martes

EL TESORO DE RONALDINHO Terrorismo en Francia ‘98 (8) - Hugo Giovanetti Viola


29

Isabelino Pena tuvo que esperar que el teléfono sonara dieciséis veces. Y entonces Yemanjá parece responderme desde los intestinos del mundo.

-Ya sé quién sos por lo occesivo, guacho. Me agarraste llegando del entierro de la Grucha y Gardelito.

-No sabía que las diosas moqueaban.

-Las diosas están viejas. Y además el sorongo de tu hotelero tenía razón: a Grucha la limpiaron. Fue Gardelito el que crepó de pierna.

-Cómo te diste cuenta -manoteó la pipa el detective y empezó a dibujar círculos en el aire reseco de la cabina.

-Porque antes de que la atornillaran le levanté los párpados y los ojos parecían dijes de plata. Y eso es cuando te clavan.

Entonces veo que Bajtin estira mucho la papada y las cejas para apurarme y anuncio suavemente:

-Necesitamos a la niña hasta el mediodía, por lo menos.

Isabelino Pena guardó la pipa y se abanicó con el gacho hasta que Yemanjá siseó:

-Mirá que si me roban a la Bicha te va a salir carísima la farra, pitufo.

-Nadie habló de robártela. Y además anoche mismo me reconociste que ya estoy pagando un precio cinco estrellas, mamavieja. No me hinches.

-Podría salirte más caro todavía -cuelga haciéndome retumbar el tubazo en la ingravidez ácida del cuerpo que me queda.

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Isabelino Pena le avisó a Bajtin que volvía enseguida y subió a la chambre 22. Me acuesto al lado de la Dama y digo:

-Tenías ganas de verte.

-Ah: creí que preferías acompañar putitas.

-Mirá que a vos te quiero tanto como a Beatriz.

La Dama estornudó.

-Capaz que me contagiaste la alergia, payaso.

-Ojalá que no. Porque lo que me hace estornudar hasta quedar deshecho es la desgracia, hermana.

Ahora empieza a llover nacaradamente dentro de su cráneo y agrego:

-Ayer soñé que vos y Beatriz eran la misma persona.

-No mientas más.

-¿No sentís que te quiero?

-NO!!!!

El detective trató de acariciar el húmero izquierdo de la Dama pero ella relampagueó:

-¿Querés morir pegado?

Entonces me concentro para paladear un Ave María y explico:

-Ya no soy Pepe Rosso el normal. Lo único que me importa es dar la vida. Y te aseguro que no hay otra manera de aguantar esta vida en paz.

-El problema es aguantarte a vos.

Isabelino se tapó la cara con el sombrero como los mexicanos y murmuró:

-Vos no sos un esqueleto de Baruch, paloma mía. Eso ya lo entendí.

-Y sin embargo le dijiste a la negra que estás pagando un precio cinco estrellas por bancarme en la chambre.

-Es difícil salvarte.

-Te queda poco tiempo.

-Cierto -casi corro hasta la puerta y sonrío: -Chau, mi amor.

La Dama empezó a oler a rosal empapado.

31

Isabelino Pena encontró a Bajtin y al negro mateando en el patio.

-¿Y el gallo? -me siento inundado por la saliva espasmódica de mis tiempos de ajedrecista.

-Problemas -acarició al Lobo Bajtin. -Jung tuvo que llevar a Mozart hasta la calesita de Versailles para animarlo un poco.

-Qué le pasó.

-Dice que amaneció muerto -me alcanza un mate el negro. -Y encima Felisberto tuvo que pilotear encapuchado porque amaneció con la cabeza del sinvergüenza, como cuando echa luz.

-Qué barbaridad. ¿Y el Bigote dónde anda?

-Está en el laboratorio. ¿No lo vio? Queda en la chambre pegada a la suya.

Isabelino Pena devolvió el mate y se puso a escupir sobre el cantero.

-La Beatriz sigue hundida en la pecera de Onetti -se acomodó el sombrero insolado el papalote.

-Sí, ya la vi bajar: el viejo le cantaba Las raspa y ella saltaba igual que en las fiestas del colegio.

-¿Y usted por qué escupe tanto? Disculpe el atrevimiento -sonrió Bajtin, muy pálido

-Debe ser la última fase de desintegración -contesto recordando recién ahora que en el medio metro de tierra está sepultado Gargantúa. -Disculpe usted, maestro.

El negro apoyo la pava sobre las brasas y rumió ensimismado:

-Cuán delicadamente me enamoras.

32

Isabelino Pena volvió a subir con la gracia de transfiguración de un dibujo animado y al pasar por la chambre 9 escuchó gritar:

-Santo: me cayó algo del cielo.

Encuentro al viejo dibujando sus letrones en la última página de El evangelio según Jesucristo y a Beatriz leyendo un Lucky Luke tirada en el sofá.

-Escribí una paginita -se apoyó el lápiz en la oreja Onetti. -Y se va a llamar Levantarás tu rostro limpio de mancha, uno de los títulos candidateados para La cara de la desgracia, of course.

-En versión Casiodoro. ¿Y qué opinás del libro que estás usando como cuaderno?

El viejo prende un Kent y observa a Beatriz, que ni se inmuta: entonces siento que desde el rostro y los pechos nevados de la muchacha se desprende una atmósfera que me deslumbra igual que las sábanas de mis padres cuando todavía espejaban un espesor divino.

-Pienso que Saramago le falseó el título al libro -tardó mucho en sentenciar el hombre desdentado.

-Monsieur -asoma su cabeza en formol el Bigote. -La nave acaba de aterrizar y Mozart quiere hablar con usted.

-¡Ya voy, carajo -escupió en el lavatorio Isabelino pena y volvió a mirar a Onetti. -¿Vos cómo le hubieras puesto?

-Bueno, yo soy un animal sin la menos astucia ni ambición por copar pasarelas en el jet capitalista o en el set marxistoide -se entrompa el viejo, triste. -Yo le hubiera puesto el título correcto pero a la mierda la candidatura para el Nobel, querido. ¿Cómo le van a dar un premio tan humanista a El evangelio según Satanás?

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