miércoles

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (13) - MIJAIL. BAJTIN


AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (9)

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2) El primer momento que está sujeto a nuestro análisis es la apariencia externa como conjunto de todos los momentos expresivos del cuerpo humano. ¿Cómo vivimos nuestra propia apariencia y cómo vivimos la del otro? ¿En qué plano de vivencia se sitúa su valor estético?  Estos son los problemas que plantea el presente análisis.

Desde luego, no hay duda de que mi apariencia no forma parte del horizonte real y concreto de mi visión, con la rara excepción de aquellos casos en que yo, semejante a Narciso, contemplo mi expresión en el agua o en un espejo. Mi aspecto exterior, es decir, todos los momentos expresivos de mi cuerpo, sin excepción, se viven por mí internamente; mi apariencia llega al campo de mis sentidos externos, y ante todo a la vista, tan sólo en forma de fragmentos dispares, de trozos suspendidos en la cuerda de la sensación interna; pero los datos proporcionados por los sentidos externos, no representan una última instancia ni siquiera para la solución del problema de que si es mío o no este cuerpo; lo soluciona únicamente nuestra sensación propia interna. Es la misma que da unidad a los fragmentos de mi expresividad externa, la que nos traduce a su lenguaje interno. Así es como funciona la percepción real: en el mundo exterior único, que es visto, oído y palpado por mí, yo no encuentro mi expresividad externa como un objeto externo y único junto a los demás objetos; yo me ubico en una especie de frontera del mundo que es visible para mí, yo no le soy plásticamente connatural. Es mi pensamiento el que ubica mi cuerpo en el mundo exterior como objeto entre otros objetos, mas no es mi visión real; esta no puede prestarle ayuda al pensamiento dándole una imagen adecuada.

Si nos dirigimos hacia la imaginación creadora, hacia el sueño sobre nosotros mismos, nos convenceremos con facilidad de que la imaginación no trabajó fundada en mi expresividad externa, no evoca su imagen exterior concluida. El mundo de mi activa ilusión con respecto a mí mismo se sitúa frente a mí igual que el horizonte de mi visión real, y yo formo parte de este mundo como su protagonista que triunfa sobre los corazones, conquista una fama extraordinaria, etc., pero con todo esto no me imagino en absoluto cómo es mi imagen externa, mientras que las imágenes de otros personajes de mi ilusión, incluso los secundarios, aparecen a veces con una claridad y plenitud extraordinarias, hasta el punto de representar sorpresa, admiración, miedo, amor en sus caras; pero no veo en absoluto a aquel a quien se dirigen el miedo, la admiración o el amor; es decir, no me veo a mí mismo, sino que estoy viviendo mi imagen internamente; inclusive cuando sueño con éxitos de mi apariencia, no necesito imaginármela: solamente me imagino el resultado de la impresión que produce en otras personas. Desde el punto de vista de la plasticidad artística, el mundo de la ilusión es en todo semejante al mundo de la percepción real: el protagonista tampoco está expresado externamente, se sitúa en otro plano en comparación con otros personajes; mientras que estos están representados externamente, aquel se vive por dentro. La ilusión no rellena aquí las lagunas de la percepción real, porque no lo necesita. La ubicación dispar de los personajes en una ilusión es sobre todo obvia cuando esta tiene un carácter erótico: es el personaje deseado el que alcanza tal grado de expresividad externa de que es capaz la imaginación, mientras que el protagonista, el que está sonando, vive sus deseos y su amor por dentro y no está representado externamente. La misma disparidad de planos tiene lugar en los sueños. Pero cuando yo empiezo a contar mi ilusión o mi sueño al otro, debo trasponer al protagonista al mismo plano con los demás personajes (inclusive cuando hay relato en primera persona), y en todo caso debo tomar en cuenta el hecho de que todos los personajes de mi narración, inclusive yo mismo, se percibirán por el oyente en un mismo plano plástico y pintoresco, porque todos ellos son otros para él. Esta es la diferencia entre el mundo de la ficción creativa y el mundo de la ilusión o la vida real: todos los personajes se representan igualmente en un solo plano plástico de la visión, mientras que en la vida y en el sueño el protagonista (yo) no está representado externamente y no necesita imagen propia. El darle una apariencia externa al protagonista, de la vida real o de una ilusión acerca de la vida, viene a ser el primer problema del artista (escritor). A veces, cuando tiene lugar una lectura no artística de una persona por personas de poca cultura, la percepción artística es sustituida por una ilusión, pero no se trata de una ilusión libre, sino predeterminada por la novela; es una ilusión pasiva, y entonces sucede que el lector se identifica con el protagonista, se abstrae de todos sus aspectos conclusivos y, ante todo, de su aspecto exterior, y vivencia la vida del protagonista como si fuera la suya propia.

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