1ra edición: Editorial Roca Viva / Julio 1996
1º edición WEB:
elMontevideano Laboratorio de Artes / 2019
II / Psicosis
Espacio y tiempo en la
psicosis (4)
En el mismo sentido
pueden explicarse los síntomas discordantes de estos pacientes.
Así, por ejemplo, un
esquizofrénico (1) que tuve en tratamiento, y al cual me he referido en otro lugar,
sostenía que él era uno y no era uno. El sentimiento de unidad provenía de lo
que conservaba de su yo tridimensional, pero como a la vez estaba instalado en
otras realidades, sentía que también era otro, diferente al anterior. Otro
síntoma discordante era el siguiente: “cuando camino hacia delante siento que también
camino hacia atrás”. El sentir que uno camina hacia adelante es propio de
nuestro yo, para el que existe un adelante y un atrás, pero al mismo tiempo,
como se siente también en un espacio bidimensional, donde no hay distancia
entre él y las cosas, siente que, en continuidad cosas, también camina hacia
atrás.
Espacio y tiempo están
interrelacionados por lo que los trastornos en el espacio conllevan también
trastornos en el tiempo. Como la duración temporal los ha sumergido en la
pavorosa angustia de no Ser, huyen del tiempo diacrónico instalándose en el No
Tiempo del mito. Transforman así su existencia individual en una existencia mitológica.
La reiteración con que recurren a los mitos constituye pues, un intento de
curación.
Uno de los mitos más
observados es el mito del andrógino; la frecuencia con que se observa este mito
es perfectamente explicable, ya que el esquizofrénico, amenazado por la
angustia de no Ser, encuentra en el andrógino “la fuerza, la luz, de la que se
emana la vida” (Cirlot). (**)
Constituye, por consiguiente,
un modo de recuperar la unidad perdida, en la biunidad del amdrógino.
El paciente a que hicimos
referencia me decía: “yo en nadie puedo confiar, pero en mi casa hombres que
son mujeres y mujeres que son hombres. Yo en parte no soy hombre”.
Y también: “¿Qué opinan
de mi cuerpo de mujer y cabeza de hombre? Siento los brazos y las piernas más
cortos. Uno está al revés en el sentido corporal”.
También el origen de su
enfermedad tuvo una referencia mitológica. Señalando el árbol de un dibujo infantil,
manifestó: “este es el fruto de la vida. Dio su vida y empezó el caos. Perdió
el fruto de su vida”.
El árbol aparece aquí
como como un símbolo de vida, y el inicio de su enfermedad, la caída en el caos,
como la pérdida del fruto del árbol de la vida.
En la melancolía
observamos también la metamorfosis del espacio y del tiempo. Freud ya había
señalado el angostamiento del yo que se opera en el duelo refiriéndose a la
pérdida de intereses y a la inhibición que los caracterizan, proceso que se agrava
en la melancolía donde el objeto perdido opera como “una herida abierta” que
vacía al yo de libido narcisista.
La pérdida de la energía
narcisista del yo conduce al “déficit de los sentimientos vitales” de que
hablaba el psiquiatra Schneider, a una astenia vital, una inercia que sume al
sujeto en la inmovilidad.
Pero este
desfallecimiento vital va más lejos y afecta también, no sólo a la instancia tridimensional
del yo, sino también a la propia urdimbre básica del yo-Ser bidimensional,
soporte de nuestro aparato psíquico. Esta hemorragia narcisista del yo-Ser da
lugar a sentimientos de muerte inminente. La refieren los pacientes con
expresiones tales como: “Estoy aniquilado, todo está perdido. Es fatal y nada puede
evitarlo, debo morir”, que traducen el terrible dolor de ser que afecta al
mismo fondo “cenestésico” o “vital”. Se ha sostenido que ningún otro dolor
puede ser comparable al dolor del melancólico, producido fundamentalmente por
este vacío narcisístico en la trama del yo-Ser. Se comprende entonces que
recurran con frecuencia al suicidio, no sólo por sentimientos de culpa o como
un intento de matar al objeto introyectado, sino sobre todo para librarse de la
angustiosa muerte psíquica que supone este vaciamiento de la trama narcisista
que nos constituye y que lleva al sujeto al convencimiento de que no hay salida
vital posible.
Junto a estas
transformaciones del espacio psíquico se observan también cambios en la
concepción del tiempo. No es de extrañar que el tiempo lineal diacrónico,
producto de la sucesión de los acontecimientos, esté seriamente perturbado y
mismo que se observe con cierta frecuencia la detención del tiempo, en parte
consecuencia de la inmovilidad que afecta al paciente. Y estar fuera del tiempo y la sucesión móvil
de los acontecimientos conduce a la idea de inmortalidad, como se observa en el
síndrome de Cotard, inmortalidad que expone al sujeto a un eterno sufrimiento,
del cual la muerte física constituye la única liberación.
Como hemos dicho es
frecuente ver en la melancolía la mutación parcial del espacio tridimensional
en un espacio bidimensional, lo que determina la coexistencia de diferentes
espacios.
Como consecuencia, en las
formas graves delirantes de la melancolía esta transformación se acompaña de la
coexistencia de un narcisismo yoico, propio del yo tridimensional y un narcisismo
del Ser propio del yo-Ser bidimensional. Las representaciones del narcisismo
yoico pasan entonces a ser presentaciones del caso de una paciente cuyas
representaciones de la muerte había pasado a ser presentaciones, por lo cual
percibía el amarillo y las cruces por todos lados.
Hemos querido mostrar las
conclusiones a las que hemos llegado en la investigación de los cambios espacio-temporales
y narcisísticos observados en estos pacientes psicóticos esperando que sean de
utilidad para una mejor comprensión de los mismos.
Notas
(1) El historial de este
paciente se relata en el trabajo “Espacio y tiempo en la esquizofrenia”,
publicado en este libro.
(2) El historial de esta
paciente se relata en el trabajo “Espacio y tiempo en la melancolía, publicado
en este libro.
Bibliografía
(*) BOHM, David y otros: El
paradigma holográfico, Kairos/Troquel.
(**) CIRLOT, Juan
Eduardo: Diccionario de símbolos. Edit. Labor S.A.
(***) TAUSK, Victor: Sobre
el origen del aparato de influencia en la esquizofrenia. Rev. De Psic. Bs.
As. Año II, 1945, Nº 3.
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