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Isabelino Pena tuvo que esperar que el teléfono sonara dieciséis veces. Y
entonces Yemanjá parece responderme desde los intestinos del mundo.
-Ya sé quién sos por lo occesivo, guacho. Me agarraste llegando del
entierro de la Grucha y Gardelito.
-No sabía que las diosas moqueaban.
-Las diosas están viejas. Y además el sorongo de tu hotelero tenía razón: a
Grucha la limpiaron. Fue Gardelito el que crepó de pierna.
-Cómo te diste cuenta -manoteó la pipa el detective y empezó a dibujar
círculos en el aire reseco de la cabina.
-Porque antes de que la atornillaran le levanté los párpados y los ojos
parecían dijes de plata. Y eso es cuando te clavan.
Entonces veo que Bajtin estira mucho la papada y las cejas para apurarme y
anuncio suavemente:
-Necesitamos a la niña hasta el mediodía, por lo menos.
Isabelino Pena guardó la pipa y se abanicó con el gacho hasta que Yemanjá
siseó:
-Mirá que si me roban a la Bicha te va a salir carísima la farra, pitufo.
-Nadie habló de robártela. Y además anoche mismo me reconociste que ya
estoy pagando un precio cinco estrellas, mamavieja. No me hinches.
-Podría salirte más caro todavía -cuelga haciéndome retumbar el tubazo en
la ingravidez ácida del cuerpo que me queda.
30
Isabelino Pena le avisó a Bajtin que volvía enseguida y subió a la chambre
22. Me acuesto al lado de la Dama y digo:
-Tenías ganas de verte.
-Ah: creí que preferías acompañar putitas.
-Mirá que a vos te quiero tanto como a Beatriz.
La Dama estornudó.
-Capaz que me contagiaste la alergia, payaso.
-Ojalá que no. Porque lo que me hace estornudar hasta quedar deshecho es la
desgracia, hermana.
Ahora empieza a llover nacaradamente dentro de su cráneo y agrego:
-Ayer soñé que vos y Beatriz eran la misma persona.
-No mientas más.
-¿No sentís que te quiero?
-NO!!!!
El detective trató de acariciar el húmero izquierdo de la Dama pero ella
relampagueó:
-¿Querés morir pegado?
Entonces me concentro para paladear un Ave María y explico:
-Ya no soy Pepe Rosso el normal. Lo único que me importa es dar
la vida. Y te aseguro que no hay otra manera de aguantar esta vida en paz.
-El problema es aguantarte a vos.
Isabelino se tapó la cara con el sombrero como los mexicanos y murmuró:
-Vos no sos un esqueleto de Baruch, paloma mía. Eso ya lo entendí.
-Y sin embargo le dijiste a la negra que estás pagando un precio cinco
estrellas por bancarme en la chambre.
-Es difícil salvarte.
-Te queda poco tiempo.
-Cierto -casi corro hasta la puerta y sonrío: -Chau, mi amor.
La Dama empezó a oler a rosal empapado.
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Isabelino Pena encontró a Bajtin y al negro mateando en el patio.
-¿Y el gallo? -me siento inundado por la saliva espasmódica de mis tiempos
de ajedrecista.
-Problemas -acarició al Lobo Bajtin. -Jung tuvo que llevar a Mozart hasta
la calesita de Versailles para animarlo un poco.
-Qué le pasó.
-Dice que amaneció muerto -me alcanza un mate el negro. -Y encima
Felisberto tuvo que pilotear encapuchado porque amaneció con la cabeza del
sinvergüenza, como cuando echa luz.
-Qué barbaridad. ¿Y el Bigote dónde anda?
-Está en el laboratorio. ¿No lo vio? Queda en la chambre pegada a la suya.
Isabelino Pena devolvió el mate y se puso a escupir sobre el cantero.
-La Beatriz sigue hundida en la pecera de Onetti -se acomodó el sombrero
insolado el papalote.
-Sí, ya la vi bajar: el viejo le cantaba Las raspa y ella saltaba
igual que en las fiestas del colegio.
-¿Y usted por qué escupe tanto? Disculpe el atrevimiento -sonrió Bajtin,
muy pálido
-Debe ser la última fase de desintegración -contesto recordando recién ahora
que en el medio metro de tierra está sepultado Gargantúa. -Disculpe usted,
maestro.
El negro apoyo la pava sobre las brasas y rumió ensimismado:
-Cuán delicadamente me enamoras.
32
Isabelino Pena volvió a subir con la gracia de transfiguración de un dibujo
animado y al pasar por la chambre 9 escuchó gritar:
-Santo: me cayó algo del cielo.
Encuentro al viejo dibujando sus letrones en la última página de El
evangelio según Jesucristo y a Beatriz leyendo un Lucky Luke tirada
en el sofá.
-Escribí una paginita -se apoyó el lápiz en la oreja Onetti. -Y se va a
llamar Levantarás tu rostro limpio de mancha, uno de los títulos
candidateados para La cara de la desgracia, of course.
-En versión Casiodoro. ¿Y qué opinás del libro que estás usando como cuaderno?
El viejo prende un Kent y observa a Beatriz, que ni se inmuta: entonces
siento que desde el rostro y los pechos nevados de la muchacha se desprende una
atmósfera que me deslumbra igual que las sábanas de mis padres cuando todavía
espejaban un espesor divino.
-Pienso que Saramago le falseó el título al libro -tardó mucho en sentenciar
el hombre desdentado.
-Monsieur -asoma su cabeza en formol el Bigote. -La nave acaba de aterrizar
y Mozart quiere hablar con usted.
-¡Ya voy, carajo -escupió en el lavatorio Isabelino pena y volvió a mirar a
Onetti. -¿Vos cómo le hubieras puesto?
-Bueno, yo soy un animal sin la menos astucia ni ambición por copar
pasarelas en el jet capitalista o en el set marxistoide -se entrompa el viejo,
triste. -Yo le hubiera puesto el título correcto pero a la mierda la candidatura
para el Nobel, querido. ¿Cómo le van a dar un premio tan humanista a El
evangelio según Satanás?
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