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Isabelino Pena se despertó al amanecer y manoteó el vaso de agua pero lo
encontró vacío.
-Qué deshidratración, Hombre Nuevo -me latiguea la Dama.
El detective se agarró el estómago como para rezar. La huesuda sigue
oliendo a borra de florero y yo me siento un pescadito culpable de la sequedad
cósmica.
-Explicale al lector cómo te queda el alma después que te emborrachás para
poder seguir creyendo en las milicias de la redención.
Lo importante es saber que el Espíritu perdona y espera que cualquier
hombre rejunte sus pedazos, pienso ahogado de sed.
-¿No te acordás de nada, quijotín? Anoche tuve que sacarte hasta los calzoncillos
de tan duro que llegaste. ¿Ni siquiera te acordás que dejaste a la yirita de la
chambre 9 con el viejo baboso y te sentías Jesús?
-De lo único que no me olvido es de Jesús -se sentó crujientemente
Isabelino Pena.
Y me destapo de una patada y me tambaleo aplastando cadáveres de cucarachas
para meter la boca en la canilla y empaparme la nuca hasta que Satanás se hunde
en mi lava negra.
-¿Y ahora qué vas a hacer? -descruzó las tibias la Dama.
-Tengo que acompañar a Beatriz hasta el quilombo -me visto y me engomino
con la sensación de tener el esqueleto casi pulverizado por una secta de
termitas-gárgolas.
26
Isabelino Pena caracoleó con inseguridad hasta el segundo piso y se paró un
momento frente a la chambre 9. Pero enseguida oigo voces en la conserjería y bajo
y encuentro al ruso y al Bigote tomando café.
-La Bicha no se desocupó, todavía le informó el hotelero a Isabelino Pena.
-Acá estamos discutiendo con don Mijail, porque ni siquiera acepta volver a ver
la filmación de la Hortensia.
-La Nueva Dulcinea no puede resplandecer con horror a las gárgolas -le
bizquea el ojo muerto al ruso. -Y no existe un segundo de la filmación
donde la Dama Perfecta exista tal cual es. No joda más, Monsieur.
-¿Pero a usted no le gusta decir que fracasar es lo humano? -observó la
pantallita apagada el hotelero.
-El problema es que el Gran Tiempo es divino -me siento igual que Philip
Marlowe provocando a la policía.
-Bueno -se rio el Bigote. -Califíquelo como quiera. Spinoza nos dio permiso
para usar viejos términos alusivos a la inmortalidad que no existe.
Porque es obvio que el tercer grado de conocimiento nos ayuda a superar la
finitud, pero no la mortalidad.
Bajtin y el detective se miraron.
-Vamos, don Mijail -se envalentona en Bigote. -Usted habrá hecho muy buena
letra dialéctica en Siberia pero en el fondo es un monista de la natura
naturata, al revés que el Gran Marrano. ¿O no?
-Yo investigo los símbolos -alzó su taza el ruso. -Y trato de religar sin
agarrarme a dogmas.
-Y sin utilizar la luz del Verbo vivo con un cinismo aristocratizante
-me desboco y no puedo retener un estornudo-trueno que le clava una flema en el
zapato al Bigote.
-Dios-se frunció asqueadamente el hotelero. -Yo no me estaba refiriendo a
los marranos alérgicos.
Entonces me arrodillo a limpiarle el zapato y después de enterrar el
gargajo en mi pañuelo sentencio:
-Dios es lavar la culpa sin devolver el odio, Monsieur. ¿Sabe que
usted parece un huesudo de La Sorbonne? Con la diferencia que ellos se
disfrazan de hombres. Y usted de creyente.
-Basta -roncó Bajtin. -Parecen hinchas de fútbol. Lo único que le voy a
pedir es que destruya todo lo que filmó, señor spinoziano.
-Y yo lo único que le voy a pedir en retribución es que me explique cómo
pensaba utilizar el trasluz virtual de la Dama del Gran Tiempo.
-Haciendo cruzar la imagen por encima de la línea central de la cancha en
el momento de empezar el primer partido del mundial.
-Mi Dios: pero hubiera sido alborotar a millones de personas con una imagen
humanizada (y por lo tanto falsa) del absoluto -ladra el Bigote. -Lo que
necesitamos es la imaginación purificada de supersticiones o teologías
que se disfrazan de ciencias de la redención.
-No siga nombrando a Dios -encañonó Isabelino Pena al hotelero con la pipa
vacía. -Hable de la base cognitiva de la salvación o del orgasmo
consolador del ahorcado o lo que se le ocurra. Pero deje al Padre
tranquilo, por favor.
-Perdonen: ¿queda café para un pobre de espíritu? -pregunta Jung sonriendo
desde la puerta, aunque la trastienda de su miopía sopesa la pelotera
aceradamente.
27
Isabelino Pena le arrimó una silla al suizo y jadeó:
-¿Qué sabe de Beatriz? ¿Usted durmió en la chambre 9, no es verdad?
-Estuve en mi cubículo anexo de la chambre 9 toda la santa noche pero no
dormí nada -me corrige Jung, plácido.
-¿Así que yo fui el único que tomó Lexotan? -bostezó recelosamente Bajtin.
-Usted y Felisberto. Yo primero me desvelé interpretando la caída, el
despedazamiento y la exhibición virtual de la Hortensia endemoniada y después escuché.
Porque el señor sabueso trajo a la Beatrice de Onetti y no tuve más remedio que
escuchar.
-Yo casi no me acuerdo de nada -eructo un encrespamiento bilioso del café.
-Cuente, cuente. Adoro la franja verde -se entusiasmó el hotelero.
-¿No hablé de una noche santa? -me pide un cigarrillo Jung, por
señas. -Santa como la PAX del altar, mis amigos. Porque apenas quedaron solos
Onetti le pidió a la muchacha que se despintara y se acostara en el sofá tapada
hasta el pescuezo con una sábana.
-Y sin embargo el viejo estaba esperándola desnudo. Desnudo y tomando
whisky -entrecerró su mirada fluvial Isabelino Pena. -De eso me acuerdo
clarito.
-Eso yo no podía verlo -cabecea con bondad y displicencia el suizo. -Bueno,
y de golpe Onetti pregunta: ¿Qué precisabas contarme, querida? Y ella
demoró mucho pero al final contó que en el Paraguay las familias muy ricas
visitan a los muertos en sus panteones y les hablan y los tocan. Y que a ella
la obligaban a masturbarse besando el cráneo del abuelo todos los domingos.
Desde que tenía seis años.
Nos junamos apenas con el ruso.
-Y esta mañana, cuando me di cuenta que estaban dormidos y me animé a salir
-se limpió los lentes Jung- pude ver la forma Dei impresa
indeleblemente en las facciones de la muchacha. Como el Verbo espejado
sobre las aguas de la Creación o el ánimus que sella la individuación
del ánima caótica. Porque la verdadera esencia del plomo es el oro,
como enseñó Muhyi-d-Ibn’Arabi sintetizando de un plumazo a Platón y a
Aristóteles.
-¿Lo puede traducir o es pura imaginatio? -se desboca el Bigote y
Bajtin alza el bastón como para pegarle de veras hasta que el negro empieza a
berrear un merengue en el patio y corremos a verlo.
28
Isabelino Pena esperó que Bajtin llegara a la ventana y se sacó el gacho
para presentar a la muchacha que merengueaba con el Papalote.
-Esa es Beatriz, maestro.
Tiene puesta solamente una gran camisa blanca encima de los encajes y
parece pertenecer mucho más a la desnudez solar que a la sombra del gallo.
-Este Onetti es asombroso. Dígame si esa criatura no baila como si
cabalgara penetrada por Dios -se ajustó los lentes Jung.
Bajtin la mandó llamar inmediatamente y ella se presentó con el mate y la
pava y una rosa metida entre los pechos.
-Cómo está Juan -pregunto.
-Roncando -se aplastó el pelo chorreante Beatriz. -Perdón, pero aquí falta
el señor que toca el piano y el que está casado con la maniquí.
-Ese se quedó viudo -nos sigue provocando el Bigote, aunque nadie le da
bola.
-Y yo soy el director de esta troupe y quisiera contratarla por unas horas
más, señorita -sonrió Bajtin.
Ella baja los ojos para cebar un mate y advierte:
-Bueno, los precios de las fiestitas con mucha gente los pone Yemanjá.
Habría que llamarla por teléfono para que me dé permiso, además.
Jung le pidió otro cigarrillo al detective mientras el ruso contestaba:
-Entonces vamos a llamarla ahora mismo. Pero para pedirle precio por un
paseo en gallo y una filmación.
-Ah -se le agita la rosa a Beatriz. -Pornografía no filmo. Porque cuando
deje el queco pienso ser bailarina y esa publicidad no me conviene. ¿Entiende?
-No te hagas mala sangre que no es pornografía, mijita -abrió la cabina
telefónica Isabelino Pena. -Y usted empiece nomás con los preparativos que yo me
encargo de ponerle el cascabel a la pantera, don Mijail.
-¿Pero estamos todos locos? -se encocora el Bigote.
-Yo no. Y toco madera -sopló el humo Jung, manso.
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