7 / 3) ¿Cómo se
representan los objetos del mundo exterior en relación con el héroe en una obra
verbal, qué lugar ocupan en ella?
Es posible una doble
combinación del mundo con el hombre: desde su interior, como su horizonte,
y desde su exterior, como su entorno. Desde mi interior, en el contexto
semántico valorativo de mi vida, el objeto se me opone en tanto que
objeto de mi orientación vital (ético-cognoscitiva y práctica), porque en este
caso representa el momento del acontecimiento único y abierto del ser al que yo
pertenezco por estar forzosamente interesado en su desenlace. Desde el interior
de mi participación real en el ser, el mundo aparece como el horizonte de mi
conciencia en proceso de funcionamiento. Yo sólo puedo orientarme en este mundo
como acontecimiento, ordenar su estructura en categoría cognoscitivas, éticas y
prácticas (bien, verdad y utilidad práctica), y con ello se determina para mí
el aspecto de cada objeto, su tonalidad emocional y volitiva, su importancia.
Desde el interior de mi conciencia participante en el ser, el mundo es el
objeto del acto, del acto-sentimiento, del acto-pensamiento, del acto-palabra,
de la acción; el centro de gravedad se ubica en el futuro deseado y debido y no
en la dación autosuficiente del objeto, en su existencia, en su presente, en su
totalidad, en su carácter ya realizado. Mi actitud hacia cada objeto del
horizonte nunca está concluida sino predeterminada, porque el acontecimiento
del ser es abierto en su totalidad; mi situación debe cambiar en todo momento,
yo no puedo demorar y tranquilizarme. La contraposición temporal y espacial del
objeto es el principio del horizonte; los objetos no me rodean a mí en
tanto que a un cuerpo exterior, como una dación existente y valorable, sino que
se me oponen como objetos de mi actitud ético-cognoscitiva vital en el
acontecimiento abierto y aun arriesgado del ser cuya unidad, sentido y valor
aun no están dados sino planteados.
Si nos dirigimos al mundo
objetual de una obra literaria, nos convenceremos fácilmente de que su unidad y
estructura no son unidad y estructura del horizonte vital del héroe, de que el
mismo principio de su ordenación transgrede la conciencia real y posible del
mismo héroe. Un paisaje verbal, una descripción del ambiente, una representación
de la vida cotidiana, o sea la naturaleza, la ciudad, la cotidianidad, no son
momentos del acontecimiento abierto del ser, momentos del horizonte de una
conciencia activa de un hombre (que actúa ética y cognoscitivamente). Sin duda,
todos los objetos representados en una obra tienen y deben tener una relación
básica con el héroe; en caso contrario vienen a ser un hors d’oeuvre;
sin embargo, esta relación en su principio estético básico no se da desde la
conciencia vital del héroe. El centro de la disposición espacial y de la
valoración semántica de los objetos presentados en la obra es el cuerpo y el
alma exterior del hombre. Todos los objetos tienen correlación con el aspecto
del héroe, con sus fronteras tanto interiores como exteriores (fronteras del
cuerpo y del alma).
El mundo objetual dentro
de una obra literaria cobra sentido y se correlaciona con el héroe como su entorno.
La particularidad del entorno se expresa ante todo en su correspondencia formal
externa de carácter plástico-pictórico: en una armonía de colores, líneas, en
la simetría y otras combinaciones puramente estéticas, no semánticas. En una
obra verbal este aspecto no logra, por supuesto, una perfección externamente
visible, pero las equivalencias de las posibles imágenes visuales corresponden
en un objeto estético a esta totalidad plástico-pictórica y no semántica de la
totalidad (no tocamos aquí la combinación de la pintura, dibujo y plástica). El
objeto como combinación de colores, líneas y masas es independiente o influye
en nosotros junto con el héroe y a su alrededor, el objeto no se le opone al
héroe en su horizonte sino que se percibe como total y puede ser abarcado por
todas partes. Está claro que este principio plástico-pictórico de ordenación
del mundo objetual externo transgrede de un modo absoluto la conciencia
viviente del héroe, porque tanto los colores como las líneas y las masas en su interpretación
estética son fronteras extremas del objeto, del cuerpo viviente, en los cuales
el objeto está orientado hacia su exterior y existe valorativamente tan sólo en
el otro y para el otro, participa de un mundo en que él mismo no existe desde
su interior.
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