miércoles

GARDEL: EL ALMA QUE CANTA (9) - HUGO GARCÍA ROBLES


El tono de la interpretación

Basta escuchar el comienzo del tango que dice “Chá Pepino, levantate ‘e la catrera que se ha roto la tijera de cortar el bacalao” para comprender el carácter festivo, sarcástico y humorístico del texto, al margen de las palabras que lo explicitan.

Las vocales abiertas y la sensación de la voz que parece sonreír en cada palabra lo hacen claro para el oyente. Realmente es digno de examen el modo con el cual ciñe el color de su voz al sentido del texto. En el tango “Milonguera”, por ejemplo, cuya letra dice “milonguera de melena recortada” el color velado de ese primer verso, centrado en la sintética descripción del personaje “milonguera”, con el timbre oscurecido y casi confidencial, reflexivo, es un modo de interpretación.

Vale la pena detenerse en la interpretación del tango “Tengo miedo”, estupenda obra que firma el gran Celedonio Flores, con música de José María Aguilar, guitarrista de Gardel y uno de los sobrevivientes del accidente de Medellín.

La letra comienza con una exposición descriptiva de una decisión: “en la timba de la vida me planté con siete y medio, siendo / la única parada de la vida que acerté”. Gardel la canta con expresión serena, en el espíritu del relato o confesión. Sigue luego una pausa mínima, breve pero formidable en la traducción emotiva del texto. “Yo ya estaba en la pendiente” aquí la breve pausa que sigue “de la ruina sin remedio” y enseguida para la continuación Gardel acelera un poco el “tempo” para decir: “pero un día dije planto y ese día me planté”. El impulso de la voz no se detiene y casi atropella, urgido, la continuación: “yo dejé la barra rea de la eterna caravana / me aparté de la milonga y su rante berretín”. Enseguida dice “con lo triste de mi noche” -pausa breve otra vez- “hice una hermosa mañana / cementerio de mi vida convertido en un jardín”.

Continúa con la serena enumeración de su vida previa, de farras: “cafetín, carreras, timba, copetines deliciosos, y cariños pasajeros, besos falsos de mujer”, pausa breve que robustece la afirmación inmediata: “todo enterré en el olvido, de un pasado bullicioso, por el cariño más santo que un hombre puede tener”. Enseguida, la melodía y la voz de Gardel suplican, la palabra exacta es esa: “sé buenita no me busques apartate de mi senda / tal vez en otro cariño / encontrés tu redención”. Aquí otra pausa y el tono de la voz se cambia en persuasivo, moderando además el “tempo”, lo dice más lentamente: “vos sabés que yo no quiero (pausa que las guitarras rellenan con un acorde) que mi chamuyo te ofenda”. Y enseguida un recurso absolutamente genial: recita sobre una nota: “es que tengo mucho miedo” y vuelve a la curva melódica para cerrar el tengo; “que me falle el corazón”. La fórmula que crea Gardel despierta en quien escribe la memoria del lied “Ungeduld” (“Impaciencia”), del ciclo “La bella molinera” de Schubert, cuando en el climax del texto, la letra dice “suyo en mi corazón” (“dein ist mein herz”) que Schubert escribe sobre una nota repetida con distinta figuración, casi como un recitativo entonado, que sin duda refuerza la expresividad de las palabras.


El rigor

Gardel era muy exigente con su arte. No solamente vivió para el canto, cuidó sus condiciones naturales y como se sabe a pesar de su éxito no desdeñó ser estudiante de canto, con toda la modestia de un principiante como lo ha testimoniado el maestro Eduardo Bonessi.

Pero esta condición se advierte en la cantidad de grabaciones que no llegaron a circular mientras vivió, porque no estaba satisfecho con el resultado, que seguramente incluía no sólo a su propia interpretación, también a los acompañantes y, sin duda, las características técnicas y sonoras del registro.

En la discografía que cierra el presente trabajo se señalan los numerosos ejemplos de registros rechazados por el cantor.

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