1. De la Intuición a la
Idea (1)
Lo Universal no es cosa
alguna, es sólo entrar en una percepción y en un
ritmo determinado de creación. Y para llegar a tal profundidad poco pueden
la razón y la inteligencia. Por eso creo que es más fácil penetrar en tal mundo
por la educación del espíritu frente a las obras en tan elevado plano, y
no por el estudio filosófico, si bien, este último, también lo creo
indispensable. (12)
Torres García había
llegado a España con 17 años de edad a mediados de 1891, proveniente de la
lejana Montevideo. El viaje de estudios a Europa era la norma entre quienes
querían ser pintores en Uruguay (y generalmente en toda América), pero las
circunstancias solían ser bastante diferentes a las de Torres García, ya que
por lo general se realizaban viajes de formación de unos años para retornar a
su país (13). En su caso, en cambio, se trató de una emigración, que se
encadenaba en un periplo que habían comenzado tanto su padre como sus abuelos
maternos al dejar España, y que se prolongaría en toda la vida del artista.
Su padre era natural de
la pequeña ciudad de Mataró, cercana a Barcelona, y al retornar allí con su familia,
todos se instalan temporalmente en la casa de los abuelos paternos del joven artista.
Es entonces que Torres García descubre un nuevo mundo de cosas, pero no las del
progreso o la técnica sino las de la más sencilla tradición popular. En su
autobiografía relata que No se cansaba el muchacho de mirar todo lo que
había allí, y la abuela, que era la que cuidaba de todo aquello no podía creer
que él se admirara de todas esas cosas tan vulgares: los portones de grueso
vidrio azul, el candil, las cucharas de madera, los cacharros y ollas de barro,
los cántaros; todo tan diferente de las cosas industriales de su país. Le
interesaba ver cómo hacían la colada, con la ceniza encima, y le iban echando
agua por arriba, que después de filtrar por la ropa, caía en un barreño abajo;
cómo bajaban el vino al pozo, y los melones, y otras frutas, para refrescarlos,
y hasta cómo cocían las judías, con cierto ritual, pues todo era allí hecho de
otro modo que en su país.
La cocina daba al patio,
que rebosaba de flores y de luz, y allí estaba el pozo, el gallinero y el
palomar. Desde allí se veían verdes colinas cubiertas de viñedos, y más lejos pinares
y el monte. Bada tampoco de todo esto esto había visto en su país. Pero menos
aun que esto, aquella cinta azul del mar que limitaba el horizonte, y la blanca
vela triangular de los barcos. Aquella tierra era un paraíso.
Muchos años más tarde
escribirá que prefiere la olla de barro a la de aluminio porque si esta es simplemente
un producto de la tecnología, Torres García ve que la primera viene del Hombre,
de los millares de hombres y mujeres que nos precedieron, y que por lenta
sedimentación a lo largo de las edades fueron formando y creando esto que
llamaos “ser humano”, a la vez que este creaba la alfarería.
La idea de tradición, que
en ese primer encuentro con usos y costumbres corrientes es apenas intuída por
el joven Torres de una forma vaga, será objeto de elaboración a lo largo de su
vida e irá adquiriendo un carácter cada vez más general; siendo la tradición un
producto histórico, para Torres García es también la mediación entre un orden
suprasensible y la práctica social-individual y colectiva (14). Algunos años
más tarde Torres García se encontrará sumergido en el mundo de los clásicos
grecolatinos, e inscribirá su elaboración teórica a la tradición de los pueblos
mediterráneos. Más tarde, a partir de 1928 en París, junto a la formulación del
Arte Constructivo irá elaborando su idea su idea de la Tradición del Hombre
Abstracto o del Hombre Universal.
Notas
(12) JTG. Lección primera,
p. 19.
(13) Entre los
contemporáneos del artista podemos citar a José Miguel Palleja (1861 – 1887),
en cuyo taller comenzara su formación Milo Beretta (1875 – 1935) antes de a su
vez, viajar a Europa. El más interesante de ellos es Carlos Federico Sáez (1878
– 1901) que con su pincel inspiradísimo y su vida breve es una leyenda de su
tiempo. Estos artistas recibieron una formación en parte académica, y en parte
influida por el post impresionismo, pero no llegaron a ser influidos por la
modernidad que se estaba gestando todavía marginalmente. Peluffo, 1988.
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