miércoles

GRAHAM GREENE - MÁS ACÁ O MÁS ALLÁ DEL PODER Y LA GLORIA (2)


por Miguel Castellví


Años dorados

Greene dejó el periódico de Nottingham para iniciar unos años dorados de su vida: consiguió un empleo de redactor con un buen sueldo en “The Times”, se casó con Vivien y publicó su primer libro, “The man within” (Historia de una cobardía). El éxito –vendió 8.000 ejemplares- se le subió a la cabeza, y decidió que había llegado el momento de abandonar la seguridad de su trabajo en el “Times”, para dedicarse completamente a la escritura. Vinieron años duros, en los que no consiguió cuajar buenos libros, hasta que “Stamboul train” (Oriente Express) tuvo un inesperado éxito y fue elegido por la Book Society (una especie de club del libro) lo que supuso una tirada extra de 10.000 ejemplares. En esos momentos de desesperación, Greene intentó sin éxito volver al “Times” y ser contratado como redactor por un diario católico que lo consideró demasiado bueno para el empleo.

“Estábamos esperando un hijo y yo sólo tenía en el banco veinte libras. Mi mente se dirigió de nuevo hacia el Oriente, como ya había ocurrido al dejar Oxford, y escribí a un viejo condiscípulo para ver si podía conseguirme algo en el departamento de lengua inglesa de la Universidad de Chulankaran, próxima a Bangkok. La respuesta fue positiva, pero llegó demasiado tarde para salvarme de la carrera de las letras. Fui devuelto a la pluma, como una oveja descarriada, por el transitorio éxito popular de “Oriente Express”. (De lo transitorio que fue puede juzgarse por el hecho de que la primera edición de mi primera novela fue, en 1929, de 2.500 ejemplares, y la de mi tercera novela, “El poder y la gloria”, en 1940, fue de 3.500 ejemplares)”.

Con estructura de thriller

Empujado por la fortuna hacia la literatura, Greene dedicó entonces todas sus fuerzas a la escritura. Con extraordinarias dotes como narrador, explica la Enciclopedia Británica, dividía sus obras en dos tipos: los “entertainments” (entretenimientos, diversiones) -como “Stamboul train”- y las novelas. Las características de los primeros son una estructura de “thriller” con un lenguaje seco y duro, y una trama llena de suspense y de acción, “pero con mayor complejidad moral y profundidad”. “A Gun for sale” (Una pistola en venta) (1936, llevada al cine en 1942), “The Confidential Agent” (El agente confidencial) (1939, filmada en 1945) y “The Ministry of Fear” (El ministerio del miedo) -un quinto “entertainment”, “The Third Man” (El tercer hombre), publicado en 1949, era originalmente un guión de cine (dirigida por Carol Reed y con Orson Wells y Joseph Cotten, la película es un clásico del cine negro)-, son los títulos de esta serie.

Pero detrás de la estructura de “thriller” y de la técnica cinematográfica –Greene tuvo una larga relación con el séptimo arte, casi todas sus novelas fueron llevadas al cine y él mismo trabajó como guionista en numerosas películas-, las obras del escritor británico van más alla. “Las historias contadas por Graham Greene –escribe Charles Moeller en “Literatura del siglo XX y cristianismo”- son aparentemente profanas; el novelista no les da jamás ese toque que orienta el tema en un sentido edificante; muchas novelas se leen como relatos policíacos. Su técnica cinematográfica da a los cuadros sucesivos un poder de sugestión incomparable”. Sin embargo sería un error quedarse sólo con la trama policíaca: “más allá del drama aparente, se desarrolla otro. Una especie de contrapunto muy oculto da extraña resonancia a los gestos más insignificantes, a las menores palabras. Se percibe enseguida que la atmósfera está habitada por otra presencia: la presencia del mal y del pecado” (...) Graham Greene, convertido al catolicismo en 1927, está obsesionado por la presencia de Satán: la gracia, la bondad, el poder de Dios están de tal modo sumergidos en el océano del mal, que Dios parece muerto, crucificado una vez más en un mundo ciego y perverso; sus cristianos están hasta tal punto fascinados por esta “muerte de Dios”, que son aplastados por ella; no son santos; son, a veces, menos que hombres, La impotencia aparente de Dios estalla en estas novelas con una fuerza nunca igualada hasta ahora. La tentación mayor es aquí la desesperación ante el silencio de Dios”.

Novelas

La primera novela seria –y una de las mejores, según sus críticos ingleses- es “Brighton Rock” (Brighton, Parque de Atracciones) (1938, llevada al cine en 1948). Comparte algunos de los elementos de los entertainments –el protagonista es un criminal perseguido por la policía que vaga a través del bajo mundo de una ciudad costera inglesa- “pero explora las actitudes morales contrastantes de sus protagonistas con un nuevo grado de intensidad y complicación emocional”. Greene –dice la Britanica- en este libro enfrenta un humanista alegre y de buen corazón –que el escritor detesta- con un corrompido y violento joven criminal cuya trágica situación se intensifica por haber recibido una educación católica. “En 1937 –dice Greene en “Vias de fuga”- había llegado el momento de servirme de personajes católicos”.

El triunfo de El poder y la gloria

Nació entonces la cuestión de Greene como “escritor católico”, término que consideraba “detestable”. “Muchas veces, después de “Brigthon Rock”, me he visto obligado a declarar que soy no un escritor católico, sino un escritor en el que se da el caso de ser católico. Newman escribó la última palabra sobre la literatura católica en “The Idea of a University”: ‘sostengo, en base a la naturaleza de la cuestión, que si la literatura debe ser considerada un estudio de la índole humana, no puede haber literatura cristiana. Es una contradictio in terminis intentar una literatura no pecaminosa del hombre pecaminoso. Se puede poner junto algo de muy grande y elevado, algo de más elevado de lo que haya sido cualquier literatura, y después de haber hecho esto, se constatará que no es literatura”.

Greene explica su situación de entonces con respecto a la Iglesia Católica. “Habían pasado más de diez años de cuando me había acogido la Iglesia. Entonces yo no me había sentido emotivamente implicado, únicamente intelectualmente persuadido; tenía la costumbre de practicar formalmente la religión, de ir a Misa todos los domingos, de confesarme quizá una vez al mes, y además, en mis horas libres, leía un gran número de obras teológicas –a veces con fascinación, otras con repugnancia, pero casi siempre con interés-.”

Según sus propias palabras, Greene no tenía intención de implicar la Iglesia católica en sus libros. “Fue el peso de la existencia a hacerlo: por un lado la persecución socialista de la religión en Méjico, y, por otro, el ataque del general Franco a la España republicana, implicaron inextricablemente la religión en la vida contemporánea. Empecé a examinar más de cerca el efecto de la fe sobre la acción, el catolicismo ya no era algo esencialmente simbólico, una ceremonia ante el altar... ni tampoco una página filosófica de “Nature of Belief” del padre D’Arcy. Se trataba, ahora de algo mucho más cerca de la muerte durante la tarde”.

Dejándose llevar por su instinto de ser “un espectador de la historia”, Greene intentó viajar en avión al Bilbao sitiado por los nacionales –“tenía más simpatía por la lucha católica contra Franco que por los sectarios en lucha en Madrid”- pero en Toulouse, el propietario de un pequeño restaurante vasco que con su avioneta había conseguido romper el cerco, se negó a intentarlo de nuevo: durante el último vuelo, la contraérea de Franco había demostrado tener demasiada puntería. En cambio, gracias a un anticipo de un libro sobre la persecución de Méjico, pudo viajar a Tabasco y Chiapas. En Méjico, Greene descubrió “una cierta fe emotiva” entre las iglesias desiertas y en ruinas y en las misas secretas celebradas en Las Casas, y nació su novela más famosa: “El poder y la gloria”.

“Pienso que “El poder y la gloria” es mi única novela con una tesis”, explica Greene en “Vías de fuga”. En su siguiente novela, “The Hearth of the matter” (El revés de la trama) que tiene lugar en Sierra Leona durante la segunda guerra mundial, Wilson –uno de los personajes- está sentado en un balcón en Freetown viendo pasar al protagonista, Scobie, “mucho tiempo antes de que yo fuera consciente del problema de Scobie, del hecho que estaba corrompido por la compasión”. En cambio, afirma Greene, desde que era un colegial “escuché con impaciencia los episodios escandalosos contados por turistas sobre sacerdotes que habían conocido en remotas aldeas latinas (este cura tenía una amante, este otro estaba siempre borracho), porque en los libros de historia protestantes había aprendido lo que creían los católicos; y ya entonces conseguía distinguir entre el hombre y su oficio”.

“El poder y la gloria” (el título nació de una poesía de Elliot, en la que los santos rezan “tuyo es el reino, el poder y la gloria”) se centra en la doctrina católica según la cual la eficacia de los sacramentos no depende de la dignidad del ministro. Por esto, un cura borracho o que ha cometido pecados de la carne, puede bautizar, celebrar misa o dar la comunión, como hace el protagonista de la novela. Greene dice que la historia nació cuando le contaron el caso de un sacerdote que había vivido diez años escondido en bosques y zonas palúdicas, saliendo sólo de noche, y de otro de Chiapas que era lo que llamaban un “pater whisky”, al que habían llevado un niño para bautizarlo y como estaba borracho, se empeñaba en llamarlo Brígida. Los demás personajes, el dentista, el jefe de policía corrompido, el mestizo –lo encontró en un pueblo llamado Yajalón, y “después de una semana en su compañía me fue imposible separarme de él y se convirtió en el judas de mi historia”-, los corteses hermanos protestantes, fueron saliéndole al paso en su viaje por Méjico. “No encontré el idealismo y la honestidad del teniente de “El poder y la gloria” entre los policías y pistoleros que conocí, me vi obligado a inventar el oficial para contraponerlo al cura fracasado: el oficial de policía idealista, que con las mejores intenciones posibles ahogaba la vida, el cura alcoholizado que seguía dispensando vida”.

“El poder y la gloria” salió en Gran Bretaña en 1940, con una tirada de 3.500 ejemplares que se agotaron un mes antes de que Hitler invadiera los Países Bajos, mientras que en Estados Unidos se vendieron sólo dos mil volúmenes. El éxito vino después de la guerra, en Francia “debido a la generosa introducción de François Mauriac”. El libro tuvo un gran eco en ambientes católicos franceses por su tesis, por la complejidad (o retorcimiento) de los protagonistas, la mezcla de cuestión social con persecución religiosa, el tipo de catolicismo “engagé” que transpira. Y al triunfar en Francia, que todavía era una protagonista en la cultura mundial, “El poder y la gloria” se convirtió en un best seller.

Del éxito con los católicos franceses nacieron dos “golpes de cola”: un “pío film dirigido por John Ford (“El fugitivo”, con Henry Fonda como protagonista) que atribuía toda la honradez al cura y toda la corrupción al teniente (este último incluso se le hacía pasar por padre del hijo del sacerdote)”, y una denuncia de los obispos franceses a Roma. “Unos diez años después de su publicación, el cardenal arzobispo de Westminster me leyó una carta del Santo Oficio que condenaba el libro porque era “paradójico” y “trataba circunstancias extraordinarias” y en la que el cardenal Pizzardo “exigía unos cambios que naturalmente –y supongo que cortésmente- me negué a hacer. El cardenal Griffin me comentó que habria preferido que condenaran “The End of the Affair” (El fin de la aventura). “Como es lógico –dijo-, a usted y a mí no nos hacen daño los pasajes eróticos, pero a los jóvenes...” Entonces le dije que una de mis primeras experiencias eróticas había sido provocada por “David Copperfield”. La entrevista terminó bruscamente en aquel punto y él me dio, como despedida, la copia de una pastoral que se había leído en las iglesias de su diócesis y en la que se condenaba, implícitamente, mi obra. (Por desgracia, se me ocurrió demasiado tarde pedirle que la autografiara). Más adelante, cuando el papa Pablo VI me dijo que entre las novelas mías que había leído estaba “El poder y la gloria”, le contesté que el Santo Oficio había condenado aquel libro. Entonces, mucho más liberal que el cardenal Pizzardo, me contestó: “algunas partes de su libro molestarán siempre a ciertos católicos. Pero no se preocupe por eso”. Consejo que no me fue difícil seguir.”

Evelyn Waugh, por su parte, le dijo lo siguiente: “ellos han empleado catorce años en escribirte su primera carta. Tendrías que emplear otros catorce en contestarles”. En realidad, como el mismo autor dice, “el asunto fue dejado caer en ese sereno olvido que la Iglesia sabiamente reserva a las cuestiones sin importancia”. Greene, en su autobiografía, no da mayor peso al conflicto con el Santo Oficio, comentando que en realidad, la Iglesia de Roma le trató con mucha más gentileza que “uno cualquiera de los estados totalitarios, de derecha o de izquierda, con los que a menudo se la compara”.

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