8
MUCHOS TIPOS DE PRISIONES:
LA MUJER QUE QUEDA AL ÚLTIMO
“NUESTRA SEÑORA
DETRÁS DEL MURO”
Cómo la herida generacional de ser despojados de
la Madre provoca que generaciones subsiguientes
vivan agachadas como si aun los estuvieran
aplastando cuando ahora son, de hecho, libres (4)
Recuerda
esto. Recuerda. Recuerda. Cómo fue hace mucho y ahora… Cada vez que se
atacan las creencias y los conocimientos santos de la gente que es la
bondad misma, las tácticas que se utilizan son las mismas. Las mismas.
Las mismas.
“Recuerda
esto. Recuerda. Recuerda. Cuando se ataca a lo Sagrado en sí, las
tácticas que se utilizan son las mismas. Las mismas. Las mismas.” Esto
es lo que mi padre solía decir después de una larga noche de festejar y
llorar con todos los viejos parientes que fueron tan terriblemente
dañados durante la Segunda Guerra Mundial. Con frecuencia hacían
sobremesa alrededor de la mesa azul de la cocina, haciéndose compañía
hasta muy entrada la noche, como si no les bastaran las historias que
apenas podían soportar escuchar y contar. Estos antiguos granjeros se
sentaban como viejos osos golpeados en nuestras sillitas de cromo y
plástico, y volvían a contar relatos de tormento y de pérdida. Se
echaban innumerables tragos de schnapps antes, durante y después
de cada nueva historia. Y cada narración parecía mucho peor que la
anterior, con pérdidas de hijos, asesinatos de mascotas, mutilaciones de
amigos, personas cegadas deliberadamente, marcadas con hierros, y otros
horrores nauseabundos que se desataron ante sus ojos.
Cualquier
grupo saqueador dedicado a dominar y esclavizar a las almas usa las
mismas tácticas, sólo que con distintas características terribles. Así,
me enteré, los que arrancan el sentido de lo Sagrado del yo, de las
imágenes sagradas y toda la magnitud que se alza detrás de ellas, todos
usan las mismas tácticas. Las mismas. Las mismas.
Hay
muchos prolongados intentos de dónde escoger, pero detallemos las
tácticas de uno en particular, pues ocurrió a lo largo de gran parte de
la Tierra en nuestros propios tiempos. Si alguna vez quisiéramos saber
lo que pasó en las tribus de antaño, con grupos nacionales completos que
desaparecieron o fueros diezmados, creo que sólo tendríamos que ver
cómo ocurre eso ahora en nuestros propios días. Parecería que tomar
pueblos y tierras sin su permiso es un proceso arquetípico, y por tanto
sigue ciertos caminos predecibles.
Así,
a principios y mediados del siglo XX, en muchas partes comunistas del
mundo se secuestraron las ideas sagradas sin pedir rescate.
Comenzaron
por atacar el lodo, el lodo que constituía los ladrillos que
constituían las habitaciones grandes y pequeñas de los refugios sagrados
y los santuarios a lo largo de muchas tierras. Así, los soviéticos
declararon primero que los edificios sagrados de cualquier fe se
convertirían de inmediato en oficinas de gobierno repletas de
escritorios, o se usarían para almacenar cachivaches. Se hicieron
readecuaciones insulsas, convirtiendo en “museos” los que antes habían
sido lugares de reunión de los fieles, donde los guías turísticos
mostraban las falacias del pensamiento que no fuera ateo.
O
si no, derribaban los lugares votivos, debido a que se necesitaba
urgente y repentinamente un “nuevo desarrollo”, sin más ni más. Se
atacaba a las almas fieles que intentaban visitar los lugares sagrados y
a veces se las asesinaba cuando oraban o se hincaban para rezar. Los
recintos sagrados, cuyas puertas estuvieron alguna vez abiertas a los
pájaros y a la gente, literalmente durante siglos, permanecían ahora
bajo llave. Otros lugares sagrados donde se “purgó” a aldeas completas
-en otras palabras, donde se asesinó a la población y los dejaron ahí
sin enterrar- se quedaron en ruinas. Se incendiaron pequeños lugares
santos de reunión, con familias granjeras vivas encerradas adentro. La
gente querida que alguna vez obtuvo consuelo y fuerza en esos lugares
fue asesinada en sus propios refugios sagrados.
En
todos los casos, los que estaban “a cargo” le prohibieron a la gente
que dijera en voz alta los nombres de sus Santos y de su Creador. Se les
prohibió hacer los viejos rituales, aunque los hubieran cantado y
salmodiado durante décadas, desde tiempos inmemoriales. La junta
gobernante ordenó que la gente y sus santos vivieran encarcelados por el
resto de sus vidas; todos los amorosos corazones humanos fueron
alejados de todos los Corazones Sagrados.
Aunque
muchos de estos regímenes dictatoriales se resquebrajarían y caerían
durante el siglo XX, como debe suceder y sucederá con todos los poderes
totalitarios, esta prohibición y encarcelamiento de lo Santo durante
casi sesenta años se ordenó a lo largo de una enorme franja de tierra y
de gente, por ejemplo en Asia del Norte, Europa del Este, Rusia y sus
varios países antes independientes. El tratamiento tan rudo y asesino de
las creencias espirituales y religiosas de la gente siguió a pesar de
una típica media en sentido opuesto, impulsada a menudo por las
dictaduras totalitarias: esto es, sus exhibiciones de cómo se
preocupaban por la gente, implementando ciertos programas para ayudar a
algunos, mejorando la suerte de algunos; en otras palabras, de
aquellos a quienes las mentes de los gobernantes consideraban dignos,
entiéndase “leales”, no al Creador, no a la Madre, no al Hijo, sino al
partido.
A
lo largo de la historia los conquistadores han usado el mismo plan
predecible para dar empleos y beneficios a un minúsculo círculo interno
de la población conquistada, con frecuencia armándolos también, para
seguir teniendo el poder. Asesinaron a balazos a quienes invitaron a
entrar del frío, pero que valientemente declinaron ser parte de un
imperio enfermo. Como decía mi padre, para un hombre verdaderamente
santo, el alimento de la verdad fresca es mucho más nutritivo que en pan
rancio que se proporciona de forma regular.
Así,
en general, durante esas décadas de comunismo, ninguna cosa relacionada
con la práctica de lo Santo tuvo garantizada su seguridad a no ser que
pudiera usarse con el fin de manipular a alguien para hacer o dejar de
hacer algo. Por ejemplo, lanzarle a una anciana su pequeño ícono de
madera de la Santa Madre, y que inmediatamente después el comisario
local le tendiera una emboscada a su nieta y se la llevara arrastrando.
Como permitir que un pobre rebbe se quedara con sus velas para el Shabbat,
al tiempo que se disponían los documentos para defraudarlo a él, a su
esposa, a sus hijos y despojarlos de su granjita, sin otro propósito que
el de enriquecer al insignificante policía o vigilante que trabajaba
para el partido.
Sin
embargo, en buena medida por ese alejamiento impuesto de sus Santos por
medio de amenazas de muerte y exilio a los grises páramos de trabajo
forzado, miles y miles de almas escaparon en medio de la noche, buscando
cruzar la frontera a la libertad: la libertad de una vida sin amenazas,
la libertad de desarrollar talentos y oportunidad de “rescatar de la
noche” la veneración de lo Santo que nutrió a tantos generación tras
generación.
Pero
fue ahí cuando, para evitar que la gente escapara a la libertad de
alma, corazón, cuerpo y espíritu, los comunistas decidieron construir
“El Muro” contra su propio pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario