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A PROPÓSITO DE FILOSOFÍA INVISIBLE DE JORGE LIBERATI - Especial para elMontevideano Laboratorio de Artes



1 / PRÓLOGO

JORGE LIBERATI

Se trata de subrayar la hondura, originalidad e influjo de algunos autores que fueron o son filósofos, aunque tal condición no se encuentre entre sus propósitos expresos. Pero además se trata de filosofía vuelta invisible o no vista por sus comentaristas, no tematizada ni señalada con precisión, lo cual no permite que se consagre su merecido reconocimiento. Esos aspectos no frecuentados adquieren el perfil que bien puede expresar la palabra invisibilidad en tanto funcione no como adjetivo sino como denominación de una veta no reconocida en la obra de un pensador. Sea como fuere, esa veta crece en los textos como pensamiento trascendente, aunque en algunos casos la obra no pase de un libro o de una colección de artículos dispersa en la prensa o en revistas.

El pensamiento uruguayo tiene facetas insospechadas, a veces precursoras de las demás, otras veces contemporáneas a ellas, y luce ágil y al tanto de las ideas que bogan por el mundo. No falto de inteligencia y precocidad encuentra en esas ideas la oportunidad para el elogio y la divulgación. Conoce de las otras facetas filosóficas más que de las propias; y hasta puede criticarlas o refutarlas. En gran parte cede ante la afición por la filosofía política, que suele precipitarse en la política real, sin pretensiones teóricas ni mayores merecimientos. También es deseable una filosofía más abarcadora que se sensibilice ante todas las actividades humanas y problemas y sepa incluir la circunstancia en un cuadro universal.

Esta labor de rescate da lugar a reflexiones sobre aspectos poco o nunca comentados en autores uruguayos y, como no es determinante la oriundez, también se consideran autores chilenos, norteamericanos, argentinos y europeos. No todas las figuras son declaradamente filósofos ni todas han practicado la reflexión teórica sistemática, pero han trabajado en ideas fecundas movidas por un propósito semejante al del filosofar. Además, la riqueza del pensamiento se despliega más allá de los territorios disciplinarios, hoy día cada vez más imbricados e invadidos porque en ellos gravita la vicisitud vital y los momentos históricos, locales y mundiales.


2 / EXPOSICIÓN

SAÚL PACIUK

Quiero saludar la aparición de este libro y destacar muy especialmente que estamos participando de una merecida celebración. Este libro la motiva y festejamos tanto su contenido como a su autor.

Todo comienza físicamente, considerando el libro como objeto. Este volumen tiene una presencia que lo destaca. Sus casi 500 páginas hacen de esta “filosofía invisible” un libro muy visible, teniendo una presencia desacostumbrada en nuestro medio, al menos en los libros dedicados al campo del pensamiento.

Pero este libro se destaca también en el panorama de la producción de Jorge Liberati. Ha escrito muchos, realmente, no se cuántos, en parte porque muchas de sus obras publicadas aparecieron siempre ejecutadas en un tono menor, como si su autor estuviera pidiendo disculpas por aspirar a interesar y ser leído. Es que Liberati se empeñó siempre en mantener su pensamiento en un ámbito de vocación de clandestinidad. Y afortunadamente en esta oportunidad podemos celebrar que se haya animado a salir a plena luz.

Lo destaca también su contenido y la intención que guió su elaboración. Intención que se puede entender en algún caso como de descubrimiento y en muchos otros como de rescate de autores e ideas, de buceo en el pensamiento de figuras conocidas y de muchas otras que han quedado en el olvido, buscando núcleos de pensamiento que en su momento pasaron desapercibidos y cuyo lugar Liberati pone sobre el tapete y valoriza con toda justicia.

Estamos pues ante un libro que reúne una presencia importante y un contenido importante. Un libro que de algún modo marca que Jorge Liberati asume su mayoría de edad como investigador curioso y como pensador y como publicador, todo lo cual hace de esta presentación una ocasión de celebración y de festejo compartido. Y por eso y en nombre de todos, le pido a Jorge Liberati que acepte nuestra alegría y nuestras felicitaciones por la calidad de su trabajo.


3 / ESTUDIO PRELIMINAR

AGUSTÍN COURTOISIE [i]

Hace ya muchos años, me permití decir de un libro anterior de Jorge Liberati, Fantasmas en la lógica. Sobre la existencia soberana (2002) que “lo primero que se advierte es la prosa suave, que avanza despacio como un gato con los ojos alerta, hasta dar el zarpazo que atrapa al ratón, o al concepto”. Luego agregué algo que hoy también podría decirse de Filosofía invisible: “Pero esto no es literatura, es filosofía bien escrita” (Courtoisie, 2002).

La obra que el lector tiene en sus manos por cierto va a hacer camino. Aunque conjeturamos futuras ampliaciones, desde ya esta primera edición puede equipararse a la imprescindible Antología del ensayo uruguayo contemporáneo de Carlos Real de Azúa (1964) y en cierto sentido puede leerse como una notable actualización de aquel hito, ahora lejano.

Una primera diferencia, claro está, reside en que Filosofía invisible no compila textos ajenos, sino que captura ángulos antes desapercibidos de diversos autores con peculiar fineza y los entreteje en su propio discurrir. Una segunda, en que como para los propósitos del autor “no es determinante la oriundez, también se consideran autores chilenos, norteamericanos, argentinos y europeos”. Tampoco es, o no necesariamente, el género “ensayo” el objetivo de estas reflexiones.

En el Uruguay cada tanto se explora, en lo que va transcurrido el siglo XXI, el pensamiento filosófico nacional y sus aledaños. Eso se ha hecho tanto desde el periodismo (Feippe, 2010), como desde el artículo académico (Costábile, 2007). Y sin ánimos exhaustivos deben mencionarse obras como la Introducción al pensamiento uruguayo (2011) de Lía Berisso y Horacio Bernardo; Pensamiento y utopía en Uruguay (2011) y Etapas del pensamiento en Uruguay 1910-1960 (2013), ambos de Ruben Tani; y Pensadores uruguayos (2018) de Carlos Pacheco, en distintos registros metodológicos. Pero esta Filosofía invisible de Jorge Liberati, si bien puede funcionar como panorámica de grandes autores uruguayos y de algunos otros que no lo son, en esencia es otra cosa. 

Por ejemplo, nos advierte el autor en el Prólogo: “Se trata de subrayar la hondura, originalidad e influjo de algunos autores que fueron o son filósofos, aunque tal condición no se encuentre entre sus propósitos expresos. Pero además se trata de filosofía vuelta invisible o no vista por sus comentaristas, no tematizada ni señalada con precisión, lo cual no permite que se consagre su merecido reconocimiento”.

Luego apunta de modo esclarecedor que “esta labor de rescate da lugar a reflexiones sobre aspectos poco o nunca comentados” en los autores abordados. La palabra “invisibilidad” aquí funciona “no como adjetivo sino como denominación de una veta no reconocida en la obra de un pensador”, explica el autor de Filosofía invisible.

Sin embargo, todos esos matices introducidos por el propio autor no son los únicos rasgos que distancian su último libro de otros esfuerzos de apariencia similar y ni siquiera se trata de los más importantes para identificarlo de modo cabal. 

En realidad, Filosofía invisible es completamente otro tipo de producción y hasta, quizás, otra forma muy legítima de hacer filosofía. Ocurre que el emprendimiento de Jorge Liberati recuerda, por un lado, al Arturo Ardao de La filosofía en el Uruguay en el siglo XX (1956) y, por el otro, a Espacio e inteligencia (Caracas, 1983; Montevideo, 1993) del mismo autor. El primero de ellos, era el libro riguroso, erudito, pulcro y expositivo de un historiador de las ideas; el segundo, una aproximación original a autores y a grandes temas de la filosofía, con expresiones personalísimas cercanas a la poesía, como en “De hipótesis y metáforas”. 

Por su parte, la propuesta de Liberati en Filosofía invisible hace pensar en una combinación armoniosa de aquellas dos producciones de Ardao: una comunicación competente de apuestas teóricas muy jugadas, sin que ello impida aproximar al lector de modo fiel a los autores examinados.

Antes de invitar a la lectura de las páginas que siguen, intentando poner algunas pequeñas luces en el camino por si fuesen necesarias, debemos enfatizar que Jorge Liberati es autor de desarrollos filosóficos originales, además del crítico sagaz que abrió caminos pioneros en el estudio de la obra de pensadores uruguayos, como Vaz Ferreira, filósofo del lenguaje (1980).

A propósito de sus Ensayos (Liberati, 1996) dijimos hace más de veinte años: “Mira sin dogmatismos ni recetas fáciles los problemas de la vida. Por ejemplo, sus comentarios sobre Seymour Papert y el papel de las computadoras (Lógica e incertidumbre, 1988) o sus investigaciones sobre la pedagogía de Cledia de Mello, constituyen un indicio de la fecundidad de aproximar un aparato intelectual refinado con algún problema práctico de la vida –y la educación es un ámbito que los plantea a diario–.” (Courtoisie, 1997, p. 15).

Resumíamos de este modo aquel mismo título: “La combinación de la escritura tersa y llena de matices de Liberati, con su información actualizada y sabiamente selectiva de algunas tendencias actuales en lógica y filosofía del lenguaje, sitúa sus textos con ventaja sobre otros productos similares” (Courtoisie, 1997, p. 9).

“Las primeras setenta y siete páginas constituyen una excelente introducción a la Lógica viva de Vaz Ferreira. La vigencia y el carácter pionero del filósofo uruguayo es demostrada con contundencia, por ejemplo, por comparación con Bertrand Russell, con Max Black, con Bart Kosko y su «fuzzy logic» o con Lofti Zadhe. La pulcritud expresiva, la singular pero contenida empatía del autor con Vaz Ferreira, el asiento seguro y atinente de la nota bibliográfica, hace pensar en la beneficiosa influencia de Arturo Ardao” (Courtoisie, 1997, p. 9).

Por último: “A partir de la página 68 estos Ensayos se metamorfosean en algo diferente pero igualmente valioso. El autor se permite dialogar con Rodó y Ortega y Gasset muy lejos de los acostumbrados ditirambos tradicionales (…) Jorge Liberati dialoga con toda una tradición, y de algún modo se propone prolongarla” (Courtoisie, 1997, p. 9).

Conservo un recorte de una memorable reseña de Jorge Albistur sobre Fantasmas en la lógica (Liberati, 2002). Y confieso que en ese caso falté a mi costumbre de anotar a mano en el costado la fecha y el lugar de publicación, si ellos no aparecen en el tope o el pie de la hoja. Se titulaba: “Otra vez, la razón y el asombro”.[ii]

Así iniciaba Albistur el artículo, con alguna exageración deliberada: “Ejemplo de un pensamiento absolutamente ajeno a las ciencias sociales y a la psicología, igualmente alejado de los mundos tecnológico e informático, este libro es sorprendente y solitario en nuestro horizonte cultural. Fantasmas en la lógica reinstala a la vieja y noble reflexión metafísica, al filosofar clásico que ha ido retrocediendo –en su afán de explicar al hombre en el cosmos– para dar lugar a las investigaciones parciales y los posteriores enfoques multidisciplinarios”.

Préstese especial atención a este pasaje, siempre referido a Fantasmas en la lógica: “La confianza en los atisbos de alguna concepción central y unificadora, en alguna respuesta todopoderosa, no es lo habitual en nuestro mundo asolado por las incertidumbres y en una posmodernidad aquejada por el fin del discurso racional. Este libro tiene, del memorable ensayo filosófico, el paso calmo, la ambición del lenguaje preciso y el rigor analítico. La exposición transcurre poniendo siempre en limpio el terreno de vocablos y significaciones –así que a veces se echa mano de la etimología, o de sentidos consagrados en otros textos filosóficos– y ancla en la realidad familiar conjurando abstracciones excesivas a través de los ejemplos”.

Por fin, Jorge Albistur concluye con algo decisivo y que comparto en forma plena: “Se diría que el libro reencuentra, en el fondo de todas estas cautelas, aquel asombro que Aristóteles hallaba en el alma misma de la filosofía y en el nacimiento de ella”.  Nadie podría decirlo mejor, también a propósito de Filosofía invisible y ya no solamente de Fantasmas en la lógica, como lo exclamaba el título: “Otra vez, la razón y el asombro”.

No en vano Jorge Liberati es el filósofo de hondas intuiciones metafísicas responsable de La humanización del tiempo (2015), que estampa un “Extracto del contenido” con estas palabras:

Habitualmente se encara el estudio del saber desde algunos puntos de vista teóricos bien conocidos, referidos a la psicología, a la teoría de la información y de sistemas, a los contenidos innatos y adquiridos, al desarrollo de la inteligencia, apoyados a veces en la epistemología, la lógica o la teoría del conocimiento. La perspectiva adoptada en este estudio no responde exactamente a ninguno de estos puntos de vista, aunque los tiene en cuenta a todos. Se rige por una hipótesis acerca de la influencia decisiva de los efectos no temporales de la experiencia sobre la mente humana, en el ámbito estricto del yo (entendido el yo, a su vez, de la manera más simple: como el fuero íntimo o la intimidad pensante de cada individuo humano). (Liberati, 2015, p. 9)           

En lo personal, simpatizo mucho con las concepciones de talante empirista, que erigen una sólida pirámide sobre una amplia base de hechos, establecidos por las ciencias fácticas con apelación a las ciencias formales. Pero me inclino con respeto ante las metafísicas fuertes, que permiten observar muchas otras cosas que dentro de las disciplinas científicas en vigencia quizás no sea posible concebir. Esto se comprenderá mejor mediante el contraste de dos autores con los cuales siento afinidad, pese a su carácter en apariencia inconciliable. En contra de las pretensiones de Rudolf Carnap –como las de “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje” (Ayer, 1978, pp. 66 y sigs.)– otro integrante del Círculo de Viena, Friedrich Waismann, sostenía muchas ideas que brindan involuntariamente un apoyo elocuente a las estrategias de Jorge Liberati:

Decir que la metafísica es un sinsentido, es un sinsentido. Con ello se deja de reconocer el enorme papel que estos sistemas han representado por lo menos en el pasado (…)  Los metafísicos, como los artistas, son antenas de su época: tienen sentido para percibir hacia dónde se mueve el espíritu (Waismann, 1956, en Ayer, 1978, p. 384).

La filosofía no es sólo crítica del lenguaje: así interpretada, su finalidad es demasiado estrecha; es crítica, disolución y superación de todos los prejuicios, relajando todos los moldes rígidos y constrictivos del pensamiento, sin que importe que tengan su origen en el lenguaje o en otra parte (Ayer, 1978, p. 368).

Hay algo profundamente emocionante en la filosofía… No es cuestión de ‘aclarar ideas’, ni de ‘corregir el uso del lenguaje’, ni de ninguna otra de esas condenadas cosas. ¿Qué es la filosofía? La filosofía es muchas cosas y no hay fórmula que la satisfaga a todas, pero si me pidieran que expresara en una sola palabra su característica esencial diría sin titubeos: la visión. En el fondo de toda filosofía digna de ese nombre hay una visión (…) Cuando digo ‘visión’, quiero significar eso, no quiero novelar.  Lo característico de la filosofía es atravesar esa costra muerta de la tradición y lo convencional, romper las cadenas que nos unen a preconcepciones heredadas, para lograr un modo nuevo y más amplio de ver las cosas (…) Lo decisivo es un nuevo modo de ver (…) La verdadera fuerza radica en los ejemplos. En un buen libro de filosofía se puede prescindir de todas las pruebas sin que por ello se pierda un ápice de su fuerza persuasiva (Ayer, 1978, pp. 378-379).

Espero se disculpe la extensión de estas citas de Waismann, dada la pertinencia de su perspectiva en este contexto. Ocurre que los aportes decisivos de Jorge Liberati, a lo largo de todos sus libros, confluyen siempre, de un modo u otro, en “un nuevo modo de ver” o en compartir una determinada “visión”. El hecho de que los capítulos de Filosofía invisible sean una compilación hecha por el propio autor de artículos publicados entre 1996 y 2018, no desmerece en absoluto este juicio. Creo que es a la inversa: Liberati persigue estas ideas desde hace mucho más que dos décadas. Cada texto que escribe se enfila, a conciencia o no, en una misma dirección de amplios horizontes, sea que examine distintos autores o se proponga explorar problemas y formular conceptos urdidos sin estricta referencia a tal o cual tradición de pensamiento. Se puede escribir un libro trazando de antemano el bosquejo de cada capítulo, o al revés, si uno sabe a dónde va, cada página que pida la circunstancia es una oportunidad para desarrollar algo que podría articularse más adelante en un plan maestro.  Este, creo yo, es el caso de Filosofía invisible: bajo la fisonomía inicial de una exposición de pensadores diversos, fluye siempre una metafísica fuerte que los ilumina, aunque pocas veces de modo frontal, como ocurre en el capítulo sobre la filosofía de la ciencia en “Una realidad que se escapa de las manos” (2001) o “Conocimiento y narración” (2006) donde sugiere este formidable aserto: “Toda idea es historia y toda historia es idea. La existencia toda sería acontecer y nada más que acontecer”. En cuanto al capítulo “Una realidad que se escapa de las manos”, Jorge Liberati expresa persuasivamente uno de las nociones clave de su filosofía:

La ciencia de nuestro tiempo nos ha familiarizado con las relaciones más que con las cosas. La teoría de la relatividad de Einstein, por ejemplo, más que de los cuerpos individuales se ocupa de la relación que unos mantienen respecto a los otros, en función de sus acciones e influencias mutuas, aun cuando ellas tiendan a cero si aumenta la distancia que los separa. El mundo cuántico, por su parte, gasta una terrible broma: en él no es posible dar una descripción de sus componentes por separado y sólo es posible apreciar comportamientos de conjunto y relaciones globales. En el ámbito de la física clásica, en cambio, los fenómenos pueden subdividirse arbitrariamente: los cuerpos y sus movimientos, por un lado, sus trayectorias y localizaciones por otro; en fin: podemos ubicar un planeta, en una fecha determinada, olvidándonos momentáneamente de los demás astros. Se ha establecido, igualmente, que el genoma no es una disposición lineal de genes independientes, sino una red altamente entrelazada de acciones y efectos. Los anticuerpos del sistema inmunológico humano ya no parecen “los soldados a la caza del enemigo”, y esta imagen fue sustituida por la de una red en la cual es más importante el enlace que establecen entre sí los componentes que los mismos componentes. Para la hipótesis Gaia –y habría más ejemplos– el medio no es contenedor sino parte de la vida, y genera enlaces que convierten al planeta en un sistema autorregulable, relaciones invisibles que se caracterizan por su especificidad cualitativa y no por sus propiedades cuantitativas de permanencia o acumulación.

En Filosofía invisible se analizan ciertos temas en función de varios autores extranjeros: “Sobre la lógica borrosa: Bart Kosko” (1996); “La objetividad entre paréntesis: Humberto Maturana” (2007); “Paul Ricoeur: elogio de la fantasía” (2008); “Jacques Derrida: el rigor y la dulzura” (2013); “Eugenio Bulygin: la lógica del sistema jurídico” (2013); “Pierre Bourdieu: la apropiación simbólica de la cultura” (2013); “Ilya Prigogine y la historia de la vida” (2014); “El mundo tal cual parece: de Kant a Einstein” (2015); “Schiller y el verde jardín de la libertad” (2018). De este grupo de autores elijo un pasaje del capítulo sobre Eugenio Bulygin:

De manera que, en contra de Kelsen, el Derecho puede tener lagunas. Que el sistema tenga lagunas quiere decir que pueden presentarse casos que no tengan solución, es decir, que el Derecho no los contemple. Un ejemplo, ilustra Bulygin, surge a raíz de “la norma que regula la prioridad de paso en cruces de calles que dispone que el conductor de un vehículo ‘debe ceder el paso a todo vehículo que se presente por una vía pública situada a su derecha’. Esta norma pretende regular el tráfico, estableciendo quién tiene prioridad de paso, cuando no hay semáforo y otras señales de tránsito que lo determinen. Resulta que la norma sólo soluciona los casos de dos o tres vehículos que se encuentran en un cruce de calles. Pero ¿qué ocurre cuando se encuentra cuatro vehículos [cada uno por cada una de las cuatro bocacalles]? Aquí ninguno de los cuatro vehículos puede pasar sin infringir la norma, pues cada uno de ellos tiene un vehículo a su derecha y debe cederle el paso”.  No hay una norma que cubra este caso.

La filosofía de la política y de la historia, la geopolítica y la historia de las ideas, entre otras dimensiones, se abordan a través de los uruguayos “Francisco Bauzá y una realidad sin fronteras” (2016); “Alberto Methol Ferré y el dogma que libera” (2018); “Carlos Quijano y la revolución invisible” (2018); “Hebert Gatto y la democracia liberal” (2018); “En torno a Real de Azúa: el otro “freno” (2017)  y “Una filosofía que mira al futuro” (2003), surgido ante el fallecimiento de Arturo Ardao, autor al que también dedica “Arturo Ardao, filósofo” (2013); “La conexión de los tiempos: Arturo Ardao” (2012); y “La búsqueda del sentido histórico: Arturo Ardao” (2012). La ductilidad de Liberati para establecer conexiones entre autores y dar con el corazón común de sus asuntos, se refleja en este tramo del capítulo sobre Alberto Methol Ferré:

Juan Luis Segundo, Roberto Ares Pons, Carlos Real de Azúa, ¿estaban buscando la expresión de un sentimiento común, la fórmula que encerrara una creencia inamovible, un paradigma misterioso o, con palabras ya discutidas, un dogma? ¿A qué se refieren, concretamente? Por cierto, a algo que no estaba en la conciencia de todos, o que estaba y no era advertido, un fantasma de cuyas cadenas emergía un sonido demasiado humano para dejar que se desvaneciera a la menor amenaza de racionalización. Pues bien, en esta búsqueda se inscriben igualmente los afanes de Alberto Methol Ferré. Religiosos, laicos, agnósticos y ateos, entre estos últimos muchos anarquistas y comunistas de viejo cuño, experimentaron cada uno a su manera una común nostalgia de algo que el progresismo, la prosperidad material, la mudanza de una tradición arraigada durante más de cuatro siglos, el proceso de secularización o el avance arrollador de las ciencias y la tecnología no podían ocultar durante mucho tiempo.
           
La mayoría de los capítulos de Filosofía invisible se ocupa de los grandes héroes culturales del Uruguay: “José Pedro Varela y el tormento de Tántalo” (2018); “Pedro Figari y el mejoramiento humano” (2012); “Rodó educador” (2006); “El Uruguay como dilema, en Rodó” (2017); “El principio de conversión en Rodó” (2000); “Vaz Ferreira, la lógica viva y las computadoras” (1997); “Vaz Ferreira, el despuntar de la nueva lógica” (2008); “La lógica germinal de Vaz Ferreira” (2008); “La lógica crítica de Vaz Ferreira” (2012); “Joaquín Torres García y las leyes del universo” (2018);       “Clemente Estable (1894-1976)” (2005); “Clemente Estable desde la teoría” (2017); “Emilio Oribe y la alegoría del centauro” (2013). A continuación, un luminoso segmento de su capítulo dedicado a “Pedro Figari y el mejoramiento humano”:

Para Figari lo más importante es la vida y, en su perspectiva, el individuo es la única manifestación orgánica completa, con los atributos de conciencia, voluntad e instinto. Como consecuencia, la filosofía está para explicarla científicamente, adoptando una perspectiva evolucionista y pragmatista que rinde cuenta de la supervivencia en función del conocimiento, del arte y de la ética, dispuestos en un mismo plano categorial. Sin embargo, y como resultado de su logrado intento de distinguir qué es arte, estética e ideal, Figari (trayendo a la mente a Spinoza) se ocupa de asuntos que escapan de una filosofía epistemologista, introduciéndose permanentemente en problemas metafísicos y escabulléndose de un discurso que podría haberse mantenido más fiel al positivismo, en el que el filósofo-pintor se formó y que embargó a toda su generación. Figari, como Rodó y Vaz Ferreira, respetuosamente dan la espalda a Spencer. Su materialismo contiene, pues, a la manera de una metafísica espiritualista, temas no compadecidos con el materialismo a ultranza, como el arte y la belleza, la cosmología, el espacio y el tiempo, el infinito y lo absoluto, el alma, el libre albedrío. Asimismo, sostiene “la identidad entre el arte y la ciencia”, proyectando una filosofía que ha superado limpiamente la tradición cartesiana.

Muchos pensadores uruguayos del siglo XX han sido gradualmente marginados y olvidados, entre ellos Eduardo Dieste, Luis Gil Salguero, Carlos Benvenuto y José Pedro Massera. Todo ellos son rescatados en racimo, por decirlo así, en “Lógica uruguaya después de Vaz Ferreira” (2006). Especial mención merece su cuidadosa recuperación de personalidades como las de “Roberto Fabregat Cúneo: la América lacustre” (2013); “Fernando Beltramo, un idealista objetivo” (2014); “Beatriz Bayce: teología y hermenéutica en la Generación Crítica” (2017). Liberati tampoco se olvida del pensamiento religioso liberador de “Juan Luis Segundo: el hombre y su peripecia” (2018); “Juan Luis Segundo: el hombre y su pensamiento” (2018); ni del problema de la moral común en “Mario Sambarino: la historia individual” (2018). Ya no tanto autores, sino procesos culturales y educativos son desarrollados en “Antes y después del Plan Estable” (2004) y “Sobre la Escuela Primaria y la MNI” (2003). De este grupo de capítulos, selecciono la presentación del filósofo involucrado en “Mario Sambarino: la historia individual”:

Ocupa la atención y la mayor parte de la reflexión de este filósofo uruguayo, por encima de todo, el problema de la moral común. El estudio de las relaciones entre las demandas e imposiciones de las normas morales vigentes, y la pulsión individual que generalmente se debate contra ellas, es el gran tema de su principal obra de 1959. Su título, Investigaciones sobre la estructura aporético-dialéctica de la eticidad, anuncia concisamente la dinámica de esas relaciones. Es ético lo que se niega a sí mismo, en el intento de desplegarse mediante contraste y superación, es decir, aquello que se debate entre una paradoja (o aporía) y el juego por el cual se contrapone la vida real y la razón (dialéctica). La prosa idónea y erudita se rige por un estilo académico de lo más austero, carente de estética idiomática y caracterizado por una sintaxis envolvente, verdadero obstáculo para el lector no avezado. Sin embargo, se trata de un pensamiento fecundísimo, que produjo sorpresa en su momento, original y substancioso, y se habrá de aplicar una lectura paciente y escrupulosa para conocerlo. La filosofía de la ética está en su base, pero el perfil original se define contra un fondo lateral que se interesa por la psicología y la sociología y también por la teoría del conocimiento y la axiología.

Dejemos en manos del lector esta Filosofía invisible, que se puede leer de muchas maneras y en distintos momentos. Para finalizar, digamos que las aparentes coincidencias de la producción de Liberati con las de otros autores uruguayos permiten hacer algunas aproximaciones que obligan a establecer también algunas salvedades. A Jorge Liberati le interesa el pensamiento latinoamericano pero no en el sentido de Javier Sasso, Yamandú Acosta o Mauricio Langón. La educación es tematizada con mucha frecuencia en sus páginas pero no como la encara Enrique Puchet. Gusta de ciertas precisiones analíticas y argumentativas pero no como las practica Carlos Pereda. Las cuestiones propias de la estética surgen en varios de sus textos pero no como suelen ser abordadas por Juan Fló. La lógica siempre ha sido parte sustancial de sus preocupaciones pero eso no lo acerca a Carlos Caorsi, ni a Héctor Massa. La epistemología es objeto de varios de sus enfoques pero no en el sentido en que la ejercía nuestro común amigo Alberto Chá Larrieu, ni desde el ángulo en el que la exploraban Alción Cheroni o Mario Otero.

En ese escuchar a otros pensadores de los más distintos paisajes culturales, sin distorsionar sus mensajes sino en aprovechar incluso sus más laterales aciertos, es que Liberati parece nutrir siempre su propia filosofía, que no aspira nunca a convertirse en un sistema, sino en fluir como un proceso, tan escurridizo como los frágiles fenómenos que procura captar e interpretar.

A condición de que el lector recuerde y aprecie cierto especial talento de nuestro autor para captar “el fuero íntimo o la intimidad pensante de cada individuo humano”, podríamos decir de Jorge Liberati lo mismo que él afirma de Pedro Figari: “Una antropología de esta clase sólo asoma en investigaciones de gran porte, que presentan amplios panoramas históricos y una gama de conocimientos de gran potencia mostrativa y comparativa”.

REFERENCIAS

AYER, A. J. (1978). El positivismo lógico. Madrid: FCE [Fecha original de publicación: 1959]
COURTOISIE, A. (1997). “Pensamiento propio, con buen estilo”. Reseña de Ensayos. Estudio preliminar a «Lógica viva», Una imagen en «Motivos de Proteo» y otros ensayos de Jorge Liberati (1996), Editores Asociados, Montevideo. En Cuadernos de Marcha, Tercera Época, Año XI, N° 126, Abril de 1997, Montevideo, pp. 9, 13 y 15.
_______________ (2002). “Filosofía”. Reseña sobre Fantasmas en la lógica. Sobre la existencia soberana (2002) de Jorge Liberati, Cal y Canto, Montevideo. En El País Cultural, N° 677, 25 de octubre de 2002, Montevideo, p. 10. 
COSTÁBILE, H.  (2007). “Crónica y testimonio sobre las ideas filosóficas en el Uruguay de la segunda mitad del siglo XX” En Revista Humanidades de la Universidad de Montevideo, Año VII, Nº 1, Diciembre 2007, Montevideo. Disponible 29/03/2019: http://www.um.edu.uy/_upload/_descarga/web_descarga_216_COSTABILE_Cronica_y_testimonio_la_filosofia_en_Uruguay_en_la_segunda_mitad_del_siglo_XX.pdf
FEIPPE, L. (2010). “Algo que decir. Filosofía en el Uruguay actual”. En El País Cultural, 29 de octubre de 2010, Montevideo. Disponible 29/3/2019: http://historico.elpais.com.uy/Suple/Cultural/10/10/29/cultural_524327.asp


LIBERATI, J.  (1980). Vaz Ferreira, filósofo del lenguaje. Editorial Arca. Montevideo.

____________ (1988). Lógica e incertidumbre.  CENI. Departamento de Investigaciones y Publicaciones. Montevideo.
____________ (1996). Ensayos. Estudio preliminar a «Lógica viva», Una imagen en «Motivos de Proteo» y otros ensayos. Editores Asociados, Montevideo.
____________ (2002). Fantasmas en la lógica. Sobre la existencia soberana. Cal y Canto, Montevideo.
____________ (2015). La humanización del tiempo. Cal y Canto. Montevideo.
TANI, R.  (2011). Pensamiento y utopía en Uruguay. Varela, Rodó, Figari, Piria, Vaz Ferreira y Ardao. Editorial HUM. Montevideo.
________ (2013). Etapas del pensamiento en Uruguay 1910-1960. Editorial HUM. Montevideo.
WAISMANN, F.  (1956). “Mi perspectiva de la filosofía”. En Ayer (1978, pp. 349-385). 
NOTAS
[1] Ex Director Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura (MEC, Uruguay) entre 2002 y 2005, egresado en Filosofía del Instituto de Profesores “Artigas” (IPA) y autor, entre otros, de libros como Cadenas de conocimiento (1998), A ciencia cierta (2010), Ciencia kiria. Ensayos sobre ciencia, tecnología y sociedad (2018) e Historia reciente del poblamiento remoto. Los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, Sauce (2015), en coautoría con Richard Fariña. Hoy es docente en la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República (Uruguay). Integra el Grupo de Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología (GESCyT, FIC - Udelar) y la Cátedra Regional de Complejidad y Condición Humana de la Universidad CLAEH (Centro Latinoamericano de Economía Humana).
2 Albistur, Jorge, “Otra vez, la razón y el asombro”, Brecha, año 17, Nº 862, Montevideo, 7 de junio de 2002, p. 31. La referencia me la brindó días después de escrita esta presentación, el propio Jorge Liberati, a quien agradezco. A.C.



4 / SOBRE “FILOSOFÍA INVISIBLE” DE JORGE LIBERATI

LUIS ALEMAÑY



“El pensamiento uruguayo tiene facetas insospechadas, a veces precursoras de las demás, otras veces contemporáneas a ellas, y luce ágil y al tanto de las ideas que bogan por el mundo.”
Jorge Liberati en el Prólogo de “Filosofía Invisible”


Claro cuando hablamos del pensamiento uruguayo, propiamente dicho, muy a simple vista parecería que no contamos con mucha acumulación. Pero el pensamiento uruguayo nace en estrecha simbiosis con las ideas más avanzadas de su época y las acumuladas, a través de los milenios, por la humanidad.


Y este libro que nos ofrenda Jorge Liberati es un testimonio de esa verdad, demostrándonos la imperiosa necesidad de nuestros días: la de retornar a la filosofía de la vida, aprendiendo de quienes han pensado más y mejor, a partir de sus experiencias y vivencias.


Y de ahí que, también, por mis particulares vivencias y experiencias, solo me referiré a las reflexiones de Liberati en su escrito titulado: “Heber Gatto: la democracia liberal”. Todo el volumen bien merece que sea consagrado como un texto imprescindible para la formación de nuestros docentes y universitarios, tan necesitados, desde hace décadas, de bases sólidas en su formación intelectual, como lo fueran durante la primera mitad del siglo XX.


Pero me detendré en dicho trabajo, pues, en la sociedad de nuestros días se está tomando conciencia, crecientemente, de que es necesaria una profunda renovación de las ideas. Y en una sociedad tan politizada como históricamente es la nuestra, las voluntades mayoritarias de los uruguayos parecen convencidas que es necesaria una profunda renovación de la política.


Es en dicho sentido hacia el que apunta el trabajo de Liberati sobre la obra de Heber Gatto, en el que comienza diciendo:


“El liberalismo igualitarista consiste en la defensa de tres puntos básicos: primero, el derecho a elegir autónoma e individualmente el camino que conduce a la felicidad, es decir, la autonomía del individuo como valor central; segundo, la neutralidad del Estado respecto a esa elección; tercero, una sociedad diseñada para proteger a los menos favorecidos en todos los aspectos. Lo que significa iguales derechos básicos para todos, igualdad de oportunidades y preocupación institucional por los socialmente postergados, principios que deben articularse en ese orden de prioridades. Si estos conceptos van unidos al de democracia en el nivel político, se puede hablar de democracia liberal.”


Y más adelante subraya:


“Pero la historia la hace el hombre aplicando la razón, de la cual surgen grandes ciclos, períodos, épocas con sus divisiones y duraciones. Y, aunque estas distinciones se tomen como estructuras racionales, sólo interpretan el pasado desde el presente con la carga de subjetividad y aun de irracionalidad. De aquí surgen contundentes objeciones basadas en que la razón sola no basta para entender lo que cambia permanentemente en una dirección no fijada de antemano. Si al hombre lo hace la historia, a la historia la hace el hombre, un aserto que parecer no haber entendido el historicismo.”


Poco después Liberati nos ubica en el período preciso en que surgieron las flagrantes falsas oposiciones ideológicas y políticas que han continuado impactando en la sociedad hasta nuestros días: “En el Uruguay, en las décadas de debate sobre la democracia y el socialismo, también se libró una batalla subterránea a favor de una cierta historicidad del individuo, desde el inicio ganada por la historicidad a secas, es decir, encarnada en el cuerpo social, despreciando su composición por personas. Tuvo lugar una guerra no declarada entre estos dos niveles tomados como opuestos, en su errática aplicación divergentes, representados por el socialismo y la democracia. Como si en esta confrontación maniquea se terminara el mundo. Así, no se distinguió con claridad el papel del liberalismo político, que se archivó como si se tratara de un pensamiento envejecido. El mensaje de Gatto intenta superar este peligroso galimatías y, a los efectos de este propósito, dedica un compendiado pero valiosísimo estudio sobre el proceso histórico del individualismo”.


Y en el final del trabajo, Liberati transcribe una excelente alocución de Hebert Gatto, en un acto en el que se homenajeara su obra. Éstas fueron sus palabras:


“El liberalismo tiene tres elementos que son básicos. La capacidad de cada uno de nosotros de elegir nuestro propio camino hacia la felicidad, de auto-determinarnos como seres humanos. Nadie tiene el derecho de decirnos ‘ustedes van a ser felices de esta manera o de esta otra manera’. Los únicos que podemos decir cómo podemos ser felices somos nosotros mismos. Este es el primer punto del liberalismo, absolutamente esencial, que tiene que ver con la autodeterminación y con la autonomía de cada uno. Si para buscar un camino en la vida dependemos de las instrucciones que nos dé alguien, que puede ser un ser trascendente, o un presidente o un gobierno, entonces, como ocurre desgraciadamente desde hace más de doscientos años, los gobiernos suelen decir cómo debemos comportarnos, cómo debemos buscar la felicidad.


“El segundo punto que me parece esencial es la neutralidad del Estado. El Estado debe ser quien nos diga cuál es el camino que tenemos que seguir. De algún modo es un principio complementario del principio de autodeterminación o de la autonomía de cada uno. El tercer elemento, que quiero destacar especialmente, es que el Estado no debe inducir a que cada uno de nosotros disfrute de bienes inmerecidos. ¿Qué quiero decir con bienes inmerecidos? Cada uno de nosotros nació en un determinado contexto, cada uno tiene una inteligencia mayor o menor, un modo de conducirnos en el mundo, que tiene que ver, entre otras cosas, con nuestros genes. Bueno, toda esa lotería biológica que recibimos es un bien que no depende de nosotros, un bien inmerecido, proveniente de la transmisión genética y no un producto de nuestro esfuerzo. El Estado debe, en la medida de lo posible, corregir esa desigualdad “biológica”. No igualando a la fuerza, lo que lleva al autoritarismo, sino mediante un diseño institucional que otorgue compensaciones a los menos favorecidos. Las diferencias en el talento sólo son admisibles, dice Rawls, en la medida en que el plus que aporta el talentoso favorezca a los menos dotados.


“Estos tres caracteres del liberalismo son esenciales y nada tienen que ver con otro modo de entender el liberalismo. En este país, ese otro modo ha bastardeado la idea del liberalismo: es el liberalismo posesivo, el egoísmo, el creer que lo único que importa es tener la mayor cantidad de bienes, etcétera, etcétera. Esta forma de desnaturalizar el liberalismo ha sido largamente practicada en este país. Y fue la idea central que redondeó y rodeó a aquellos años sesenta, una rebelión contra el liberalismo, entendiendo que era necesaria otra justicia social. Pero si ustedes vuelven al liberalismo de la forma en que debe entenderse, especialmente en los últimos ciento cincuenta años, y soslayan la otra interpretación del liberalismo, van a ver que el liberalismo no puede disociarse de la democracia y que no se puede hablar de democracia sin hablar de democracia liberal.


“Ambos conceptos están íntimamente unidos, y el logro de la modernidad, el logro de la Ilustración, el logro de la Revolución Francesa, en definitiva, y de la Revolución Norteamericana unos años antes, fue unir estos dos conceptos. A la vieja idea griega de la democracia como gobierno de la mayoría se le sumó todo aquello que trajo el liberalismo, es decir, estos tres puntos que yo señalaba. Trajo la idea de autonomía del individuo, trajo la idea de neutralidad del Estado y la idea, que en cierto modo también aportó la izquierda, e incrustó en el liberalismo, de que no tenemos derecho a los bienes inmerecidos, entendiendo por tales los bienes materiales, aunque tengamos derecho a los bienes merecidos.


“Si ustedes parten de esa noción de liberalismo, verán que se une a la noción de democracia y que democracia y liberalismo son indisociables. Y este es un patrimonio uruguayo; si algo tenemos que agradecer históricamente a los partidos tradicionales es haber internalizado en el pueblo uruguayo esta característica del liberalismo. De manera que cuando defendemos el liberalismo, la democracia liberal, la unión de estas dos corrientes de pensamiento, democracia y liberalismo, lo que estamos proponiendo es esta idea básica de que no se pueden disociar.”



**********



Así como las ideas de Thomas Paine en su obra “El sentido común” -publicada en 1776-inspiraron a José Artigas, en los comienzos del siglo XIX, para desarrollar sus ideas sobre una confederación de repúblicas democráticas, el esfuerzo intelectual de John Rawls en su “Teoría de la Justicia”, destinado a superar la falsa oposición entre liberalismo y socialismo -publicada en el año 1970-, pueden inspirarnos a superar las falsas oposiciones que nos han dividido a buena parte de los uruguayos desde los años sesenta del siglo pasado hasta nuestros días.


Las ideas del liberalismo igualitario, son superadoras de las falsas oposiciones ideológicas que dominaran a lo largo y ancho del siglo XX, prolongadas hasta nuestros días en nuestra América Latina por el llamado neoliberalismo y el denominado socialismo del siglo XXI, pero que no se han tratado de otra cosa que nuevos envoltorios a concepciones arcaicas del siglo XIX, correspondiéndose a los antiguos modelos del capitalismo y el socialismo salvajes.


Las grandes transformaciones y saltos registrados tanto a nivel del pensamiento filosófico-político, como las muy diversas experiencias en la construcción de las sociedades democráticas, confluyen en superar aquellas falsas oposiciones, comenzando por las que separaran como contradictorias a las ideas de libertad y de igualdad.


El pleno de ejercicio de la libertad no es accesible para todos los seres humanos de una sociedad dada, si no tienen las condiciones materiales y espirituales para desarrollar su particular plan de vida en sociedad. Y la igualdad sin libertad, resultó ser una de la más grande falsedades del siglo XX.


En las auténticas sociedades democráticas del siglo XXI, más allá de sus consustanciales marchas y contramarchas, no encontraremos otra fuerza motriz que no sea el del brindar las mayores posibilidades para el desarrollo del plan de vida que cada persona elija y se sienta dotada, como forma de desarrollar la inteligencia de cada uno de los seres humanos que la componen. Es en este punto crucial que encontraremos la intrínseca complementariedad entre libertad e igualdad, unida por el mayor atributo de la búsqueda del bien común y que es el puente que une a quienes, en el pasado, se las considerara como hermanas enemigas: el puente de la fraternidad.


La construcción de una sociedad justa no puede ser obra de un solo partido, ni de una sola corriente ideológica y política. Ella debe partir del concurso del conjunto de diversas corrientes filosóficas, religiosas, ideológicas y políticas razonables que, como mínimo punto de partida, tengan un común denominador en su determinación de fortalecer crecientemente el Estado de Derecho, la independencia de sus tres poderes y la búsqueda del bien común.


Dicha construcción necesita de manera determinante el consenso traslapado de esas diversas corrientes, para ir avanzando paso a paso, en los más diversos campos de la vida en sociedad, elaborando políticas de Estado.


Políticas de Estado dirigidas a elevar el desarrollo cultural, social y económico del conjunto de la sociedad, para que cada ser humano, desde su intrínseca particularidad, pueda participar activa, digna, conjunta y creadoramente en la construcción de la sociedad democrática de nuestros días.


Desde el fin de la dictadura, no nos encontramos en una mejor coyuntura política, como la que vivimos actualmente, para poder avanzar hacia dichos objetivos.


La gobernabilidad surgida en los últimos días del año 1984, contribuyó al proceso endógeno de consolidación de la institucionalidad democrática y, hasta el día de hoy, ha constituido un aporte conceptual a los procesos de construcción de tantas nuevas sociedades democráticas, particularmente en América Latina.


Pero ha sido a partir de esas, nuestras prácticas políticas más avanzadas desde el fin de la dictadura, que se ha acuñado el concepto de gobernanza. Al que la Real Academia Española ha dado en definir, en su primera acepción, como: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.”


Todo hace pensar que nos encontramos ante un momento crucial de nuestra historia en el que se nos pueden brindar las mejores condiciones para evolucionar de la gobernabilidad a la gobernanza, superando todas las falsas oposiciones heredadas de la segunda mitad del siglo XX y seguir avanzando hacia la construcción de una sociedad cada vez más justa y libre, como precursoramente lo hiciéramos en la primera mitad de ese mismo siglo.


Porque como muy tempranamente acertaron, tanto José Enrique Rodó, como Carlos Vaz Ferreira y Arturo Ardao posteriormente, al demostrarnos que no es la base material la que determina la conciencia, sino que es el desarrollo de la inteligencia la que determina la conciencia posible de cada persona.


Eso es lo que nos reafirma “Filosofía invisible” de Jorge Liberati. El título es mágico, porque esa filosofía invisible que forjara visiblemente a nuestros mayores, con la que plantaran los cimientos de nuestra sociedad en la primera mitad del siglo XX, es la que nos ha permitido no perderlo todo en la sostenida decadencia de la segunda mitad de la centuria y comienzos de la actual.


13 de agosto de 2019

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