miércoles

DANTE, VIRGILIO Y BEATRIZ: TRES FIGURAS DE UNA TORMENTA EXISTENCIAL



por Juan C. Sosa Azpurúa

PRIMERA ENTREGA

Dante Alighieri (1265 – 1321) fue un hombre atormentado, alguien que necesitó del viaje más alegórico de la literatura universal para redimirse consigo mismo y salvarse.

Siendo Joven fue un actor influyente de la política florentina, con un sólido sentido de patriotismo, que desarrolló antipatía por la figura del Papa y su contradictoria injerencia en las cosas materiales de este mundo. Esta irritación de Dante con el papado, tenía raíces cátaras. Aunque no podría establecerse una total coincidencia con el catarismo, Dante asimiló muchas de sus creencias y las hizo propias. La necesidad de purificación, a partir de diversas fases espirituales, que ulteriormente permiten alcanzar la inmortalidad, es un ejemplo de su influencia. Al igual que los cátaros, Dante aspiraba a otro tipo de cristianismo, uno que reivindicara sus genuinos valores morales y no que fuera una amenaza para la estabilidad de la región provenzal. Anhelaba que los divididos territorios itálicos, asediados por las luchas de poder entre clanes familiares y castas, se unieran como una sola nación: Italia.

Florencia comenzaba a respirar nuevos aires. La Edad Media estaba por terminar y el contacto con países del Mediterráneo fluía, dándose intercambios culturales con Asia y el Medio Oriente.

Dante fue riguroso con su intelecto. Conoció a fondo la filosofía Occidental y la Oriental. Tanto fue el impacto con culturas ajenas a la europea, que probablemente una de las influencias de Dante fue Abu Al-`Alá` Al-Ma’arri[1], un autor sirio que murió en 1058, doscientos años antes del nacimiento del poeta florentino (1265). Su epístola del perdón (Risalatu Al-Gufrán), guarda una enorme similitud con la Divina Comedia, obra que Jorge Luis Borges calificó como el mejor libro que la literatura ha alcanzado.

Risalatu Al-Gufrán es una realización iconográfica de la literatura árabe. Abu Al-`Alá` la escribió a su amigo Alí Ibn Masur Al-Hálabi (apodado Ibn Al-Qárih), dividiéndola en dos partes.  En la primera, el autor se imagina el viaje de su amigo al cielo, dando un paseo por los mundos de ultratumba, sobre un camello que habitaba en el Paraíso y cuyo cuerpo estaba formado de esmeraldas y perlas. Marchó sin rumbo, maravillado de las delicias que iba encontrando a su camino. Contempló el día del Juicio final y a la humanidad que estaba reunida allí de pie, presenciando las penurias que sufrían los castigados; así como la intercesión a favor de los bienaventurados y su perdón. Luego se enrumba para visitar al infierno, y durante su viaje se topa con muchos poetas y literatos. A los desventurados los increpa para conocer las razones de su condena, y todos responden al detalle. En la segunda parte de la obra, se concentra en las respuestas que le da a Ibn Al-Qárih sobre la Fe, el islam, la filosofía y la teología, entre otros. La obra de Abu Al-`Alá` Al-Ma’arri se tomó en su momento como un modelo de creación literaria en lengua árabe.

Obviamente, Dante también fue un lector asiduo de los clásicos griegos. El periplo de Ulises a Ítaca le hizo reflexionar sobre la naturaleza del viaje heroico, con todas sus implicaciones espirituales de pérdida, sufrimiento, aprendizaje y ulterior redención. Esta idea del viaje se fortaleció con su lectura de la Eneida, la cual tuvo particular impacto en su psique. Hubo de sentirse muy identificado con Eneas. Tenemos que recordar que las actividades políticas de Dante le causaron todo tipo de penurias, al punto que fue desterrado de Florencia, con su honor mancillado y un anhelo patriota de fundar una sola nación italiana.  Virgilio gozó de la Pax Romana y, siendo un protegido de César Augusto, supo plasmar en su obra un sentimiento nacionalista que para Dante era su propio sentir.

Pero este amor por la sabiduría y la política no fue el único que le sedujo. Los cantos tradicionales de la poesía trovadoresca, así como los poemas emblemáticos del Amor Cortés, como Tristán e Iseo; y demás cantos vinculados a las leyendas artúricas, alimentaron su alma. Tanto, que él mismo fue uno de los padres de lo que Bonagiunta da Lucca (extrayendo el nombre de la Divina Comedia; Purgatorio, canto XXIV, v. 57) denominó Dolce Stil Novo («Di qua dal dolce stil novo ch’ i’ odo»), para referirse a la obra del propio Dante, así como a los poemas de Guido Cavalcanti, Cino da Pistoia, Guido Guinizelli, Lapo Gianni, Guianni Alfani, Dino Frescobaldi, entre otros[2].

Los stil novistas cantaban su poesía en lengua vulgar -Dante usó el toscano para su Comedia -. Sus temas eran el amor y la mujer, con un entendimiento de la vida que rompe con los cánones del pasado, usando criterios individuales y originales, influyéndose de la retórica impartida en la universidad de Bolonia, especialmente las ideas de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino. El amor se transformó en conducto para elevarse espiritualmente.  Más que una relación amorosa conquistando a la mujer anhelada, lo que se buscaba era la constante tensión producida por lo inalcanzable. La perenne búsqueda de un ideal más allá de lo terrenal. La aparición de la mujer era considerada como un auténtico milagro, viene a transmitir en la tierra el milagro de la santísima trinidad. No hacían referencia alguna a sus esposos, como sí era el caso de los trovadores del amor cortés.  Ahora el amor es algo tan puro que facilita el fortalecimiento de la espiritualidad. La poesía amorosa funciona como una suerte de proceso de purificación. El amor es una abstracción que no tiene elementos autobiográficos.

Esta nueva concepción del amor afectó todo lo relacionado con la imagen de la dama.  La amada representa para los stil novistas la personificación de la divinidad en la tierra. El que está enamorado es un elegido que participará de la divinidad de la mujer, a partir de su mera contemplación. Y el amor solo pueden sentirlo los corazones nobles (cuor gentile). La mujer es un ángel, la donna angelicata, que conduce a los hombres a su salvación. Influidos por el surgimiento de la burguesía, los poetas se afincan el mérito del individuo. Y esta nobleza de corazón (gentilezza) no se transmite hereditariamente, no está vinculada al linaje. A partir de estos poetas, la nobleza ya no es de sangre, propia de una clase social. Se trata de otro tipo de nobleza, la del corazón. Es un sentimiento que trasciende las nociones del amor cortés y feudal.  La donna angelicata es una mujer sobrenatural y con solo depositar sus ojos en un hombre basta para hacer gentil su corazón. La única recompensa del amor es la virtud y la introspección.

Teniendo presentes estas influencias espirituales, intelectuales y poéticas, así como sus inclinaciones políticas, se hace evidente que las figuras de Dante, Virgilio y Beatriz son los símbolos salvadores en la Divina Comedia que usa el poeta para sobrevivir su propio terremoto existencial.
Notas
[2] Apuntes de clase de JCSA sobre Literatura Medieval; curso impartido en la Escuela de Letras de la UCAB por el profesor Einar Goyo.


(LITERATURA MEDIEVAL / UCAB / 22-1-2017)

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