AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD
ESTÉTICA (9)
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2) El primer momento que está sujeto a nuestro análisis es la apariencia
externa como conjunto de todos los momentos expresivos del cuerpo humano. ¿Cómo
vivimos nuestra propia apariencia y cómo vivimos la del otro? ¿En qué plano de
vivencia se sitúa su valor estético?
Estos son los problemas que plantea el presente análisis.
Desde luego, no hay duda de que mi apariencia no forma parte del horizonte
real y concreto de mi visión, con la rara excepción de aquellos casos en que
yo, semejante a Narciso, contemplo mi expresión en el agua o en un espejo. Mi
aspecto exterior, es decir, todos los momentos expresivos de mi cuerpo, sin
excepción, se viven por mí internamente; mi apariencia llega al campo de mis
sentidos externos, y ante todo a la vista, tan sólo en forma de fragmentos
dispares, de trozos suspendidos en la cuerda de la sensación interna; pero los datos
proporcionados por los sentidos externos, no representan una última instancia
ni siquiera para la solución del problema de que si es mío o no este cuerpo; lo
soluciona únicamente nuestra sensación propia interna. Es la misma que da
unidad a los fragmentos de mi expresividad externa, la que nos traduce a su
lenguaje interno. Así es como funciona la percepción real: en el mundo exterior
único, que es visto, oído y palpado por mí, yo no encuentro mi expresividad
externa como un objeto externo y único junto a los demás objetos; yo me ubico
en una especie de frontera del mundo que es visible para mí, yo no le soy
plásticamente connatural. Es mi pensamiento el que ubica mi cuerpo en el mundo
exterior como objeto entre otros objetos, mas no es mi visión real; esta no
puede prestarle ayuda al pensamiento dándole una imagen adecuada.
Si nos dirigimos hacia la imaginación creadora, hacia el sueño sobre
nosotros mismos, nos convenceremos con facilidad de que la imaginación no
trabajó fundada en mi expresividad externa, no evoca su imagen exterior
concluida. El mundo de mi activa ilusión con respecto a mí mismo se sitúa
frente a mí igual que el horizonte de mi visión real, y yo formo parte de este
mundo como su protagonista que triunfa sobre los corazones, conquista una fama
extraordinaria, etc., pero con todo esto no me imagino en absoluto cómo es mi
imagen externa, mientras que las imágenes de otros personajes de mi ilusión,
incluso los secundarios, aparecen a veces con una claridad y plenitud
extraordinarias, hasta el punto de representar sorpresa, admiración, miedo,
amor en sus caras; pero no veo en absoluto a aquel a quien se dirigen el miedo,
la admiración o el amor; es decir, no me veo a mí mismo, sino que estoy
viviendo mi imagen internamente; inclusive cuando sueño con éxitos de mi
apariencia, no necesito imaginármela: solamente me imagino el resultado de la
impresión que produce en otras personas. Desde el punto de vista de la
plasticidad artística, el mundo de la ilusión es en todo semejante al mundo de
la percepción real: el protagonista tampoco está expresado externamente, se
sitúa en otro plano en comparación con otros personajes; mientras que estos
están representados externamente, aquel se vive por dentro. La ilusión
no rellena aquí las lagunas de la percepción real, porque no lo necesita. La
ubicación dispar de los personajes en una ilusión es sobre todo obvia cuando
esta tiene un carácter erótico: es el personaje deseado el que alcanza tal
grado de expresividad externa de que es capaz la imaginación, mientras que el
protagonista, el que está sonando, vive sus deseos y su amor por dentro y no
está representado externamente. La misma disparidad de planos tiene lugar en
los sueños. Pero cuando yo empiezo a contar mi ilusión o mi sueño al otro, debo
trasponer al protagonista al mismo plano con los demás personajes (inclusive
cuando hay relato en primera persona), y en todo caso debo tomar en cuenta el
hecho de que todos los personajes de mi narración, inclusive yo mismo, se
percibirán por el oyente en un mismo plano plástico y pintoresco, porque todos
ellos son otros para él. Esta es la diferencia entre el mundo de la ficción
creativa y el mundo de la ilusión o la vida real: todos los personajes se
representan igualmente en un solo plano plástico de la visión, mientras que en
la vida y en el sueño el protagonista (yo) no está representado externamente y
no necesita imagen propia. El darle una apariencia externa al protagonista, de
la vida real o de una ilusión acerca de la vida, viene a ser el primer problema
del artista (escritor). A veces, cuando tiene lugar una lectura no artística de
una persona por personas de poca cultura, la percepción artística es sustituida
por una ilusión, pero no se trata de una ilusión libre, sino predeterminada por
la novela; es una ilusión pasiva, y entonces sucede que el lector se identifica
con el protagonista, se abstrae de todos sus aspectos conclusivos y, ante todo,
de su aspecto exterior, y vivencia la vida del protagonista como si fuera la
suya propia.
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