Al cumplirse 25
años del estreno de ‘El Silencio de los corderos’, el actor repasa su carrera
De boca de Anthony Hopkins, su carrera suena como la historia
de una venganza, una obra de Shakespeare donde la daga de Bruto o la libra de
carne que reclama Shylock es un plato que se sirve frío. “Sabía que un día me
vengaría de todos ellos. Claro que a estas alturas ya están todos muertos, pero
ese ha sido el motor de mi vida”, saborea el intérprete galés mientras echa la
vista atrás. A finales de 2016 cumplirá 79 años y su mirada no es tan peligrosa
como lo fue hace 25, cuando su nombre quedó para siempre unido a uno de los
peores monstruos de Hollywood, Hannibal Lecter, con el que obtuvo el Oscar a
mejor actor por su trabajo en El silencio de los corderos. Solo necesitó 16
minutos en pantalla para dejar un recuerdo imborrable en los espectadores.
Ahora es su memoria la que se llena de recuerdos, sus frases las que comienzan
con notas del pasado.
Es un momento para
contar verdades. Como que su inspiración para ser lo que Richard Attenborough
describió como “sin lugar a dudas uno de los mejores actores de su generación”
fue su compatriota Richard Burton. Pero no tanto, o no solo, por las dotes
artísticas de ese otro galés sino por el Jaguar y la altanería del marido de
Liz Taylor. “Fue la inseguridad y el sentimiento de ser la última
mierda que tuve cuando le pedí un autógrafo lo que me dio la furia para saber
que un día me vengaría”, admite hoy el intérprete. Habla de cuando tenía 15
años y era el hijo del panadero de Port Talbot (ciudad portuaria del sur de
Gales), la burla del colegio y un joven de quien su tío decía: “Anthony tiene
una cabeza muy grande con poca sustancia”.
Burton le dio la
furia y la visión de su Jaguar, la vía de escape, el deseo de marcharse primero
a Londres y finalmente a Hollywood, donde ahora reside. Lecter y sus otras tres
candidaturas al Oscar con Lo que queda del día (1993), Nixon (1995) y Amistad (1997), además de su título de caballero, fueron su
venganza pero incluso en estos tiempos de nostalgia no le gusta alardear.
“Intento pasar de Hannibal”, dice de un papel que retomó en otras dos
ocasiones. “El silencio de los corderos nos salió bien pero he hecho más cosas.
Unas buenas y otras no tanto. No vivo con Hannibal Lecter. Nunca lo hice”,
resume.
Como recuerda Colin
Callender, productor de su último trabajo televisivo (El ayuda de cámara), es mejor preguntarle por sus años
en el teatro. “Recuerdo mis días con Laurence Olivier y Albert Finney, con
Maggie Smith y Joan Plowright. Días duros que ahora revivo sin dolor”, cuenta
sobre sus comienzos sin preguntarle si quiera por sus primeros trabajos sobre
las tablas. Se sonríe pensando en la impaciencia de Olivier y en la rebeldía de
Smith. También recuerda a la Katharine Hepburn que conoció en El león de invierno (1968), a quien describe como
“una suela dura de roer”. Y, por supuesto, las continuas anécdotas de un Burton
que, enamorado de la obra de Picasso, quiso conocer en persona al pintor
malagueño e invitarle a comer. “Picasso escogió Maxim’s en París y apareció con
su séquito de amigos. Burton entonces no tenía tanto dinero ni hablaba español.
Picasso no se manejaba en inglés. Pero cuando llegó la cuenta y a Richard le
entraron los sudores, Picasso le detuvo y pagó con un garabato en la
servilleta”, rememora.
Historias tiene de
todos los colores, desde ese primer cheque “por 10 libras y 50 chelines” (unos
25 euros actuales) que cobró como actor en 1963 y que se gastó en cervezas; de
la primera vez que salió a un escenario sustituyendo a Olivier en La danza de la muerte —“cuando les quería decir a
todos desde el escenario que se fueran a casa porque conmigo eso no iba a funcionar”,
recuerda—; de lo fácil que lo hacía todo James Ivory en sus rodajes. Al único que idolatra es a sir Laurence, el actor de
actores. Quizá porque fue quien le dio la máxima por la que Hopkins ha regido
su vida: para triunfar hay que entrar a matar.
“No hace falta ser
un monstruo pero tienes que ir a por todas. Aunque para ello te tengas que
comer el miedo. Eso nunca se pasa. Lo importante es no dejar que el miedo te
pueda”, resume del espíritu con el que ha defendido sus batallas. Por salir
victorioso Anthony Hopkins hasta acabó con uno de esos demonios ante el que
muchos, como el propio Burton, sucumben. “Demonio es una palabra demasiado
fuerte pero es cierto que el alcoholismo y la adicción son problemas
complejos”, admite alguien sobrio desde hace más de 40 años. “Todos luchamos en
esta gran batalla que es la vida y lo importante es seguir manteniendo la
pasión”.
UN FUTURO DE ENERGÍA
Anthony Hopkins es
también un hombre cargado de futuro. Además de la serie El ayuda de cámara
tiene pendientes de estreno dos filmes (Collide y Misconduct), otra serie (Westworld) y dos rodajes entre manos
(Thor: Ragnarok y el próximo Transformers). Eso además de su carrera como
compositor y como pintor aficionado, ventas que le organiza su actual esposa y
marchante de antigüedades, Stella Arroyave. “Es mi jefa. Y los cuadros se
venden un montón”, asegura con un guiño. De boquilla lleva tiempo diciendo que
se toma su trabajo con más calma pero de corazón sabe que actuará hasta la
tumba. “Me da energías y me encanta así que, ¿por qué no continuar?”, dice
mientras cierra el baúl de los recuerdos.
(EL PAÍS de España / 28-5-2016)
(EL PAÍS de España / 28-5-2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario