martes

PETER BROOK - EL ESPACIO VACÍO (44)


EL TEATRO TOSCO (14)

En una relación ideal con el verdadero actor, situado en un escenario desnudo, pasaríamos continuamente del plano largo al corto, al tiempo que los planos se sobrepondrían. Comparado con la movilidad del cine, el teatro parecía en otro tiempo pesado y chirriador, pero cuanto más nos acercamos a la verdadera desnudez del teatro más nos aproximamos a un escenario que tiene una ligereza y amplitud mucho mayores que las del cine o la televisión. La fuerza de las obras de Shakespeare reside en que presentan al hombre simultáneamente en todos sus aspectos: toque tras toque, podemos identificarnos o inhibirnos. Una situación primitiva turba nuestro subconsciente, la inteligencia está al acecho, comenta, filosofa. Brecht y Beckett están contenidos en Shakespeare, irreconciliados. Nos identificamos emotiva, subjetivamente y, sin embargo, al mismo tiempo, nos valoramos política, objetivamente con respecto a la sociedad. Debido a que lo profundo sobrepasa a lo cotidiano, un lenguaje elevado y un empleo ritualista del ritmo nos llevan a esos aspectos de la vida que oculta la superficie; no obstante, como el poeta y el visionario no se parecen a la gente común, como lo épico no es una situación en la cual nos encontramos normalmente, Shakespeare puede también, con una rotura de ritmo, un pasa a la prosa, el simple cambio a una conversación en lenguaje popular o con una palabra tomada directamente del público, recordarnos con llano sentido común dónde nos encontramos y devolvernos al tosco mundo familiar en el cual llamamos pan al pan y vino al vino. De esta manera Shakespeare consigue lo que nadie ha logrado antes ni después que él: escribir piezas que pasan a través de muchos estados de conciencia. Lo que técnicamente le capacita para hacerlo, la esencia en realidad de su estilo, es una tosquedad de contextura y una mezcla consciente de elementos contrarios que, en otros términos, se podrían calificar como falta de estilo. Voltaire, incapaz de entenderlo, le puso la etiqueta de “bárbaro”.


A manera de prueba tomemos el ejemplo de Medida por medida. La obra no se representó mientras los eruditos decidían si se trataba o no de una comedia. En realidad, esta ambigüedad la hace una de las obras más reveladoras de Shakespeare, en la que muestra lo Sagrado y lo Tosco casi esquemáticamente, uno al lado del otro. Se oponen y coexisten. En Medida por medida nos hallamos ante un mundo bajo, un mundo muy real en el cual la acción está firmemente enraizada. Se trata del ambiente nauseabundo y repugnante de la Viena medieval. La tiniebla de este mundo es absolutamente necesaria para el significado de la obra: la petición de gracia por parte de Isabela tiene mucho más significado en este marco dostoyesvkiano que lo tendría en el de una comedia lírica sin concreción geográfica. Cuando esta obra se monta con delicadeza, carece de significado, ya que exige una tosquedad y vileza convincente del todo. Además, debido a que gran parte del pensamiento de la obra es religioso, la estrepitosa jocosidad del burdel es importante, ya que supone un elemento alienador y humano. De la fanática castidad de Isabela y del misterio del duque pasamos a Pompeyo y Bernardino, que son como una ducha fría de normalidad. Para realizar la intención de Shakespeare debemos animar toda la tensión de la obra no como fantasía, sino como la más tosca comedia que se pueda hacer. Necesitamos libertad completa, rica improvisación, nada de contención, ningún falso respeto y, al mismo tiempo, hemos de tener sumo cuidado porque alrededor de las escenas populares hay amplias zonas de la obra que la torpeza podría destruir. Al entrar en este terreno más sagrado vemos que Shakespeare nos da una clara señal: lo tosco está en prosa y el resto en verso. Hablando muy en general, cabe enriquecer con nuestra imaginación las escenas en prosa, puesto que estas necesitan la adición de detalles externos para asegurarse su plena vida. En los párrafos en verso nos encontramos ya en guardia: Shakespeare recurre al verso porque intenta decir más, condensar más significado. Estamos alerta: detrás de cada signo visible sobre el papel acecha otro invisible, difícil de captar. Técnicamente necesitamos ahora menos abandono, más concentración, menos amplitud, más intensidad.

Sencillamente, necesitamos una diferente aproximación, un estilo distinto. No hay nada vergonzoso en cambiar de estilo: una rápida ojeada a cualquier infolio nos depara un caos de símbolos irregularmente espaciados. Si reducimos Shakespeare a la estrechez de cualquier tipografía teatral, perdemos el verdadero significado de la obra; si la seguimos en sus siempre cambiantes recursos, nos llevará a través de muchas y diversas claves. Si en Medida por medida seguimos el paso de lo tosco a lo sagrado y viceversa, descubriremos una obra sobre la justicia, la misericordia, la honestidad, el perdón, la virtud, la virginidad, el sexo y la muerte: como si fuera un calidoscopio, cada parte de la obra refleja a otra, y sólo aceptando el prisma en su totalidad emerge el significado. Cuando dirigí esta obra rogué a Isabela que, antes de arrodillarse a pedir por la vida de Ángelo, hiciera cada noche una pausa que solía durar dos minutos. El recurso se convirtió en una especie de poste de vudú: un silencio en el cual se agrupaban todos los elementos invisibles de la noche, un silencio donde el concepto abstracto de piedad se hacía concreto a todos los presentes durante esos minutos. Esta estructura tosco-sagrada queda también patente en las dos partes de Enrique IV: por un lado, Falstaff y el realismo prosaico de las escenas en la taberna, ambos elementos englobados en un todo complejo.

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