Cómo la herida generacional de ser despojados de
la
Madre provoca que generaciones subsiguientes
vivan
agachadas como si aun los estuvieran
aplastando
cuando ahora son, de hecho, libres (4)
Recuerda esto. Recuerda. Recuerda. Cómo fue hace mucho y
ahora… Cada vez que se atacan las creencias y los conocimientos santos de la
gente que es la bondad misma, las tácticas que se utilizan son las mismas. Las
mismas. Las mismas.
“Recuerda esto. Recuerda. Recuerda. Cuando se ataca a lo
Sagrado en sí, las tácticas que se utilizan son las mismas. Las mismas. Las
mismas.” Esto es lo que mi
padre solía decir después de una larga noche de festejar y llorar con todos los
viejos parientes que fueron tan terriblemente dañados durante la Segunda Guerra
Mundial. Con frecuencia hacían sobremesa alrededor de la mesa azul de la
cocina, haciéndose compañía hasta muy entrada la noche, como si no les bastaran
las historias que apenas podían soportar escuchar y contar. Estos antiguos
granjeros se sentaban como viejos osos golpeados en nuestras sillitas de cromo
y plástico, y volvían a contar relatos de tormento y de pérdida. Se echaban
innumerables tragos de schnapps antes, durante y después de cada nueva
historia. Y cada narración parecía mucho peor que la anterior, con pérdidas de
hijos, asesinatos de mascotas, mutilaciones de amigos, personas cegadas
deliberadamente, marcadas con hierros, y otros horrores nauseabundos que se
desataron ante sus ojos.
Cualquier grupo saqueador dedicado a dominar y esclavizar a las almas usa
las mismas tácticas, sólo que con distintas características terribles. Así, me
enteré, los que arrancan el sentido de lo Sagrado del yo, de las imágenes
sagradas y toda la magnitud que se alza detrás de ellas, todos usan las mismas
tácticas. Las mismas. Las mismas.
Hay muchos prolongados intentos de dónde escoger, pero detallemos las
tácticas de uno en particular, pues ocurrió a lo largo de gran parte de la
Tierra en nuestros propios tiempos. Si alguna vez quisiéramos saber lo que pasó
en las tribus de antaño, con grupos nacionales completos que desaparecieron o
fueros diezmados, creo que sólo tendríamos que ver cómo ocurre eso ahora en
nuestros propios días. Parecería que tomar pueblos y tierras sin su permiso es
un proceso arquetípico, y por tanto sigue ciertos caminos predecibles.
Así, a principios y mediados del siglo XX, en muchas partes comunistas del
mundo se secuestraron las ideas sagradas sin pedir rescate.
Comenzaron por atacar el lodo, el lodo que constituía los ladrillos que
constituían las habitaciones grandes y pequeñas de los refugios sagrados y los
santuarios a lo largo de muchas tierras. Así, los soviéticos declararon primero
que los edificios sagrados de cualquier fe se convertirían de inmediato en
oficinas de gobierno repletas de escritorios, o se usarían para almacenar
cachivaches. Se hicieron readecuaciones insulsas, convirtiendo en “museos” los
que antes habían sido lugares de reunión de los fieles, donde los guías
turísticos mostraban las falacias del pensamiento que no fuera ateo.
O si no, derribaban los lugares votivos, debido a que se necesitaba urgente
y repentinamente un “nuevo desarrollo”, sin más ni más. Se atacaba a las almas
fieles que intentaban visitar los lugares sagrados y a veces se las asesinaba
cuando oraban o se hincaban para rezar. Los recintos sagrados, cuyas puertas
estuvieron alguna vez abiertas a los pájaros y a la gente, literalmente durante
siglos, permanecían ahora bajo llave. Otros lugares sagrados donde se “purgó” a
aldeas completas -en otras palabras, donde se asesinó a la población y los
dejaron ahí sin enterrar- se quedaron en ruinas. Se incendiaron pequeños
lugares santos de reunión, con familias granjeras vivas encerradas adentro. La
gente querida que alguna vez obtuvo consuelo y fuerza en esos lugares fue
asesinada en sus propios refugios sagrados.
En todos los casos, los que estaban “a cargo” le prohibieron a la gente que
dijera en voz alta los nombres de sus Santos y de su Creador. Se les prohibió
hacer los viejos rituales, aunque los hubieran cantado y salmodiado durante
décadas, desde tiempos inmemoriales. La junta gobernante ordenó que la gente y
sus santos vivieran encarcelados por el resto de sus vidas; todos los amorosos
corazones humanos fueron alejados de todos los Corazones Sagrados.
Aunque muchos de estos regímenes dictatoriales se resquebrajarían y caerían
durante el siglo XX, como debe suceder y sucederá con todos los poderes
totalitarios, esta prohibición y encarcelamiento de lo Santo durante casi
sesenta años se ordenó a lo largo de una enorme franja de tierra y de gente,
por ejemplo en Asia del Norte, Europa del Este, Rusia y sus varios países antes
independientes. El tratamiento tan rudo y asesino de las creencias espirituales
y religiosas de la gente siguió a pesar de una típica media en sentido opuesto,
impulsada a menudo por las dictaduras totalitarias: esto es, sus exhibiciones
de cómo se preocupaban por la gente, implementando ciertos programas para
ayudar a algunos, mejorando la suerte de algunos; en otras palabras, de
aquellos a quienes las mentes de los gobernantes consideraban dignos,
entiéndase “leales”, no al Creador, no a la Madre, no al Hijo, sino al partido.
A lo largo de la historia los conquistadores han usado el mismo plan
predecible para dar empleos y beneficios a un minúsculo círculo interno de la
población conquistada, con frecuencia armándolos también, para seguir teniendo
el poder. Asesinaron a balazos a quienes invitaron a entrar del frío, pero que
valientemente declinaron ser parte de un imperio enfermo. Como decía mi padre,
para un hombre verdaderamente santo, el alimento de la verdad fresca es mucho
más nutritivo que en pan rancio que se proporciona de forma regular.
Así, en general, durante esas décadas de comunismo, ninguna cosa
relacionada con la práctica de lo Santo tuvo garantizada su seguridad a no ser
que pudiera usarse con el fin de manipular a alguien para hacer o dejar de
hacer algo. Por ejemplo, lanzarle a una anciana su pequeño ícono de madera de
la Santa Madre, y que inmediatamente después el comisario local le tendiera una
emboscada a su nieta y se la llevara arrastrando. Como permitir que un pobre rebbe
se quedara con sus velas para el Shabbat, al tiempo que se disponían
los documentos para defraudarlo a él, a su esposa, a sus hijos y despojarlos de
su granjita, sin otro propósito que el de enriquecer al insignificante policía
o vigilante que trabajaba para el partido.
Sin embargo, en buena medida por ese alejamiento impuesto de sus Santos por
medio de amenazas de muerte y exilio a los grises páramos de trabajo forzado,
miles y miles de almas escaparon en medio de la noche, buscando cruzar la
frontera a la libertad: la libertad de una vida sin amenazas, la libertad de
desarrollar talentos y oportunidad de “rescatar de la noche” la veneración de
lo Santo que nutrió a tantos generación tras generación.
Pero fue ahí cuando, para evitar que la gente escapara a la libertad de
alma, corazón, cuerpo y espíritu, los comunistas decidieron construir “El Muro”
contra su propio pueblo.
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