año pasado. Y la prometida de Lanzarote viene todos los días a tocar la guitarra para aliviarla.

-Celeste.

-Celeste Cid. Y viene con un prodigioso niño de seis años condenado a morir del corazón en cualquier momento.

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La madrugada del 21 de marzo de 1802 Marimoña cruzó el patio como si hubiera visto al Lobisón del Hueco y volvió con la marquesa al altillo donde Araceli acababa de parirte y te hicieron aullar a fuerza de encandilarte la lucidez azul y cuando la mandinguita de trece años reconoció que eras hijo del Rubio tu abuela la hizo azotar arrodillada en el catre que se inundó con la espesura lunar que le lloraron las tetas de jirafa: Y pensar que Bustamante les pidió hace años a los porteños de mierda que nos fijen un rollo para descuerarlos en la plaza chillaba la marquesa en la tienda donde compró los faldones de cambray con encajes y las gorras de raso de tu ajuar y al otro domingo consiguió que Sor Francisca le permitiera hacerse besar los pies por la putísima negra coronada de espinas en la casa de Ejercicios Espirituales: Marimoña contaba que la señora la hizo llevarte a verlas ya vestido de parvulillo de fijosdalgo para que no te olvidaras jamás de lo que cuesta el pecado y que la primera vez que te reíste fue frente al Señor de la Paciencia que en 1824 enamorara al papa Pío Nono cuando todavía era el canónigo Mastai Ferreti: tu padre te conoció recién en abril y Araceli no quería ni mirarlo y la marquesa cacareaba por todos lados que su nieto no chupó una sola gota de leche sediciosa y en el bautismo el Rubio estaba triste y terminó emborrachándose con los amigos cajetillas y confesando que cuando compró a la madre de Josef en un remate del Miguelete se sintió más esclavo que ella y que la muchacha con satinación de alambre se le metió esa misma noche en el cuarto y al despedirse después del cañonazo le besó los pies y dijo Adiós mi dios: los negros tenían prohibidas desde 1800 las juntas en casas propias donde elegían sus reyes y recaudaban fondos para rescates y compra de armas pero ni la Ley quince título segundo del Libro Séptimo de Indias ni la machaconería viciosa de las humillaciones les prohibieron soñar un Kilombo de Monte Grande entreverado con el gauchaje matrero y contrabandista y sellado por el libreto vitriólico de la Asamblea Nacional de Francia que manejaban las tripulaciones de los barcos napoleónicos y los agitadores haitianos que venían en bodega: en mayo de 1803 Araceli Gascón se juntó con los libertos y los esclavos que abandonaron fantasmalmente Montevideo y fundaron una república democrática en una isla del Yí y a los dos meses fueron apresados y perdonados por el Cabildo aunque cuando en 1805 se les concedió el reintegro a los amos reclamantes tu madre tuvo que volver a gatear en la Casa de los Ejercicios y al otro día amaneció ahogada en un vómito negro.

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Isabelino Pena escuchó sonar la estrellera y recitó señalando la casita de piedra en bruto y tejado-yuyal:

-El aire es de terciopelo. / por el camino violeta / cual a través de una grieta / se ve cómo piensa el cielo.

Entonces me sacude la certeza indescifrable de que el niño prodigio tiene la misma enfermedad que mató a Julio Herrera y Reissig y pienso con las muñecas a punto de sangrar:

-Así es la vida, tal como es la vida.

Los atendió una sirvienta negra con Josef María Artigas dormido en los brazos y Fray Guillermo esperó a que terminara la pavana de Sanz para pasar a la sala enladrillada. El cura le entrega la carta a Ña Pancha y me presenta, arrimándome la única silla libre y sentándose en un pedazo de ñandubay.

-El Alma Cimarrona fue concebida sin pecado -murmuró en un rincón Rafaela Rosalía Villagrán de Artigas. -Los lobisones no tienen esqueletos de loba ni alas de águila, y ella mató a muchos ingleses en el Camino de las Pelambres.

Ahora se oye nada más que la ventolina, y el botija de motas pelirrojas que ya debe sobrepasar mi metrito cincuenta me alcanza un mate y su reverberación azul lunar me acorrala igual que si dijera:

-¿Y vuecencia todavía no terminó de enamorarse de la muerte?

-Pepe manda expresiones para todos -plegó la carta doña Francisca. -Y deberá cumplir una misión en Maldonado antes de visitarnos.

La muchacha muy maquillada y con crenchas asombrosamente desprolijas le pasa la guitarra a Josef de la Iglesia y sonríe:

-¿Se anima con Milán?

-El vals de Francisca Eulalia -pidió cruzando y hundiendo las mangas-bolsones de su vestido negro Rafaela. -La pobre Petronila debe tener un frío del chápiro, mamá.

Yo me erizo acordándome de las hijas perdidas en los últimos dos años, pero enseguida me distrae un manar de adoraciones más encandilantes que la triple constelación nacarada: el cura va de vuelo frente a la hermosura insondable de Celeste y ella frente a los papeles que rayó José Gervasio Artigas.

-Allá va cielo y más cielo -arpegió un valseado Josef, aunque lo interrumpió una especie de grito-eructo de la mujer autoenchalecada:

-El Alma Cimarrona va a matar a los herejes -termina por articular Rafaela mientras el hijo la llama berreando desde el fondo y entiendo en llaga propia lo de la península de la desesperación.

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Dos días después que los ingleses invadieron Maldonado salían de misa con tu abuela y vieron a un tuerto empelucado y con tricornio y levita de currutaco bajarse de un carruaje de posta a las zancadas y acariciar a los matungos y gritarle al cochero que la tortura con la manopla y las bachillerías procaces estaban prohibidas por Ordenanza Real desde 1743 y que la bestialidad humana era el verdadero Apocalipsis: Chusco de capirote cloqueó la marquesa hasta que Celeste Cid le aceptó una mano al portugo para hacer equilibrio sobre el pescante y el sol ya horizontal le incrustó la zaraza de luto y el carmín tuegente y el pelo tijereteado a lo Juana de Arco en una especie de vitral-espejismo: Carajo suspiró tu abuela Con esta yegüita madrina viuda planchamos todas juntas y pensar que Lanzarote perdió el ojo por impresionarla en una toraida cuando ella tenía cuatro años y ahora vaya a saber quién pialó a quién aunque el de riñón cubierto es el servilón de los herejes como decía tu abuelo: al otro día un vecino cabildante llegó con la noticia de que los ingleses estaban sitiados en Maldonado por un ejército de gauchos donde se alistó Ángel de la Iglesia con gente de la estancia y que el saqueo y las inhumanidades de la noche de la invasión habían sido horrorosas y se ultrajó al mujerío de cualquier edad y se robaron hasta imágenes santas y el presbítero Alberti terminó preso por mantener correspondencia reservada con los jefes españoles del campamento militar de Pan de Azúcar: el padre de Celeste asesoró a la Compañía Marítima desde 1797 junto con Lanzarote y murió durante una epidemia de viruela que también se llevó a su esposa y la chiquilina fue criada por sus tíos los pulperos de la Plaza del Recreo donde se reunían a guitarrear con la hija del maestro Petriella y tu padre y un zambo mudo que olía a charrúa y era conocido como el Amarillo: Celeste se casó con un blandengue que murió peleando parapetado en la catedral a medio terminar durante la invasión y la muchacha de catorce años fue cobijada por Lanzarote y amaneció viuda y con la tía pulpera babeando catatónica frente a la Torre del Vigía y el Marco de los Reyes: la marquesa averiguó que el portugo le había pedido inmediatamente la mano de la sobrina al pulpero y que ahora estaban viviendo en piezas separadas en la posada de Asturias pero que el diablo tuerto ya había comprado un caserón en la calle de San Juan y una soberbia chácara en el Miguelete: Y no creo que la despose antes que se alivie del luto así que la yegüita madrina terminará de barragana que es para lo que nació le cascabeleaba el alhajerío a tu abuela espoleada por el oporto aunque vos te imaginabas a la muchacha de pelo pinchudo y labios como flores de ceibo y nariz y pechos de suavísima declinación tocando la guitarra en una tertulia y te sentías una pandorga rebrillando entre los reflejos acuarelados de las fragatas: hasta que un domingo ella se te acercó a contrapelo en la romería del Paseo del Recinto y te dijo que su padre siempre le hablaba de la estrellera elegida por Sors y que le encantaría conocerla pero la marquesa te arrastró del brazo sin saludarla y mientras te compraba una horchata y un rosquete murmuró Vos sos mío.

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