jueves

EL TESORO DE RONALDINHO Terrorismo en Francia ‘98 (9) - Hugo Giovanetti Viola


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Isabelino Pena le comentó al hotelero:

-Recién subí para pedirle que conservara la filmación de la Hortensia por unas horas pero me entretuve-

-La Hortensia ya no existe, Monsieur le Privé. Como tampoco existe Satanás, aunque la mayor parte de la humanidad siempre lo esté nombrando. Ah: Mozart se apoltronó a esperarlo en la conserjería, para variar.

Lo veo bajar al patio y no tengo otro remedio que escupir en el suelo.

-Tiens -dijo el detective, levantando la pipa hacia el televisor. -Ronaldinho partout.

Después me atrevo a mirar al profeta, que sonríe montañosamente y confiesa:

-Jung es un mago. Hoy me desperté muerto por primera vez en mis vidas y fuimos al jardín de Versailles y recién al subirme a un caballito se me ocurrió contarle que había estado en el velorio de una mujer con halo.

-Grucha.

-Claro. Y al final entendí que la serenidad que ostenté frente a mi madre muerta fue pura vanidad y que me había llegado el momento de pagar. Y me curé.

-Qué hermoso. ¿Cómo está Felisberto?

-Sigue con la cabeza dividida en cuarenta pedazos.

Isabelino Pena escupió adentro de un floreto y dijo:

-Hay que pagar.

-Aunque lo que tenía más interés en contarle -ahueva los ojos Mozart hacia la pantallita- es que al ver el Stade de France desde la altura sentí que Ronaldinho va a ser crucificado antes de que termine el mundial.

-Esperemos que no.

-Mire que los que somos carne de la jauría del oro nos conocemos muy bien unos a otros -se le enloqueció el tic al hombre empelucado. -¿Usted realmente piensa que el verdadero tesoro de Ronaldinho puede ser visible para la humanidad en general?

-Por eso estoy aquí.

-¿Pero qué le puede haber pasado al mundo para que Dante todavía alcanzara a ver a su Dama y Don Quijote no?

-Nos pasó el Anticristo por arriba del lomo. Incluida su vanidad y mi horror. Y las inquisiciones y las revoluciones y los totalitarismos y los imperialismos al servicio de la monarquía absoluta de la nada.

Mozart mira la sonrisa infantil del 9 brasilero y sacude la cabeza.

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Isabelino Pena descubrió a Felisberto metiendo la bombilla del mate a través de un tercer redondel recortado en la capucha y chistó:

-Qué cosa bárbara.

El hombre de frac verde sondea las brasas y de golpe confiesa:

-¿Sabe que siento como si la piñata de mi poesía hubiera reventado justo arriba de la hinchada escocesa pero que el verdadero sinvergüenza soy yo?

-Bueno -gritó Bajtin. -Acá está todo pronto.

Subieron la escalera de acceso a la nave y encontraron a Beatriz sonriendo boca arriba sobre el altar, azulada frugalmente por una sábana.

-Música -ordenó Jung.

Mozart hace irrumpir la floración del reino muestra la dentadura igual que si dijera:

-Hoy no hace falta acariciar ninguna patria triste.

Y cuando la fosforecencia de Felisberto inundó a la muchacha Jung lo desencapuchó de un zarpazo y el perro se puso a gruñir. Entonces Beatriz avanza totalmente desnuda y se empina a besar un tercer ojo con forma de sello salomónico que titila en la frente del hombre fracturado.

-Aaaah -dijo Felisberto.

Y mientras sus facciones se recomponen ella empieza a ser cubierta por una especie de velo nupcial que hace sentenciar al ruso:

-Alcanza con creer, señor spinoziano.

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Isabelino Pena le pidió al ruso que lo esperara cinco minutos y subió hasta su chambre con redoblada ingravidez. Pero ahora encuentro el hueserío de la Dama desperdigado entre las cucarachas y rezo, sin entender muy bien por qué:

-No dejes de mirarme blanda y amorosamente echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago la humildad con que mi alma te adora.

Después el detective se levantó para enfrentarse al espejo y dijo:

-Estás solo y cangüeco y humillado y rayado pero tenés a Dios, que es la esperanza de todos los pueblos. Todos los sentimientos y las derrotas gloriosas son nuestro pan del cielo, hermanos. Y el gran amanecer de que no nos importe absolutamente nada sino todo. Para que ría el mundo.

Pero de golpe veo la capelina tirada al lado del pollo y le doy la espalda al lavatorio y grito:

-Traten de filmar esto, huesudos. Y sueñen con que vieron cagarse a un Hombre Nuevo.

El detective se tiró un pedo enorme y salió taconeando.

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Isabelino Pena murmuró en el oído de Jung:

-¿Cómo supo que Beatriz le iba a besar el tercer ojo a Felisberto?

-El sello salomónico completo significa la síntesis de los cuatro elementos y la unificación de todos los antagonismos -me explica el suizo, observando despreocupadamente las siluetas de los que viajan en la terraza del gallo. -Todos tenemos ese tercer ojo en el umbral del sí mismo. Pero mire que yo no había planeado ni siquiera desencapucharlo. Fue una inspiración del momento.

-Pero yo le estoy preguntando otra cosa, doctor.

-Ah, lo del beso. Eso fue imantación, nomás: una demostración física de cómo va a operar psicológicamente la imagen de la Nueva Dulcinea en los pobres de espíritu.

Jung le rechazó un Peter Stuyvesant al detective y advirtió:

-Ya llegamos a Notre Dame.

La nave se estabiliza frente al rosetón donde riela el mediodía y Bajtin le hace una seña al Bigote para que prepare el destellador: el envoltorio nupcial segregado por Beatriz la despoja de curvas y le transforma el frisado del pelo en un plano azabache. Entonces Mozart empezó a tocar Only you y la mirada de la muchacha se enjoyó borealmente.

-Ya está -suspira el ruso, pero ella extiende su mano derecha con la palma hacia arriba y de golpe abandona el podio y avanza hacia Notre Dame igual que si flotara sobre el hilo melódico.

-No mires para abajo, mamacita -jadeó el Papalote.

-Tranquilos. Se acabaron las caídas -sentencia Jung, y yo casi me ahogo por no animarme a escupir mientras Beatriz llega a la catedral y posa su blancura ya floralmente andrógina sobre una gárgola.

-Quedate quieta allí que enseguida te recogemos -gritó Felisberto desde la cabina de mando.

Pero ella nos saluda con el brazo hasta que su silueta parece entrar en una transparencia que la vaporiza y termina por esconderla como una puerta de oro.

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