martes

1809: ARTIGAS y la barbarie ilustrada y el alma cimarrona - Hugo Giovanetti Viola


(LO QUE EL MATERIALISMO NEURÓTICO QUISO ESCONDERNOS SOBRE NUESTRA GRANDEZA)

1ª edición: Caracol al Galope / Montevideo / 2006
1ª edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020

PRIMERA ENTREGA


CONTRAPORTADA

¿Quién era José Gervasio Artigas antes de transformarse en el Hombre Nuevo que sigue vertebrando la grandeza celeste de esta comunidad que hoy se llama Uruguay?

¿Aprendimos a llamarle barbarie filosófica a la ilustración-guillotina de Robespierre and Company, que terminaron inventando un templo de papier maché donde fueron finalmente adorados los dioses Napoleón, Hitler y Stalin?

¿Cuántos cristianos merecen ser llamados cristianos redentores y cuántos masones merecen ser llamados constructores del empedrado cósmico?

¿Cuántos materialistas sanamente dialécticos no se dejan arrastrar por el utopismo neurótico y despótico que ha caracterizado siempre a los imperios?

¿Qué alquimia construyó el mito lleno de belleza histórica que llamamos el alma cimarrona?

¿Reconocemos que la Bestia autodestructiva que usa la camiseta 666 se relame tanto cuando hay esclavitud y explotación como cuando hay canibalismo espiritual y miseria de amor, ya sea en 1809 como en 2020?

En esta nueva aventura el detective Isabelino Pena viaja hasta el Montevideo colonial para seguir clavándole el cascabel al diablo.

El Criador no formó los espíritus sino con el designio de conocerle y amarle, quiere que se asocien con él, que le hablen, que le pregunten, y si alguna vez no responde, es en castigo demasiado a las criaturas (…) Es superior sin duda alguna, la conversación con nosotros mismos, a cualquier otra conversación, y su preeminencia determinó a tantos hombres venerables a desterrarse de la común sociedad, y a no conocer otra que la que formaban en su interior.

Louis-Antoine Caraccioli / La conversación consigo mismo

He sufrido al no aceptar los consuelos de otros hombres: Dios y la “inmortalidad”. Pero como Jerjes, que estaba enamorado de un plátano, así me aferré al arca de un futuro “utópico” y de este modo traté de revocar a Dios y a la inmortalidad del petrificado bosque del pensamiento moderno. Se puso de moda admirarme por mi negación de Dios, pero mi optimismo de Zaratustra es simplemente Jehová disfrazado. Ladrón de Dios, deshice los vínculos de mi ateísmo y me opuse a que Él se fuera. Quise una bendición de Él que ciertamente está muerto. Pero ¿está muerto Dios? ¿Qué sucederá si me encuentro cara a cara con Él -Nietzsche-Anticristo-, yo que construí mi vida en la roca de la incredulidad? Quizá verteré mi sangre por primera vez, como lo hizo Lou, cuando me confesó que a los quince años era todavía virgen y tembló en presencia de un hombre.

Friedrich Nietzsche / Mi hermana y yo

Yo vide un águila mora / volando sobre un chilcal, / y era el alma cimarrona / campiando la libertá!

Osiris Rodríguez Castillos / Cielo de los tupamaros


CRONOLOGÍA

1796

El ya casi sexagenario escritor y agente secreto inglés y asesor de la Compañía Marítima de Maldonado y anarquista infiltrado en la francmasonería José de Lanzarote pierde un ojo por bajar al ruedo en una corrida de toros montevideana y cantarle un aria de La flauta mágica a un novillo ensangrentado para impresionar a Celeste Cid, que tenía cuatro años y lo premió tirándole las cuchillitas de plata de las medias.

1797

José Gervasio Artigas abandona su casi salvaje vida rural para ingresar a los 34 años al recién formado Cuerpo de Blandengues y recibe el encargo de buscar hombres y constituir un regimiento destinado a contener los avances portugueses y reprimir la barbarie que devastaba la campaña oriental. Celeste Cid ya vivía con sus padres en Maldonado y el 10 de marzo, cuando tenía cinco años, se enamoró para siempre del futuro Jefe de los Orientales al verlo por primera vez en la plaza.

1802

Nace Josef de la Iglesia Gascón, hijo del fijosdalgo y hacendado Ángel de la Iglesia Sors y su esclava mandinga Araceli Gascón, que fue obligada por su suegra, Maruja Sors de de la Iglesia (alias la marquesa), a ponerse una corona de espinas y pedirle perdón besándole los pies en la Casa de Ejercicios Espirituales.

1803

Una banda de esclavos y libertos armados donde figuraba Araceli Gascón se escapan fantasmalmente de Montevideo hacia el soñado Kilombo de Monte Grande y fundan una república democrática cimarrona en una isla del Yí que llega a funcionar dos meses, hasta que son apresados y encarcelados por el Cabildo de Montevideo. Dos años después, al ser restituidos a los dueños reclamantes, Araceli Gascón vuelve a pedir perdón en la Casa de Ejercicios y muere envenenada esa misma madrugada.

1804

Josef de la Iglesia Gascón viaja por primera vez a la estancia de Pan de Azúcar, donde comparte un baño de estrellas con José Gervasio Artigas, a quien su padre llamaba desde las mocedades Pepe Cordeón.

1805

José de Lanzarote y José Gervasio Artigas se conocen personalmente y están a punto de retarse a duelo en una tertulia montevideana organizada por Ángel de la Iglesia donde Josef de la Iglesia Gascón toca por primera vez la guitarra en público a los 3 años junto con el sacerdote franciscano Guillermo de Jesús.

1806

El 21 de marzo Josef de la Iglesia Gascón recibe de regalo de cumpleaños una guitarra nacarada (la estrellera) elegida en España y enviada por su tío segundo, Fernando Sors. José Gervasio Artigas se había casado a fines del año anterior con Rafaela Rosalía Villagrán, con quien tuvo tres hijos: Josef María, Francisca Eulalia y Petronila. Rafaela enloquecerá en muy poco tiempo, a partir de la pérdida de las dos niñas. Los ingleses invaden Buenos Aires, que será reconquistada rápidamente por un ejército montevideano, y el 29 de octubre toman Maldonado y Celeste Cid queda viuda esa misma noche de su esposo blandengue aunque no sufre ultraje personal durante el saqueo porque acepta la protección de José de Lanzarote, que al otro día pide su mano y la trae a Montevideo, donde convivirán hasta 1809 sin llegar a casarse,

1807

El 3 de febrero los ingleses toman Montevideo y Ángel de la Iglesia muere peleando en la brecha junto a los miñones catalanes. Esa madrugada Josef de la Iglesia Gascón sufre su primer ataque de taquicardia paroxística. En la fiesta de San Juan se realiza una procesión masónica donde desfila la recién fundada Logia Buonarroti, que integran José de Lanzarote, el doctor irlandés Red Killer Label y los marinos escoceses Johnnie y Charlie McGill o los Twins. La logia ya había inaugurado la Chácara del Nuevo Mundo en el Miguelete, donde se liberaba y atendía a esclavos comprados en los remates.

1808

El 21 de setiembre, la noche de la constitución de la primera Junta Gubernativa de cuño suarista en Montevideo, Josef de la Iglesia Gascón sufre su segundo ataque cardíaco.

1809

La madrugada del 7 de enero Josef de la Iglesia Gascón sufre su tercer y penúltimo ataque y Maruja Sors de la Iglesia (alias la marquesa) se suicida. Isabelino Pena, detective y escritor de sus propias aventuras, vuelve de 2005 a comprobar la veracidad de una leyenda escuchada en Maldonado y localiza a José de Lanzarote en Buenos Aires y logra ser contratado como su secretario.


1

Isabelino Pena subió a la cubierta de la goleta de la carrera cuando el sol ya emergía entre barras rojas y encontró a don José de Lanzarote contemplando el perfil-guadaña de Montevideo.

-Bienvenido a la península de la desesperación -estornuda una narigada que huele más a rhum que a rapé.

El viejito casi enano sonrió doradamente hacia la catedral recién terminada que coronaba el socavón portuario y se frotó las manos antes de persignarse:

-Es como ver Belén.

Lanzarote me lleva dos cabezas y parece arponearme más con el parche de pirata que con el monóculo:

-¿No será como ver un túmulo erigido al oscurantismo en pleno siglo de las luces?

-¿Sabe que a partir de este momento yo debería empezar a llamarme Isabelino de la Felicidad? -contrapreguntó el detective de 71 años. -Porque después de muchas vidas estoy desembarcando en mi patria más suave.

Ahora el portugo estornuda con flemas y termina horizontalizando el bastón hacia el gavioterío del barranco.

-Os diría que si hay santos en esta banda deberíamos buscarlos entre aquellos esclavos obligados a salarse aunque el mar los gangrene.


Entonces el detective sondeó la hormigueante desembocadura del Miguelete donde bañaban a los negros durante la cuarentena y apoyó las muñecas perladas de sangre en la borda.

-¿Son marcas de grilletes? -se asusta don José.

-No. Haced de cuenta que me guillotinaron las alitas por defender a Nuestra Señora la Celeste y que no hay Bálsamo de Fierabrás que cicatrice todo. Es un reflujo emocional. Enseguida se seca.

-Mi prometida se llama Celeste -se le llenó de sol el sombrero muy ancho a Lanzarote. -Y perdí un ojo por brindarle una suerte en la última corrida que se dio en 1796 para acudirle recursos a la obra de la Matriz. Pan y toros, sin mezquinar morlacos. Y olé a la Santa Madre.

-No os hacía hombre de estoque.

-Ni huevos quimbos, maestre. Pero aquella fiesta de la cristiandad me repugnaba tanto que de golpe salté a la arena para cantarle un aria de La flauta mágica a un novillo demasiado ensangrentado y se la dediqué a la hija de un asesor de la Compañía Marítima. La infanta era Celeste y en ese momento tenía cuatro años. Y la maravilló tanto el aria que me tiró las cuchillitas de plata de las medias y me olvidé del peligro de los pitones. Así que repelús. Pero le aseguró que nadie quedó tuerto por algo tan hermoso. ¿Y a usted quién le taladró las muñecas?

El detective cruzó los brazos abajo del capote y espejó la fosforecencia del Cerro y la bahía:

-Los que no tienen fe. Pero las alas vuelven a crecerme.


2

Te llamabas Josef de la Iglesia Gascón y la madrugada del 3 de febrero de 1807 te acostaste con la guitarra estrellada al lado y pensaste en el Señor de la Paciencia de la Casa de Ejercicios sin rezar ni llorar: lo único que se oía eran los tiros y los gallos y las corridas de Tiburcio que bajaba de la azotea secreteando en congoñol y cuando el mosquitero se puso lila reventaron las campanas y adivinaste fulminantemente que tu padre había muerto peleando en la barricada de la brecha y el corazón se te volvió un tamboril de San Baltasar y te escapaste sin que te viera tu abuela: la marquesa seguía hincada frente al escudo catalán y ya había abierto otra botella de oporto y usaba la mantilla como una servilleta embarrada de carmín y cruzaste el establo sintiendo el camisón hinchado por una especie de sapo-picaflor y al llegar a la plaza reconociste a los húsares de Mordeille que defendían la catedral y seguiste corriendo hasta lo de Celeste y te caíste en el escalón sin soltar la guitarra: entonces apareció el oficial de frac rojo y botas charoladas y golpeó una contraseña respondida inmediatamente desde adentro y cuando te descubrió volvió a hacer retumbar la puerta hasta que Lanzarote se asomó y te cargó entre la humareda del alba donde los cabildantes que habían seguido reunidos alrededor de la mesa capitular ya eran desalojados con respeto gracias al morse francmasónico que atinó  a usar el piloto Francisco Juanicó: eras un pardo de casi cuatro años y ojos abismalmente azules hijo del hacendado Ángel de la Iglesia y la esclava mandinga Araceli Gascón que vivió en la República Cimarrona del Yí y terminó siendo perdonada por la marquesa aunque Tiburcio siempre juró que la envenenaron: Lanzarote te pasó a los brazos de Celeste que te esperaba en al patio junto con Aurora Bendita y agarró la guitarra reverberante que le alcanzó el inglés y lo acompañó a la calle mientras la negra no se animaba ni a pestañear frente al terremoto de tu tetilla y de golpe murmuró Tila y se hizo la señal de la cruz sobre un bostezo para espantar al Maligno: pero la muchacha de quince años no esperó que volviera de la cocina y te encerró en su cuarto y te acostó y puso a funcionar la cajita de música que usaba para practicar el vuelo en la cuerda floja: afuera todavía se peleaba casa por casa aunque los ingleses ocuparon la catedral y el Fuerte y prendieron a Ruiz Huidobro que nunca recibió los refuerzos de Liniers que llegó a pie a Santa Lucía sin que aparecieran las caballadas prometidas por Sobremonte: entonces la muchacha te dio el agua de Colonia y te ordenó por señas que te frotaras el pecho con ojos como cavernas y se arrodilló frente al triple temblor del candelabro y señaló el gran espejo oval y te pidió que no la miraras y se desnudó completamente y volvió a darle cuerda al minué de Rameau: afuera se entreveraban ladridos y relinchos y explosiones de botellas y alaridos eructados por la soldadesca y chillidos de chavalas pero te empapaste con la colonia y cuando ella alzó los brazos para danzar igual que si flotara y viste constelarse la plata de los sobacos con la triangulación de los pezones rugosos como higos y el sexo casi azul el corazón se te amansó.

3

Isabelino Pena vio un yaguareté en el muelle y pisó una medusa sin darse cuenta y Lanzarote tuvo que agarrarlo para que no se rompiera la cabeza contra el otro escalón.

-Calma, maestre. Es mi gato -acaricia la bestia que me tajea con mirada de vitral del sótano del mundo. -Se llama Baruch y lo domestique recitándole a Dante.

La guardia personal del portugo lo esperaba a la salida de la aduana. Hay tres negros a caballo y otros en la carretilla donde se cargan los arcones: usan una especie de uniforme gauchesco militar y son todos mandingas.

-¿Recordábais el olor de este infierno al que llamáis vuestra patria más suave? -tuvo que encorvarse Lanzarote para darle el brazo al viejito mientras caminaban con el yaguareté hacia la calle de San Francisco.

-Mis padres me llevaron a Maldonado cuando tenía tres meses -improviso esquivando los charcos donde se apelmazan la bosta y el triperío que revolean los pescaderos. -Pero el tesoro que respiro acá es lo que busco hace muchísimas vidas. Y os ruego que no insistáis en desnudar mi pasado. El corazón vuelve a ensuciarse con más facilidad que un vidrio. San Juan de la Cruz dixit.

-Pues acá el vidrio acá el vidrio se lo debemos al invasor inglés. Así como la imprenta y otras yerbas de iniciación revolucionaria. Aquella es la iglesia de los franciscanos. Le perteneció a los jesuitas hasta que Roma decidió guillotinarlos con un odio más horrible que el de Robespierre. Ahora vais a conocer a mi prometida. A Celeste le place consolar damas locas.

Pero apenas empezaron a bordear el Barracón de la Marina distinguieron un fraile que repartía palazos entre un remolino de perros y de ratas y el portugo chasqueó los dedos ordenando:

-Baruch.

Y el yaguareté arranca sideralmente hasta la esquina y demora segundos en descabezar y espantar al bicherío encarnizado con las tripas de un envoltorio púrpura.

-Salía para llevarle a doña Pancha una carta de Pepe y encontré un recién nacido -soltó la macana el hombre-muchacho de sotana rotosa para besarle una manito intacta a la criatura abandonada frente al covento.

-Bienaventurados los que no llegan a soñar al Señor que no existe -acarició al yaguareté Lanzarote. -Yo pensaba comunicarle a Celeste que me voy al remate de esclavos que hay en la Aguada. Os presento a Guillermo de Jesús. Isabelino Pena, mi nuevo secretario.

El fraile de melena y ojos muy amielados saludó al detective vulnerablemente y el portugo agregó:

-Os ruego que vayáis en mi lugar lo de doña Pancha. Y yo camino un rato tratando de masticar el polvo de este mundo.


4

El 21 de marzo de 1806 cumpliste cuatro años y sabías que era difícil que tu padre volviera de la estancia antes de abril y cuando tu abuela empezó a roncar te escapaste de la cama donde después del toque de Ánimas te obligaba a ponerla cachonda y los mosquitos te acuchillaron la desnudez chorreante pero lloraste en paz: al rato el tío Polibio mudó el velón del farol de la calle y corriste al establo y te untaste el cuerpo entero con bosta fresca y pensabas Soy negro soy negro soy negro y dormiste sentado hasta que sonó el cañonazo del alba y entró Tiburcio y quedó hecho una tarasca del julepe y mientras te baldeaba y te cepillaba igual que a un potrillo apareció tu padre al galope con la estrellera colgándole en la espalda como una tercerola: Soy negro y esto es Dios pensabas mientras Tiburcio inventaba que te habías despertado tan triste que se le ocurrió jugar una guerrilla de bosta y después tomaron el café con leche y la marquesa te regaló un camisoncito para desnudarte mejor cuando volvieran a quedarse solos y se emperifolló y se fue a misa con Marimoña: tu padre se llamaba Ángel de la Iglesia Sors pero todos le decían el Rubio y conocía a José Gervasio Artigas  desde antes de la formación del Cuerpo de Blandengues y aquella misma tarde encontraron a Pepe en Montevideo donde ya no era Oficial de Resguardo del Cordón y de la Aguada y se había reintegrado al mantenimiento del orden en campaña después de haber comandado en plena luna de miel un destacamento de presidiarios muy peligrosos que se movilizó frente a un posible zarpazo británico: encontraron a Manuel Pérez y a Fray Guillermo de visita y Artigas ya no usaba calzones de cotonia ni chupa de terciopelo como el día que volaron tu pandorga en Las Bóvedas y ahora su esposa Rafaela se palpaba una invisible preñez de tres meses con neblinosa desesperación: entonces la estrellera fue presentada formalmente y tu padre explicó que se la había mandado su primo Fernando Sors que era un precosísimo representante del renacimiento guitarrístico español dirigido por el padre Basilio: Español de primera categoría y no hijo de este Fuerte donde podemos pasar años sin percibir un peso de los que nos ganamos con la felicidad hecha hidropesía y reuma aprovechó a dar una broma más agria que la tagarnina que le aceptó a Manuel Pérez Artigas aunque de golpe pareció suavizársele el esqueleto cuando Fray Guillermo bordó las volutas de una diferencia sobre Guárdame las vacas y después que vos rasgueaste un cielito Pepe se arrodilló y deletreó con la mirada muy nacarada por la triple franja de astros que tenía la guitarra no sólo alrededor de su labio central sino todo a lo largo de sus caderas. Juan Pages me hizo en Cádiz año de 1792 y tu padre se aplastó la melena alazana y entrecerró su indomabilidad turquí y propuso Habría que purificarla y bastó un penacho de la caldera manejada con prolijidad de cirujano para que la etiqueta terminara retorciéndose en el brasero y la autoría mundana del regalo de Dios se volviera un misterio para siempre.

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