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El Descubrimiento de sí mismo (1)
El veintidós de febrero
de 1917, en la casa Dalmau (26) de Barcelona, Torres García dicta una conferencia
que es un manifiesto y registro del salto que está dando su práctica y su prédica
artística. El pintor vive un momento de ruptura y de transición en su
concepción del arte -y del arte que practica y también de su vínculo con el
medio social y político de su patria adoptiva. Ha dejado de ser el principal
protagonista del Noucentisme, cuyos vínculos con lo político lo habían
catapultado a realizar la más significativa y ambiciosa de las obras en el
ámbito oficial; la decoración del Salón San Jorge del palacio de la Diputación
de Barcelona; ha abandonado la práctica de una tranquila pintura que buscaba
una religación con la tradición mediterránea para realizar una pintura nacida
únicamente de la experiencia visual de aquello que lo rodea. Ahora Torres
García expresa que Tendríamos que ser enemigos de toda tradición. Nada del
pasado debe continuarse. ¿Para qué resucitar lo que tuvo razón de ser en su
tiempo? En épocas pasadas no hay que buscar ningún camino. Cuantos más y diversos
caminos haya, mejor. Se dirá que sin tomar pie en el pasado el hombre siempre
estaría comenzando. Sería esto cierto si en la actual no halláramos ya todo lo
que constituye la civilización. Y aun en cada uno de nosotros. …hay que vivir
sólo en el presente, siendo en todo momento, fiel a sí mismo.
Torres García deja de
hacer entonces una pintura guiada por ideas, y comienza a pintar directamente
desde la percepción visual inmediata. Y deja de buscar referencias en el
pasado, para vivir intensamente en el presente subjetivo personal. El mayor
cambio de su nueva prédica, que resultó desconcertante para los discípulos que
tenía y con los que había formado la Nueva escuela de decoración, está
en que abandona la idea de religación con una tradición y propone al artista
como punto de partida de la obra. Años más tarde dirá que la conferencia de la
Casa Dalmau fue un canto al romanticismo, a la libertad y a la vida, a la
personalidad y al dinamismo moderno. Romántica, en el sentido que Torres
García le asigna al término: un arte basado en el yo y lo subjetivo, en lo
particular, en oposición a un arte clásico, que busca establecer una
relación con un orden mayor. Sin embargo, no renuncia a la búsqueda de la universalidad.
En su nueva prédica, es ahondando en la percepción de la realidad presente, y
con la sensibilidad del artista como expresión de su personalidad, que es
posible acceder a lo universal: Si el artista debe mucho al medio, mal artista.
Si lo es de veras, en él, y en la naturaleza, y las cosas, buscará lo eterno.
Lo que no quiere decir que no tome las cosas de su tiempo, y tal como son. Al
contrario; como amigo que es de la verdad, parte siempre de lo real.
A lo largo de 1916 (27),
ya se había puesto a realizar una pintura simple, nacida de la percepción. Todo
le parecía interesante para pintar: el fragmento de un objeto, un trozo de
tierra y un cielo, el ángulo de una puerta, la fachada de una casa. De los
objetos cotidianos y ambientes interiores que pintó en ese año -como si los
motivos de su pintura fuesen una expresión de recogimiento e intimidad- pasó en
el siguiente a las locomotoras, los barcos, el puerto, las calles, tiendas y
fábricas; aparece entonces la ciudad, que descubre con nuevos ojos.
Nuestra ciudad con su
luna y su sol. / Con sus árboles, con sus avenidas, con sus monumentos. / Con
su puerto… / Acabamos de descubrirla. ¡Qué bella es! (28)”.
La ciudad, en efecto, se
transformará en los años sucesivos en “la maestra del pintor”, al decir de Juan
Fló (29) y se puede afirmar que este vínculo con la ciudad será una de sus
marcas distintivas en el espectro del arte moderno. La fuerte presencia de la
ciudad en el arte de JTG ha sido vinculada, en particular por Gradowczyk, con
la aparición de la grilla como matriz estructurante del espacio pictórico.
Efectivamente, el uso de la grilla ortogonal como matriz ordenadora está
presente en la obra de Torres García al menos desde 1916, y aparece en forma totalmente
explícita en algunos dibujos a tinta del año 17 donde el espacio es fragmentado
por una retícula en la que se insertan fragmentos de paisaje urbano. Hay pocos
ejemplares de dibujo de ese tipo, pero el hecho de que existan seis bocetos
diferentes para la cubierta del emblemático libro “El descubrimiento de sí
mismo”, publicado en el mismo año y que contiene la conferencia de Can Dalmau,
muestra la importancia que tuvo para Torres García esa modalidad plástica, así
como el vínculo directo que existe entre ella y su “crisis del año 17”. Esos
dibujos permitieron refutar la posición de algunos -tal vez demasiado afiliados
a una historiografía del arte standard y lineal- que proponían que el Arte
Constructivo de Torres García, con su estructura ortogonal era deudos en forma
directa y exclusiva del Neoplasticismo de Mondrian.
Notas
(26) La Galería Dalmau (o
cau Dalmau) fue un importante centro de exposiciones de vanguardia de
Barcelona.
(27) En Fló, 2010 hay un
detallado análisis de las pinturas de Torres García del año 16 y del proceso
que se opera entre 1916 y 1922.
(28) JTG, 1917.
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