6 / LA GRACIA ÚLTIMA (3)
La gracia suprema deseada
para el Cuerpo Indestructible es la ininterrumpida residencia en el Paraíso de
la Leche que Nunca se Agota. “Regocíjate, Jerusalén. Vosotros, los que la
amáis, sea ella vuestra gloria. Llenaos con ella de alegría los que con ella
hicieseis duelo. Para mamar hasta saciaros la leche de sus consolaciones, para
mamar con delicia a los pechos de su gloria. Porque así dice Yavé: ‘Voy a
derramar sobre ella la paz como un río, y la gloria de las naciones como
torrente desbordado. Y sus niños serán llevados a la ladera, y acariciados
sobre las rodillas.’” (147) Alimento del alma y del cuerpo, tranquilidad en el
corazón es la dádiva del pezón inagotable, que “todo lo cura”. El Monte Olimpo
se levanta hasta los cielos, los dioses y los héroes tienen en él banquetes de
ambrosía. En el salón de la montaña de Wotan, cuatrocientos treinta y dos mil
héroes consumen la carne que no disminuye de Sachrimnir, el Jabalí Cósmico, y
la toman con la leche que sale de las ubres de la cabra Heidrun, aumentada de
las hojas de Yggdrasil, el Fresno del Mundo. En las colinas de las hadas de Erin,
la inmortal Tuatha de Danaan consume los siempre renovados cerdos de Manannan y
bebe copiosamente del licor de Guibne. En Persia, los dioses del jardín de la
montaña en el monte Hara Berezaiti beben la inmortal haoma, destilada
del árbol Gaokerena, el árbol de la vida. Los dioses japoneses beben sake,
los polinesios ave, los dioses aztecas beben la sangre de hombres y
doncellas. A los redimidos de Yavé, en su jardín les es servida la carne deliciosa
e inagotable de los monstruos Behemoth, Leviatán y Ziz, mientras que beben los
licores de los cuatro ríos dulces del Paraíso. (148)
Es obvio que las
fantasías infantiles que todavía acariciamos en el inconsciente, están continuamente
en juego en el mito, en el cuento de hadas y en las enseñanzas de la Iglesia
como símbolos del ser indestructible. Esto es útil, porque la mente se siente
como en su casa con las imágenes y le parece recordar algo ya conocido. Pero
esta circunstancia es también un obstáculo, porque los sentimientos se apoyan
en los símbolos y resisten violentamente todo esfuerzo para sobrepasarlos. El
golfo prodigioso entre esas multitudes infantilmente felices que llenan el
mundo de piedad y los verdaderamente libres se abre en la línea donde los
símbolos desaparecen y son trascendidos. “¡Oh vosotros -escribe Dante al salir
del Paraíso terrenal-, que, deseosos de escucharme, habéis seguido en una
pequeña barca tras de mi bajel que navega cantando, virad para ver de nuevo
vuestras playas! No os internéis en el piélago, porque quizá, perdiéndome yo,
quedaríais perdidos. El agua por donde sigo no fue jamás recorrida, Minerva sopla
en mi vela, Apolo me conduce y las nueve musas me enseñan las Osas.” (149) Esta
es la línea que el pensamiento no trasciende; detrás de ella todos los sentimientos
mueren verdaderamente: como la última estación de la vía que lleva a una
montaña, donde empiezan a trepar los alpinistas y a la que a veces vuelven para
conversar con aquellos que aman el aire de la montaña pero no pueden
arriesgarse a las alturas. La inefable enseñanza de la beatitud que sobrepasa
la imaginación viene a nosotros envuelta necesariamente en figuras que
recuerdan la imaginada beatitud de la infancia; de aquí el engañoso
infantilismo de los cuentos. De aquí también la inadecuación de las lecturas
meramente psicológicas. (150)
Notas
(147) Isaías, 66:10-12
(148) Ginzberg, op cit., vol I, pp. 20, 26-30. Ver
las extensas notas sobre el banquete mesiánico, vol. V, pp. 43-46.
(149) Dante, “Paraíso”,
II, 1-9.
(150) En la literatura psicoanalítica
publicada, las fuentes de los símbolos en los sueños son analizadas, tanto en
su significado latente en el consciente como los efectos de sus operaciones
sobre la psique; pero pasa por alto el hecho ulterior de que los grandes
maestros los han empleado conscientemente como metáforas; la suposición tácita
es la de que los grandes maestros del pasado eran neuróticos (exceptuando, por
supuesto, un grupo de griegos y romanos) que equivocaban sus libres fantasías
con revelaciones. Con el mismo espíritu las revelaciones del psicoanálisis son
tomadas por muchos legos como el producto de la “mente salaz” del doctor Freud.
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