jueves

JOAQUÍN TORRES GARCÍA. INTEGRIDAD DEL ARTE (4) por ALEJANDRO DÍAZ


1. De la Intuición a la Idea (2)


Luego de una primera formación académica (1893-94) que lo integra al mundo artístico barcelonés, pues comparte cursos y traba amistad con muchos de los que compondrán el universo creativo de la Barcelona de principios de siglo, como Mir, Sunyer, Canals y Nonell (Picasso hará su tránsito por la academia en 1895) se pone a trabajar en forma independiente. Integrado al Círculo Artístico de Sant Lluc, es atraído por su biblioteca y su moderno fondo de revistas donde descubre en los cartelistas un arte de imágenes creadas y no realistas, dejando así definitivamente el aspecto naturalista por el plástico. Se pone entonces a hacer carteles al estilo Steinlein y Toulouse Lautrec, integrado a un grupo de jóvenes de espíritu rebelde y anti burgués que no seguía a los impresionistas como los otros aspirantes a pintor, sino que tenía tendencia más decorativa al estilo de esos grandes cartelistas. Entre ellos estaban Torres, Picasso y Sunyer, y tenían el café Els Quatre Gats como punto de encuentro.

Entonces, ocurren dos cosas que lo ponen definitivamente en camino. En 1896 asiste a la conferencia “De lo infinito y del límite del arte” dada por el Dr. Torras i Bages, consiliario del Cecle de Saint Lluc, y entre 1898 y 1899 conoce la obra de Puvis de Chavannes. Las conferencias de Torras i Bages le abren un mundo de ideas y autores en el que se sumergirá abandonando momentáneamente la pintura, pasa días enteros leyendo gruesos libros de filosofía y también otros de literatura: Kant, Schopenhauer, Hegel, Goethe, por un lado, y por otro, Homero, Sófocles, Esquilo, Platón, Horacio y Epicteto. Esta formación -realizada en forma autodidacta- la va proveyendo de los elementos conceptuales que necesita desesperadamente para ir dando forma a sus intuiciones, a la vez que lo estimula enormemente y genera una constante reflexión que yo no le abandonará.

La pintura de Puvis, por su parte, le lleva a la concepción de una pintura dentro del orden general, que podía ser de todos los tiempos, pero que también era un arte de tradición, y es a lo que él quería llegar. Es así que en los primeros años del nuevo siglo, va elaborando su respuesta a la desorientación que veía en un hacer artístico desconectado del devenir humano, y que resumida por el autor den su autobiografía es: …puesto que estaba en una tierra de tradición bien definida, no había más que ir hacia ella. Porque si Cataluña era uno de los tantos pueblos mediterráneos, por esto debía tener un arte adentro de la común tradición clásica (15).

El primer artículo sobre arte escrito por Torres García se publicó en 1904 (16). A partir de ese momento, la teorización nunca se separó de la práctica artística y ambas están a tal grado imbricadas que se hace imprescindible un acercamiento paralelo a las dos vertientes de la producción del artista. El pensamiento de Torres García es fruto de existencia comprometida hasta la última fibra con la búsqueda y la práctica artística y producto de una reflexión incesante que busca inscribir esa práctica en un orden que abarque tanto al artista como a la obra.

Al leer a Torres García es necesario considerar que bajo de toda su elaboración teórica y filosófica está la certeza de que el trasfondo de la realidad es de orden espiritual y no material (idealismo, en una palabra). Y que su particular idealismo -al que Juan Fló llama platonismo de pintor- es mucho más que una simple postura intelectual; es una forma de vivir y de entender la existencia y el mundo en que esta se inscribe. En su relato autobiográfico (17), en la Barcelona de fines del siglo XIX Torres García se describe a sí mismo como un joven que vive más en un mundo ideal que en el real. …Puede decirse que se refiere en todo momento a una idea de cosa más que a una cosa auténtica, y así, la realidad llega a ser sombra, y la idea, realidad viviente, cosa.

Luego, en uno de sus últimos textos, de 1947, Torres García, escribe que “Para mí, es una verdad innegable, la de que, detrás de la apariencia de lo real, hay otra realidad que es la verdadera, y que no es otra cosa que lo que llamamos espíritu. He venido repitiendo esto a través de estas lecciones. Nuestra realidad, pues, es el espíritu. Pues bien: ese espíritu es el que, a través de la materia y a través de la idea, persigue el artista. Por esto, aparentemente, hace otra cosa, pero, en realidad, busca de captar eso invisible. Y si tal espíritu ya no es cosa, ni forma, ni color (es decir, que siéndolo todo no es nada), quiere decir, que está fuera de lo temporal; o mejor dicho que es eterno; y eso es justamente lo que sentimos al contemplar ciertas obras: que el tiempo se ha detenido, que está hablando el espíritu; y que esto nos transfigura” (18).

Notas

(15) No circunscrita únicamente a la cultura grecolatina, sino incluyendo también el arte egipcio. N. del A.

(16) Se trata del ensayo Angusta et Augusta, JTG 1904.

(17) Historia de mi vida.

(18) JTG, 1948.

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