21
Isabelino Pena bajó evitando el taconeo y al pasar frente a la chambre 9
escuchó decir a Onetti:
-Salú, hermano. Brindemos por el bordecito de plata del fracaso. Che, este
ovejero jiede más que un chivo. Pero es muy gente. ¿No te sabés alguna
de Gardel?
Y entreafina sin esperar la respuesta del Papalote:
-Porque me estoy dando cuenta que fue mi vida ficticia / y porque tengo
otro modo de ver y filosofar.
El detective encontró a Mozart viendo televisión en la conserjería.
-¿Usted tampoco le aceptó el pastillazo a Jung? -señalo la puerta del
despacho donde Bajtin se emperra en dormir sentado.
-No. Prefiero ver fútbol.
-Entonces lo convido con elixir de la Fonte.
-Gracias. ¿Piensa salir? -caricaturizó una reverencia y se prendió el
botellón el hombre empelucado.
-Tengo que ir al quilombo. Por trabajo, claro.
-¿Me permite que lo acompañe?
-Será un honor.
Mozart se acerca a la televisión con el tic ocular muy agitado y antes de
apagarla dice:
-Me preocupa Ronaldinho. Juega como si creyera en Dulcinea.
-Es verdad.
Caminaron hasta La Contrescarpe pasándose el botellón en completo silencio.
Y recién al cruzar el corredor de Yemanjá el profeta me agarra un brazo y
confiesa.
-Tengo miedo.
-De qué.
-No sé de qué. Y eso me da más miedo.
-Calma -sacó la pipa Isabelino Pena y arrastró al hombre ya desfigurado por
un tic metronómico.
Y cuando llegamos al sucucho donde vi por primera vez a la infanta nos
encontramos con un velorio desierto y sin flores: la portera parece levitar en
un cajón infantil con el cadáver del otro canario de Klimovsk entre las manos.
-Yo me quedo un rato aquí -se sentó en el suelo Mozart y empezó a silbar
ojicerradamente el segundo movimiento del 23.
22
Isabelino Pena volvió a encontrar un gentío en la puerta de la Bicha. Pero
ahora alcanzo a verla porque balancea las nalgas arrodillada sobre un armario y
se deja manosear por los hinchas o los esqueletos que invaden relampagueantemente
la luz negra.
-Muévenme tus afrentas, Notre Dame -prendió un Peter Stuyvesant con otro el
detective.
Y de repente la veo saltar y espantar al borbollón como si lo partiera
hasta que me acaricia las manos murmurando:
-Yo te preciso a vos.
La muchacha arrastró al viejo entre una gritería de estadio y después que
cerró la puerta lo hizo sentar sobre la colcha azul.
-Macanudo con b larga -me empieza a gotear el naso por la mezcla
irrespirable de desodorante ambiental y perfume. -Yo también precisaba
hablarte. ¿Cómo te llamás, mija?
-Beatriz. Pero me dicen-
-Ya sé cómo te dicen. ¿Qué edad tenés?
-Quince -se le humedecieron ofídicamente los ojos color yerba mate a la
Bicha. -¿Querés hablas, nomás?
Y entonces le acaricio el amantillamiento y sentencio:
-La Virgen de la portería no murió. Soit tranquille.
-Te mamaste demasiado -alargó un pie la muchacha para señalar el bulto del
botellón vacío.
-Te vengo a proponer un curro en el hotel Stella -agrego recogiendo uno de
los conejos de peluche que coronan la almohada.
-No toqués a los nenes.
-¿Sos uruguaya?
-No: paraguaya. Andate. Y olvídate del curro porque Yemanjá no nos deja
salir ni para hacerles fiestitas a los Presidentes.
-Yo gestiono el permiso. No hay problema.
La infanta levantó la cara hacia el cielorraso y demoró en decir:
-Entonces Gardelito tampoco se murió de verdad.
-Por supuesto que no. Esperate que ya vuelvo.
Y al salir ligo una silbatina idéntica a la que recibe un jugador que es
expulsado a los cinco minutos de empezar el partido.
23
Isabelino Pena terminó su whisky y le dijo a la negra:
-Gardelito había cantado justo ayer de noche, diosa. Yo lo escuché.
-Y a vos quién te dio permiso para meter ese mango resfriado en el queco de
Abita -se retoba la elefanta que parece tener la tristeza llovida en el escote.
-Es alergia, no resfrío -se sirvió más Chivas el detective. -La portera
estaba contando algo tan terriblemente maravilloso que tuve que parar la oreja
hasta el final.
-Menos mal que todavía se te para algo, loco.
-No te creas. Esta vez me siento un Hombre Nuevo total.
-No chupes más, pitufo.
Y ahora veo caminar a la Virgen Portera por la cornisa del piso 15 del
hotel Ukraina: lleva el canario en la cabeza y me explica que Beatriz es la
Dama del Cosmos, siempre que la soñemos.
-Les va a salir muy caro alquilar a la Bicha -entornó la mirada color barro
empapado Yemanjá.
-Vos sabés muy bien que esta farra ya me está saliendo carísima
-aterrizo forzosamente en el escritorio, que jiede igual o peor que los cuartos
de las muchachas.
-Permiso, doña Yema -se asomó el hotelero con las sienes hinchadas. -Y
perdonen que interrumpa. Pero acabo de ver a la Grucha y le puedo asegurar que
a esa mujer la asesinaron y que lo más posible es que haya sido uno de
esos huesudos de mierda. No soportan la fe.
-¿Y con qué la asesinaron, gilazo? Si yo la encontré muerta es tarde y
estaba más preciosa que un bebé. Mejor no le retuerzas el cogote al ahorcado,
franchute de Sorbón: la Grucha quiso piantarse junto con Gardelito y chau.
-No me digas que no sabés que los huesudos matan a las cucarachas con el
aliento -tiembla mi voz de golpe. -Y esa señora ya pesaba menos que un colibrí.
La negra encañonó al hotelero con una uña granate:
-Podrían tener razón. Pero mejor que no sea cierto porque no va a quedarles
una chuleta sana a esos cosos sin culo. Te lo juro por-
-¿Quiere que lleve a Mozart al hotel? -la interrumpe para consultarme el
Bigote. -Lo encontré hablando solo y en verso. Como en las cartas.
-Se lo agradecería -sacó el pañuelo el detective y agregó en dirección a la
negra: -Ponga el precio de una vez, patrona. El Gran Tiempo no espera.
-Bueno, tenés razón: por ahora alcanza y sobra con que sigas bancándote a
la desconchada de la 22. Aunque tenés que averiguar quién es o se les
pudre todo, socio de Blancanieves.
24
Isabelino Pena y la infanta encontraron a Aldonza junto al perfil de nácar
de la rusa.
-Coño -le dice Beatriz, sacándose del escote la flor-hueso que le ofrendó
el Lobo. -Hay una barra brava nigeriana esperándote abajo. Mejor que no te vea
Yemanjá.
La muchacha bigotuda y celulítica mantuvo los ojos fijos en el cadáver del
canario y gruñó:
-No se me da nada, maja.
Y entonces siento que estamos en la Mancha y le digo:
-Bienaventurados los que rezan en el establo.
Beatriz demoró en clavar la rosa entre las manos de Grucha y el oro ya
raído de Gardelito. Y recién cuando empezamos a repechar la Mouffetard me
pregunta en qué consiste el curro del Stella.
-No sé muy bien. Pero el viejo pelado y con cara de caballo que estaba
anoche en el bar dice que precisa verte lo antes posible o revienta -explicó el
detective.
Y al doblar por la rue Clovis ella se pone a hacer bocha chiusa con Only
you y yo me animó a escarbar:
-Por qué changás, mijita.
-Preciso sexo -se ajustó el cuello del tapado de nutria Beatriz. -Las otras
tratan de no gozar y cuando un coso las agarra mal se quejan, todavía.
-Pensé que no gozaban.
-Eso es todo mentira.
Ahora desembocamos en el Panthéon y de golpe me freno para saciarme con una
especie de soplo de plata que corona a Beatriz.
-Vos yendrías que hacer equilibrismo arriba de algún Andante del que tocó Only
you -levantó la sonrisa Isabelino Pena hacia la muchacha que le llevaba
casi una cabeza. -Y sabrías lo que es gozar como Dios manda, hermana.
Ella vuelve a darme el brazo y retruca:
El diablo puso el whisky y el más chiquitito se lo tomó.
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