martes

LA PATRIA Y LA TUMBA (3) - RICARDO AROCENA


crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General

La Historia parece un jadeante gigante cansado, detenido por un instante en un rincón del almanaque, como queriendo tomar impulso, para poder encaminarse hacia otros rumbos. La gente está en suspenso, a la espera de que el río inacabable del tiempo recobre su marcha. Los sectores organizados alertan que nada ni nadie a partir de lo que ocurra será el mismo y que el Uruguay caerá en la vergonzante pendiente del resto del continente, pero no todos son conscientes o no quieren serlo de lo que acecha. El presidente Juan María Bordaberry despierta sugestionado como nunca de que el destino lo ha elegido para cumplir un rol histórico, que es un instrumento de la providencia divina y que ha sido convocado a impulsar leyes universales que en un plazo no muy largo encarnarán en nuevas instituciones más acordes con lo que en su opinión es el orden natural. Se inclina y se persigna ante una imagen religiosa para que le dé fuerzas, es consciente de que cada día tiene menos apoyo y que solamente cuenta con el respaldo militar, pero éste también es en muchos aspectos relativo, ya que entre los generales no faltan los que lo miran con recelo. En realidad fueron ellos los que lo conminaron a iniciar un proceso que con su participación o sin su participación, iniciaría igual. Y presionado por ellos, por las fuerzas sociales a las que se debe, por sus convicciones y por los fantasmas de su pasado, terminó por aceptar. Su familia lo ha educado en la defensa del integrismo, de los principios antiliberales y de la estirpe a la que siente que pertenece. Por un momento le llega la imagen de Domingo, su padre, en su estancia de Durazno, brama que la sociedad democrática y la cristiana son extremos contradictorios y excluyentes y contra los que impulsaron la educación laica, abolieron la pena de muerte e implantaron el voto femenino, entre otras aberraciones. Desde algún rincón del tiempo ahora le dice que ha llegado la hora de acabar con la subversión marxista para salvar a la civilización occidental, y que hay que eliminar a los partidos políticos, a la constitución vigente, a las formas republicano-democráticas de gobierno y a la tradición liberal. Los ojos de Bordaberry parecen más hundidos que nunca, son los ojos de un hombre resuelto, jugado, de un cruzado, de un auténtico guerrero de Dios, que no vacilará ante nadie que atente contra la tradición, la familia y la propiedad.

***

Entre sus seguidores crecen las expectativas en la medida que pasan las horas. Saborean de antemano la ofensiva militar, pero los inquieta la previsible respuesta popular. La saborean los estancieros en sus estancias y dibuja sonrisas en la cara de muchos directivos de la Asociación Rural; entusiasma a los inversores y bancos extranjeros, a los especuladores, a los tantas veces denunciados negociantes de la industria frigorífica, a los dueños de las financieras que prosperan con la fuga de capitales y la evasión de impuestos. Festejan el clan Peirano y sus cómplices del Banco Mercantil, de tanta incidencia en la industria frigorífica, automotriz y agropecuaria; festeja el clan Ferrés de gran peso en las industrias del vidrio, del arroz, de los aceites, del azúcar y de los cueros; festejan los directivos de Adela y Deltec, y de otras financieras internacionales que quieren, con el apoyo de EEUU y Europa, quedarse con la riqueza ganadera y frigorífica del Río de la Plata; hace restregar las manos del grupo Pellegrini y brillar los ojos con codicia a Jorge Peirano Faccio, a César Charlone, a Alejandro Vegth Villegas, a Carlos Frick Davie, a Horacio Abadie Santos y a muchos ministros y ex ministros que son o han sido fieles representantes de los intereses de la banca, de los frigoríficos y de la gran estancia en el gobierno.  Sus sueños están por cumplirse. Con el Parlamento disuelto, los medios de comunicación controlados, la central sindical ilegalizada, los partidos proscriptos, todo queda a pedir de boca para acumular ganancias sin control y es un respiro ante tantos sobresaltos de los últimos años, desde que en Chile triunfó Allende y la subversión marxista. Para su disgusto el mal ejemplo ha contagiado a otros países de la región, en particular al Uruguay, adonde la izquierda, nucleada en el Frente Amplio, propone impulsar la reforma agraria y nacionalizar la banca y el comercio exterior. Por todo esto el novel embajador norteamericano Mr. Siracusa está abrumado, son muchos los cabos nacionales e internacionales que debe atar, para que nada entorpezca los planes; nada deja al azar, es que tiene una larga experiencia en este tipo de menesteres y su principal preocupación es mantener informado al detalle de cuanto ocurre a sus superiores del Departamento de Estado, que miran al Uruguay como una pieza del ajedrez internacional, imprescindible para conformar un bloque en el sur del continente similar al de la OTAN, con Brasil como inspirador y estado gendarme por excelencia y los ejércitos de cada país transformados en instrumentos a su servicio.

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