martes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (14) - MIJAIL. BAJTIN


AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (9)

(2 / 2)


Se puede hacer un esfuerzo por imaginar su propio aspecto externo, por percibirse desde fuera, traducir a su misma persona del lenguaje de la sensación propia interna al de la expresividad externa, lo cual no es tan fácil y requeriría cierto esfuerzo inusitado; esta dificultad y este esfuerzo no se parecen a aquellos que vivimos recordando una cara poco conocida o semiolvidada; aquí no se trata de una falta de la memoria  con respecto a su apariencia, sino de cierta resistencia, por principio, de nuestro aspecto exterior. Es fácil convencerse, mediante una autoobservación, de que el resultado primero de tal intento será el siguiente: mi imagen visualmente expresada empezará a definirse de una manera inestable junto a mi persona percibida internamente, apenas se separará de mi autopercepción interna sin dejarla por completo; parece que yo me divido en dos sin desintegrarme definitivamente: el cordón umbilical de la autopercepción seguirá uniendo mi expresividad externa con la vivencia interna de mi persona. Se requeriría cierto esfuerzo nuevo para que uno se imagine a su persona claramente representada de frente, para desprenderse totalmente de la autosensación interna de uno, y, cuando esto se logra nos sorprende en nuestra imagen externa un extraño vacío fantasmal y una espantosa soledad que la rodea. ¿Cómo explicar este hecho? Resulta que no tenemos, con respecto a nuestra imagen, una actitud emocional y volitiva correspondiente que hubiese podido vitalizarla e incluirla en el sistema de valores del mundo plástico artísticamente expresado y único. Todas mis reacciones emocionales y volitivas percibidas valorativamente que contribuyen a constituir la expresividad externa del otro: admiración, amor, ternura, compasión, enemistad, odio, etc., dirigidas por delante de mi persona hacia el mundo, son inaplicables con respecto a mí mismo de una manera inmediata, tal y como yo me vivo a mí mismo; yo constituyo mi yo interior volitivo, que ama, siente, ve y sabe, desde adentro y mediante categorías valorativas muy diferentes que no son compatibles directamente con mi expresividad exterior. Pero mi autopercepción y la vida para mí permanecen en mí, quien imagina y ve; no se encuentran en mí imaginado y visto, y yo no dispongo de una reacción emocional y volitiva con respecto a mi apariencia, una reacción que inmediatamente vivifique y concluya; de ahí que aparezcan la vacuidad y la soledad de mi imagen.

Hace falta reconstruir de una manera radical toda la arquitectónica del mundo de la ilusión al introducir en este un momento absolutamente distinto, para revivir y relacionar nuestra imagen con la totalidad contemplada. Este nuevo momento que reconstituye la arquitectónica es la afirmación emocional y volitiva de mi imagen desde el otro y para el otro, porque desde dentro de mi persona fluye tan sólo mi propia autoafirmación que no puedo proyectar hacia mi expresividad externa, separada de mi autopercepción interna, y por lo tanto mi imagen se me contrapone en el vacío de valores, en la falta de afirmación. Es necesario introducir, entre mi autopercepción interna que es función de mi visión vacía, y mi imagen externamente representada, una especie de pantalla transparente, que es pantalla de una posible reacción emocional y volitiva del otro con respecto a mi apariencia externa, que incluya una posible admiración, amor, sorpresa, compasión hacia mí sentida por el otro. Al mirar a través de esta pantalla del alma ajena reducida a ser intermediario, yo le doy vida a mi apariencia y la inicio en el mundo de la representación plástica. Este posible portador de la reacción valorativa del otro frente a mi persona no ha de llegar a ser un hombre determinado; en caso contrario, este haría desplazar en seguida de mi campo de representación a mi imagen y ocuparía su lugar; yo lo vería, con su reacción hacia mí exteriorizada, cuando se encontraría sobre los límites de mi campo de visión; además, este hombre introduciría cierto determinismo confabulado con mi ilusión, como participante con un papel dado, mientras que se requiere un autor que no participe en un acontecimiento imaginario. Se trata precisamente de la necesidad del lenguaje interno al lenguaje de la expresividad externa e introducir toda su personalidad en la tela unitaria y plástica de la vida humana, tanto al hombre entre otros hombres como al personaje entre otros personajes; esta finalidad puede ser fácilmente sustituida por otro problema totalmente diferente, por un propósito del pensamiento: el pensamiento logra con mucha facilidad colocarme a mí mismo en un mismo plano con la demás gente, porque dentro del pensamiento yo ante todo me abstraigo de aquel único lugar que yo como único hombre ocupo dentro del ser y, por lo tanto, me abstraigo de la unicidad concreta y obvia del mundo; por eso el pensamiento no conoce dificultades éticas y estéticas de la autoobjetivación.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+