miércoles

CLARISSA PINKOLA ESTÉS - DESATANDO A LA MUJER FUERTE (32)


8

MUCHOS TIPOS DE PRISIONES:
LA MUJER QUE QUEDA AL ÚLTIMO
“NUESTRA SEÑORA
DETRÁS DEL MURO”

Cómo la herida generacional de ser despojados de
la Madre provoca que generaciones subsiguientes
vivan agachadas como si aun los estuvieran
aplastando cuando ahora son, de hecho, libres (4)

Recuerda esto. Recuerda. Recuerda. Cómo fue hace mucho y ahora… Cada vez que se atacan las creencias y los conocimientos santos de la gente que es la bondad misma, las tácticas que se utilizan son las mismas. Las mismas. Las mismas.

“Recuerda esto. Recuerda. Recuerda. Cuando se ataca a lo Sagrado en sí, las tácticas que se utilizan son las mismas. Las mismas. Las mismas.” Esto es lo que mi padre solía decir después de una larga noche de festejar y llorar con todos los viejos parientes que fueron tan terriblemente dañados durante la Segunda Guerra Mundial. Con frecuencia hacían sobremesa alrededor de la mesa azul de la cocina, haciéndose compañía hasta muy entrada la noche, como si no les bastaran las historias que apenas podían soportar escuchar y contar. Estos antiguos granjeros se sentaban como viejos osos golpeados en nuestras sillitas de cromo y plástico, y volvían a contar relatos de tormento y de pérdida. Se echaban innumerables tragos de schnapps antes, durante y después de cada nueva historia. Y cada narración parecía mucho peor que la anterior, con pérdidas de hijos, asesinatos de mascotas, mutilaciones de amigos, personas cegadas deliberadamente, marcadas con hierros, y otros horrores nauseabundos que se desataron ante sus ojos.

Cualquier grupo saqueador dedicado a dominar y esclavizar a las almas usa las mismas tácticas, sólo que con distintas características terribles. Así, me enteré, los que arrancan el sentido de lo Sagrado del yo, de las imágenes sagradas y toda la magnitud que se alza detrás de ellas, todos usan las mismas tácticas. Las mismas. Las mismas.

Hay muchos prolongados intentos de dónde escoger, pero detallemos las tácticas de uno en particular, pues ocurrió a lo largo de gran parte de la Tierra en nuestros propios tiempos. Si alguna vez quisiéramos saber lo que pasó en las tribus de antaño, con grupos nacionales completos que desaparecieron o fueros diezmados, creo que sólo tendríamos que ver cómo ocurre eso ahora en nuestros propios días. Parecería que tomar pueblos y tierras sin su permiso es un proceso arquetípico, y por tanto sigue ciertos caminos predecibles.

Así, a principios y mediados del siglo XX, en muchas partes comunistas del mundo se secuestraron las ideas sagradas sin pedir rescate.

Comenzaron por atacar el lodo, el lodo que constituía los ladrillos que constituían las habitaciones grandes y pequeñas de los refugios sagrados y los santuarios a lo largo de muchas tierras. Así, los soviéticos declararon primero que los edificios sagrados de cualquier fe se convertirían de inmediato en oficinas de gobierno repletas de escritorios, o se usarían para almacenar cachivaches. Se hicieron readecuaciones insulsas, convirtiendo en “museos” los que antes habían sido lugares de reunión de los fieles, donde los guías turísticos mostraban las falacias del pensamiento que no fuera ateo.

O si no, derribaban los lugares votivos, debido a que se necesitaba urgente y repentinamente un “nuevo desarrollo”, sin más ni más. Se atacaba a las almas fieles que intentaban visitar los lugares sagrados y a veces se las asesinaba cuando oraban o se hincaban para rezar. Los recintos sagrados, cuyas puertas estuvieron alguna vez abiertas a los pájaros y a la gente, literalmente durante siglos, permanecían ahora bajo llave. Otros lugares sagrados donde se “purgó” a aldeas completas -en otras palabras, donde se asesinó a la población y los dejaron ahí sin enterrar- se quedaron en ruinas. Se incendiaron pequeños lugares santos de reunión, con familias granjeras vivas encerradas adentro. La gente querida que alguna vez obtuvo consuelo y fuerza en esos lugares fue asesinada en sus propios refugios sagrados.

En todos los casos, los que estaban “a cargo” le prohibieron a la gente que dijera en voz alta los nombres de sus Santos y de su Creador. Se les prohibió hacer los viejos rituales, aunque los hubieran cantado y salmodiado durante décadas, desde tiempos inmemoriales. La junta gobernante ordenó que la gente y sus santos vivieran encarcelados por el resto de sus vidas; todos los amorosos corazones humanos fueron alejados de todos los Corazones Sagrados.

Aunque muchos de estos regímenes dictatoriales se resquebrajarían y caerían durante el siglo XX, como debe suceder y sucederá con todos los poderes totalitarios, esta prohibición y encarcelamiento de lo Santo durante casi sesenta años se ordenó a lo largo de una enorme franja de tierra y de gente, por ejemplo en Asia del Norte, Europa del Este, Rusia y sus varios países antes independientes. El tratamiento tan rudo y asesino de las creencias espirituales y religiosas de la gente siguió a pesar de una típica media en sentido opuesto, impulsada a menudo por las dictaduras totalitarias: esto es, sus exhibiciones de cómo se preocupaban por la gente, implementando ciertos programas para ayudar a algunos, mejorando la suerte de algunos; en otras palabras, de aquellos a quienes las mentes de los gobernantes consideraban dignos, entiéndase “leales”, no al Creador, no a la Madre, no al Hijo, sino al partido.

A lo largo de la historia los conquistadores han usado el mismo plan predecible para dar empleos y beneficios a un minúsculo círculo interno de la población conquistada, con frecuencia armándolos también, para seguir teniendo el poder. Asesinaron a balazos a quienes invitaron a entrar del frío, pero que valientemente declinaron ser parte de un imperio enfermo. Como decía mi padre, para un hombre verdaderamente santo, el alimento de la verdad fresca es mucho más nutritivo que en pan rancio que se proporciona de forma regular.

Así, en general, durante esas décadas de comunismo, ninguna cosa relacionada con la práctica de lo Santo tuvo garantizada su seguridad a no ser que pudiera usarse con el fin de manipular a alguien para hacer o dejar de hacer algo. Por ejemplo, lanzarle a una anciana su pequeño ícono de madera de la Santa Madre, y que inmediatamente después el comisario local le tendiera una emboscada a su nieta y se la llevara arrastrando. Como permitir que un pobre rebbe se quedara con sus velas para el Shabbat, al tiempo que se disponían los documentos para defraudarlo a él, a su esposa, a sus hijos y despojarlos de su granjita, sin otro propósito que el de enriquecer al insignificante policía o vigilante que trabajaba para el partido.

Sin embargo, en buena medida por ese alejamiento impuesto de sus Santos por medio de amenazas de muerte y exilio a los grises páramos de trabajo forzado, miles y miles de almas escaparon en medio de la noche, buscando cruzar la frontera a la libertad: la libertad de una vida sin amenazas, la libertad de desarrollar talentos y oportunidad de “rescatar de la noche” la veneración de lo Santo que nutrió a tantos generación tras generación.

Pero fue ahí cuando, para evitar que la gente escapara a la libertad de alma, corazón, cuerpo y espíritu, los comunistas decidieron construir “El Muro” contra su propio pueblo.

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