miércoles

PETER BROOK - EL ESPACIO VACÍO (43)


EL TEATRO TOSCO (13)

Hay un desafío a todos los teatros del mundo que aun no ha comenzado a enfrentarse a los movimientos de nuestro tiempo, para que se saturen de Brecht, para que estudien al Berliner Ensemble y vean todas las facetas de la sociedad que no han tenido cabida en sus aislados escenarios. Hay un desafío a los teatros revolucionarios de los países que se encuentran en una clara situación revolucionaria, como los de América Latina, para que aparejen sus teatros con temática audaz e inequívocamente clara. Del mismo modo, hay un desafío al Berliner Ensemble y a sus seguidores para que reconsideren su actitud con respecto a las tinieblas del individuo. Esta es nuestra única posibilidad: no perder de vista los juicios de Artaud, Meyerhold, Stanivslavsky, Grotowsi, Brecht, y luego compararlos con la vida del lugar concreto donde trabajamos. ¿Cuál es nuestro propósito, ahora, en relación con la gente que encontramos cada día? ¿Necesitamos liberación? ¿De qué? ¿En qué manera?

Shakespeare es un modelo de teatro que no sólo contiene Brecht y Beckett, sino que va más allá de ambos. Lo que necesitamos en el teatro post-brechtiano es encontrar un camino hacia adelante para retornar a Shakespeare. En este la introspección y la metafísica no atenúan nada. Todo lo contrario. Mediante el irreconciliable contraste de lo Tosco y lo Sagrado, mediante el estridor atonal de notas absolutamente disonantes, experimentamos las turbadoras e inolvidables impresiones de sus obras. Debido a que las contradicciones son tan agudas, se nos adentran tan hondo. Está claro que no podemos sacarnos de la manga a un segundo Shakespeare. Pero cuanto claramente veamos en qué consiste la fuerza del teatro shakespereano, mejor prepararemos el camino a seguir. Por ejemplo, al fin nos hemos dado cuenta de que la ausencia de escenografía del teatro isabelino era una de sus mayores libertades. En Inglaterra, al menos desde hace bastante tiempo, todas las puestas en escena han estado influidas por el descubrimiento de que las obras de Shakespeare se escriben para ser representadas de manera continua, que su estructura cinematogáfica de cortas escenas alternadas, trama principal intercalada con la secundaria, eran parte de un aspecto total, que sólo se revelaba dinámicamente, es decir, en la ininterrumpida secuencia de estas escenas, sin que su efecto y poder disminuyesen, como sería el caso de una película proyectada con interrupciones e intermedios musicales entre cada rollo. El escenario isabelino era como la buhardilla de Hamburgo que describí anteriormente, o sea, una plataforma abierta, neutra, un lugar cualquiera con puertas, que capacitaba así al dramaturgo para vapulear sin esfuerzo al espectador a través de una limitada sucesión de ilusiones que abarcaba, si lo deseaba, la totalidad del mundo físico. También se ha señalado que la estructura permanente de la sala, con su galería más pequeña, era un diagrama del universo tal como lo veían los espectadores y el dramaturgo: los dioses, la corte y el pueblo, tres niveles separados, si bien a menudo entremezclados; escenario que era una perfecta máquina para un filósofo.

Lo que no se ha apreciado suficientemente es que la libertad de movimiento del teatro isabelino no era sólo una cuestión de escenografía. Resulta demasiado fácil pensar que una dirección escénica moderna, con tal que pase rápidamente de escena a escena, ha aprendido la lección esencial de la vieja sala teatral. El hecho primordial es que este teatro no sólo permitía al dramaturgo recorrer el mundo, sino que también le ofrecía libre paso del mundo de la acción al de las impresiones interiores. Creo que radica lo que es más importante para nosotros hoy en día. En la época de Shakespeare, el viaje de descubrimiento en el mundo real, la aventura del viajero que se ponía en ruta hacia lo desconocido, suscitaba emociones que no cabe volver a sentir en una época en que nuestro planeta carece de secretos, en la cual la perspectiva de los viajes interplanetarios parece ya algo muy aburrido. Sin embargo, los misterios de los continentes desconocidos no le bastaban a Shakespeare: con su imaginativa -imágenes sacadas del mundo de los descubrimientos fabulosos- penetra en la existencia psíquica, cuya geografía y movimientos siguen siendo elementos vitales para nuestra comprensión de hoy día.

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