ALEXANDER
VUTIMSKI
Alexander Vutimski (1919
-1943) pertenece a
la generación de poetas de los años 40. Siendo muy joven, pierde a sus padres y
dos hermanos que mueren tísicos. Estudia Filología Clásica en la Universidad de
Sofia pero cae enfermo de tuberculosis e intenta curarse en diferentes
sanatorios del país sin resultado. En sus primeros poemas todavía se nota
optimismo y fe en el futuro como un intento de escapar del destino. Muy pronto,
sin embargo, el sentimiento de estar condenado, llevado como una cruz desde la
infancia, invade su obra; su mundo poético se puebla de solitarios, vagabundos,
borrachos, aplastados por el peso de la vida. Es uno de los primeros autores
que abordan el tema y la estética homosexual en la poesía búlgara. Vutimski no
logra publicar un libro de poemas, de ensayos tampoco. Su obra ve la luz
después de su muerte y es reconocido como uno de los grandes aunque no muy
populares poetas búlgaros.
La ciudad vieja
Me haré
viejo en estas calles silenciosas
de
adoquinado polvoriento y sol veraniego.
Desde
hace mucho conozco las casas,
estas
desvencijadas casas de antaño.
En las
habitaciones las cómodas gastadas
están
cansadas del reír de viejos,
del
chasquido monótono de llaves,
del
crujir de puertas y escaleras.
Nuestras
flores se asoman a las ventanas
y
saludan a los marchitos guindos.
Las
placas de latón en las puertas,
desde
que las recuerdo están raídas.
Aquí ya
nada, nada me alegra:
la
ciudad es ya muy vieja, por desgracia.
Y poco
a poco van palideciendo
y
borrándose al sol desiertas calles.
Ay,
¡qué sería encontrarme en el bosque!
Un olmo
hay allí de corteza plateada.
La luna
les quita las sombras a los árboles
y la
flor y el búho se están riendo.
Sueño
con un bosque de antaño.
Morir...
Morir
en un día de verano
sobre
la hierba del lejano pueblo.
Que en tus
párpados
la luz
del atardecer se muera.
Quedarte
silencioso en la penumbra,
inmóvil,
frío.
Dejar
de respirar mientras que en el bosque
reina
el silencio.
O en un
día otoñal
morir
como pájaro volando:
en una
ciudad desconocida y ajena,
en un
hotel de cuartos anaranjados.
Mientras
que el reloj en la pared
te mira
sin hablar, meditabundo.
Morir
desconocido,
da
igual dónde y cuándo
Y da
igual
si
viejo o joven, de verdad. No lo pienses.
Hay
alegría en el mundo,
Hay
alegría asimismo en el final.
Como
una hoja muerta,
como
todo en este mundo, te irás también.
Y vale
morir
entre
las cosas, poner fin para siempre.
El sol oscuro
Bájate
a la hierba oscura
y dale
llamas,
y dale
humo negro, sol fuerte.
Tómame
en el aire luminoso,
para
que crezca y te alcance,
para
que bese tu llama que mata,
sol oscuro.
¿Te bajarás tú a mi lado… me iré yo
a tu lado…?
Ven,
mata al mundo.
Envíale
tu fuego malo y alegre.
Mata al
cielo en llamas, hazlo cenizas.
Por qué
no dejas caer la muerte sobre el mundo…
Por qué no quieres…
Mi
enemigo refulgente,
rojo y
dorado, y silencioso:
déjame
besar tu llama,
para morirme.
Para
resplandecer como humo sobre el mundo,
Para
resplandecer sobre ti.
Me
quemo sobre la arena en un verano negro.
Porque
yo amo a lo más poderoso,
lo más
desconsolado, más jubiloso,
a mi
enemigo –
el sol –
torturador del mundo.
ALEXANDER
GUEROV
Alexander Guerov (1919-1997) fue poeta y
escritor, licenciado en Derecho en la Universidad de Sofia. En 1944 fue
arrestado y encarcelado por su actividad antifascista. Su poesía es muy
variada, subrayadamente filosófica, reflexiva, existencial. Idealista, a menudo
es invadido por ánimos y presentimientos oscuros. En la literatura búlgara
queda como el más extraño entre los poetas de su generación. Escribe también
prosa fantástica.
Posibilidades
Es
absolutamente real
que
caiga un gigantesco meteorito
y haga
que la Tierra se estrelle.
Es
absolutamente real
que el
sol desaparezca
y la
tierra se convierta en un desierto helado.
Es
absolutamente real
que
haya un terremoto
y que
mande al diablo
todos
nuestros valores materiales.
Mientras
que nosotros seguimos jugando a versos y cantos,
a
libertad del pensamiento,
a
libertad de convicciones.
¿Quién
nos ayudará?
Sólo la
ciencia puede ayudarnos
con tal
que todos colaboremos con ella.
Los animales y los hombres
Los
animales son también inteligentes.
Entienden
que el hombre los supera
y están
dispuestos a ayudarle
en el
histórico camino de la materia.
Por eso
no tengo miedo de nada.
Si no
puedo trabajar más:
como
tractorista,
como
panadero,
como
minero,
como
redactor,
como
jugador de juegos de azar;
si
envejezco y más no puedo llevarme a la boca
un
pedacito de pan,
un
sorbo de agua,
un
puñadito de sal –
me
acostaré en algún prado bajo el sol
y los
animales se ocuparán de mí.
La vaca
me dará leche.
La
hormiga me traerá granos de trigo.
La
paloma me acercará agua y sal.
El gato
me divertirá.
El
perro me defenderá de los enemigos.
Así
será si vivo en los países calurosos.
Y si
vivo en el norte,
las
focas y los pingüinos
me
abrazarán en sus cálidos regazos.
Llamado
Ustedes,
los que todavía están durmiendo en la materia
y
abrirán los ojos dentro de diez mil años,
acuérdense
de mí.
Yo
estaba perplejo, decaído, confundido.
No
podía manejar la escala del universo,
transformar
la electricidad en carne,
convertirme
en cada ser animado
y
utilizar mi cerebro como antena.
Desconocía
la dimensión exacta de la infinidad.
Y aún
me faltaban fuerzas para gozar de la inmortalidad.
En todo
lo demás me parecía a ustedes,
porque
si no, desaparece el sentido.
PETAR
VELCHEV
Petar Velchev (1944) es poeta, crítico,
investigador de la literatura, traductor de poesía del español, alemán, ruso,
francés. Autor de estudios sobre poética de la poesía búlgara, teoría del
verso, estudios comparados, problemas de la traducción literaria. Doctor en Filología
Española, Profesor Titular del Instituto de Literatura de la Academia de
Ciencias de Bulgaria. Laureado con varios premios nacionales de poesía, crítica
y traducción.
Residencia
Bulgaria
es para mí el país
en que
como poco, trabajo mucho.
Y
duermo mal pero me río bien.
Y no
cuento el dinero porque no lo tengo.
Bulgaria
es para mí el país
en que
tengo mi cuarto. Y dentro – libros,
retrato
de Levski*, mapa de Europa.
Y copa
de ron por si me siento triste.
Bulgaria
es para mí el país
en que escribo
y leo, y pienso
lo que
no les voy a decir…
Y que
tampoco está en el diario.
Bulgaria
es para mí el país
en que
aún respiro y siento
respirar
a otros como yo.
En eso
al menos no estoy tan solo.
Y tal
vez cuando vaya más allá
de las
fronteras geográficas,
lo
mismo seguirá … Bulgaria,
versos,
risa, tristeza, eternidad.
*
Vasil
Levski (1837-1873) - revolucionario,
héroe nacional de Bulgaria
Felicidad
En un
gran teatro de la capital
está montado
ya el decorado
para mi
pieza.
Actores
tres, tremendamente talentosos,
ya
cobran sus sueldos por jugar
en mi
pieza.
Mi
mujer – ¡ay, mi mujer! – se hizo
un
vestido maravilloso para el estreno
de mi
pieza.
El
amigo, un crítico brillante,
ha
dedicado ya un amplio artículo
a mi
pieza.
Hasta
oí que un jurado competente
había
asignado ya un premio muy prestigioso,
sin
duda, a mi pieza.
Y yo
estoy tan agotado de felicidad
que no
me alcanzarán las fuerzas
para
escribirla, mi pieza.
Lluvia
A la memoria del poeta peruano
César Vallejo
Llueve
a cántaros sobre los Andes y sobre París,
sobre
la tierra entera… Bajo sus chorros renace
su
carne anciana, su frente arrugada
surcada
de cables y arterias de piedra.
Y cae
el hollín, el polvo de los rostros rudos
de las
ciudades. Millones de gotas, cual jinetes,
despiertan
los fantasmas del diluvio universal
y
prestamos oídos al estruendo de las tibias olas.
Como
herida sangrando se abre nuestra memoria
y de la
pena brota la revelación y suena
una
sinfonía de soledad… ¡Nace la poesía!
Y esta
lluvia es el réquiem por un corazón
nacido
en los Andes, enterrado en el impasible París.
Y su
pulso sigue alertando al universo entero.
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