1.
De la Intuición a la Idea (4)
Si bien está claro que
para Torres García el verdadero valor de la obra de arte se halla en lo que el
artista plástico haya creado con sus medios específicos -forma, color, línea,
proporción-, tanto el mundo de las cosas como el mundo del espíritu siempre
están presentes de alguna forma en su obra. En el período mediterráneo tanto
las cosas del mundo real -personajes y paisajes- como las del espiritual -tipos
humanos- se hallan idealizadas. Entre las obras del período mediterráneo
se destaca el lienzo La Filosofía presentada por Palas en el Parnaso como décima
Musa tanto por su tamaño (3.85 por 1.24 m) como por la definición sobre el
arte que encierra. En 1911 se realizó al VI Exposición Internacional de Arte de
Barcelona. Torres García presentó entonces esta importantísima obra, que fue
adquirida por el entonces recientemente creado Instituto de Estudios Catalanes,
y aun hoy preside su sala de juntas. Si bien algunos críticos le hicieron las
mismas observaciones que luego generarían la polémica en torno a los murales
del Salón San Jorge, la acogida favorable que tuvo esta obra -que posiblemente
Torres hubiera deseado que fuera mural y no un óleo- le resultaría
consagratoria y Torres García comenzó a ser considerado como uno de los
principales pintores “noucentistas”, lo que hoy es visto como un grave
malentendido que pocos años después generará no pocos problemas al artista.
La versión de la Filosofía
Xª Musa de 1913 incluye en su hechura elementos que remiten a la vocación
muralista del arte mediterráneo. Si bien es de pequeño formato, se trata de una
pintura realmente realizada al fresco, lo que la destaca entre los ejemplares
de obras del período que se encuentran disponibles. En su pintura, la parte
superior y la inferior está ocupada por algo así como un trozo de muro, también
pintado de forma que la obra parece un fragmento extraído de un muro y no un
simple cuadro. Se trata de una obra singular, no solamente por el papel
histórico que representa en la trayectoria de Torres García, sino también
porque tiene un sentido alegórico mucho más marcado que el resto de sus
composiciones. En ella (23), la diosa Palas Atenea -diosa guerrera pero también
de la sabiduría- presenta a las musas del Parnaso a quien será su décima
hermana: la Filosofía, es decir, la razón. De esta forma, Torres García propone
como definición del arte la integración de lo intuitivo (o de la inspiración)
representado por las nueve musas, con un componente racional.
La integración de estos
dos polos de las facultades humanas es una de las constantes en la elaboración
de Torres García. En una de las conferencias que dio en el grupo Cercle et
Carre en París en 1930, Torres García hace referencia a esos dos planos, y en
el contexto de un grupo que tenía integrantes que tendían hacia una abstracción
pura apoyada únicamente en el aspecto racional con la que Torres García
discrepaba, proponiendo una visión más amplia e integradora. “No todos los
hombres que se dedican a actividades como las nuestras tienen una misma composición.
Ahora bien, según esta diversidad de composiciones el conjunto de su ser
determina una obra correspondiente. Un determinado desarrollo intelectual o
emocional, puede determinar una actividad diferente. (…) Ahora bien, si el plástico,
apoyándose sobre las ideas puras puede construir, el artista también apoyándose
sobre sus intuiciones. Que la base de la construcción sea la emoción o el
razonamiento, esto no nos importa. Debemos repetir aquí que nuestro único compromiso
es la construcción (24)”.
En Filosofía Décima Musa Torres
García tiene la necesidad de introducir a la Razón en el Parnaso donde moran
las Musas y así complementar la inspiración con la voluntad de ordenar.
Diecinueve años más tarde, en el seno de un grupo donde había quienes
construían sus obras en base a ecuaciones matemáticas , y que desligado su arte
de toda emoción se llaman a sí mismos plásticos en lugar de artistas,
Torres García realiza la operación opuesta al reivindicar para el artista la
posibilidad de realizar un orden plástico -una construcción- por medio de la
intuición como acceso directo al mismo mundo de esencias y de orden que
los plásticos reclaman haber conquistado con el solo uso de la razón.
Luego de la adquisición de
Filosofía y Musa por el Instituto de Estudios Catalanes en 1911, Eugenio
d’Ors, director de este centro, había impulsado a Torres García como una de las
figuras claves del Noucentisme. Poco después, d’Ors, que había adoptado la idea
de un arte de raíces mediterráneo como alternativa para un arte catalán con
raíces propias, lo presentó al Presidente de la Diputación de Barcelona, Enric
Prat de la Riba (25) y se acordó que sería Torres García el encargado de realizar
la decoración mural del antiguo Palacio de la Generalitat de Cataluña, que se
estaba restaurando para albergar la Diputación Provincial. Fue el descubrirse
el primer mural cuando se desató la tormenta, y Eugenio d’Ors negó su apoyo a
Torres por considerar que en el mural “no veía realizadas sus ideas”, cosa que
a Torres le resultó absolutamente inadmisible y llevó a un agrio rompimiento
entre ellos. Luego de esta crisis Torres seguirá en el proyecto y logrará
completar cuatro murales, hasta que a mediados de 1917 Prat de la Riba fallece
y su sucesor le cancela el trabajo.
No fue sin embargo esto
lo que determinó la importante transformación que se operaba en ese año sobre
el arte de Torres García, que había comenzado al menos el año anterior. En su
autobiografía, Torres García expresa que fue con la crisis del primer mural que
su fe en esa acción colectiva en la que había puesto sus mejores esperanzas se
había transformado en una amarga decepción, y que esta lo lleva a volverse
sobre sí mismo para desembocar en la renovación del año 17, que también ha sido
caracterizada como el ingreso de Torres García a la Modernidad.
Notas
(23) Sureda Pons, 1998.
P. 91.
(24) JTG, 1930.
(25) Prat de la Riba,
político nacionalista catalán, fue el primer presidente de la Mancomunitat de
las provincias catalanas.
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