Como en su vida, en los libros
que escribe hay mujeres fuertes, revoluciones, historias atravesadas por la
sensualidad; tras cerrar el Festival de Poesía, presenta hoy Las fiebres de la memoria
Todo en
ella es ondulación. Sensualidad. La melena voluminosa no alcanza a cubrir los
ojos pequeños, hundidos, ese hacia atrás desde donde esta mujer mira, aunque
toda ella traccione hacia adelante, en un gesto de pura vitalidad.
Narradora,
poeta, Gioconda Belli nació en Managua, en 1948. De familia acomodada, empezó
joven a participar en política, en la que luego sería la Revolución en
Nicaragua. Su libro más representativo es La mujer habitada (1988),
y El país bajo mi piel narra su compromiso con la causa
sandinista.
Con un
listado de premios como el Biblioteca Breve y el Sor Juana Inés de la Cruz, la
escritora llega hoy a esta 45» Feria del Libro que abrió el jueves con la
palabra de otra feminista, Rita Segato, y tras reunirse con sus pares de PEN
-organismo internacional que ella preside en su país- y de participar ayer en
el Festival Internacional de Poesía.
Belli
lleva décadas en las formas de pensar el feminismo. En sus libros hay mujeres
fuertes, y la sensualidad atraviesa todas las historias. Las fiebres de
la memoria (Seix Barral, 2019), última novela de la autora, basada en
dos antepasados de mediados del siglo XIX, es un subrayado a la propia
reinvención, al sentido de identidad.
En este nuevo libro, la historia está ficcionada, pero los protagonistas
son tus antepasados.
Fue una
construcción de la memoria. Yo había oído desde muy niña hablar de este señor:
una leyenda divertida de un duque que había sido francés y se había casado con
la abuela de mi abuela. A medida que viví, experimenté esa búsqueda de la
identidad en diferentes formas, de acuerdo con lo que realmente es y no por lo
que la sociedad te programa hacer. Como él, también yo viví el exilio cuando
estuve involucrada en la Revolución y usé seudónimos. Todo eso me condujo a
crear una identificación con esta historia.
La protagonista es una mujer fuerte. ¿Qué hay de Gioconda cuando narra a
estas mujeres?
Son las
mujeres que somos todas: hay algunas mujeres fuertes que se manifiestan como
tales; otras fuertes que son sumisas y, en el fondo de su alma, son amargadas
porque están jugando un papel que no quisieran jugar. Respeto todas las
opciones. Admiro a la que se da cuenta de qué significa su identidad femenina y
que puede posicionarse en la sociedad y ser todo lo que puede ser.
Imposible no hablar con vos de feminismo. Desde mediados del siglo
pasado hasta el movimiento #NiUnaMenos , hoy, ¿existen muchos
feminismos dentro del feminismo?
Sí,
definitivamente. Cada mujer inventa su propio feminismo, que se puede entender
de muchas maneras y que tiene que ver con el nivel de cada desarrollo de la
conciencia femenina en cada mujer. No es lo mismo una mujer abusada que una que
quiere que la respeten en el trabajo. Hay grados de conciencia, de rabia. Todas
tenemos un poco de rabia adentro. Para lograr lo que hemos logrado hemos tenido
que luchar mucho. Cada quien tiene su propia historia. Eso es lo que me encanta
del feminismo, que no es un partido político, sino la expresión de cada mujer,
de su deseo de ser respetada.
Hay sensualidad en las mujeres que narrás, ¿cómo se llega a eso?
Fue la
educación sana de mi madre. Se la debo a ella. Jamás en mi casa me hizo sentir
que ser mujer era pecaminoso ni que era una maldición. Al contrario. Uno de los
momentos más lindos con mi mamá fue cuando me habló de la regla. Yo tenía 11
años. Ella me contó lo que iba a pasar, y tan lindo eso de que mi cuerpo iba a
estar listo para convertirse en un nido que se preparaba todos los meses, y
así. Yo no tenía un sentido pecaminoso de la sexualidad. Lo mismo cuando me
habló de hacer el amor, me dijo que era el acto de comunicación más íntimo y
más bello entre un ser humano y otro.
Hace poco dijiste que la revolución más importante del siglo XX había
sido el feminismo.
Por
supuesto. Si se piensa cómo era la vida en la década del 50, el sometimiento de
la mujer, y a partir de que la mujer rompe con ese rol se da una revolución de
costumbres. La revolución feminista fue la revolución más exitosa, marcó el
lugar que tenemos las mujeres en la sociedad.
¿Cómo fue pasar de ser alguien de familia acomodada a formar parte de la
Revolución?
Es que mi
familia era opositora. Mis tíos iban a manifestaciones, los golpeaban. Si sos
una persona sensible -y creo que si escribo es porque tengo la capacidad de
observar y dejarme invadir por lo que me rodea-, esa percepción de la realidad
te va concientizando. Yo veía la indiferencia hacia la pobreza de parte de la
gente que me rodeaba; no en mi casa, pero vivía en un estrato social en el que
a mucha gente no le importaba. Pero en Nicaragua se dio un fenómeno
interesante: muchachos y muchachas de la alta sociedad se involucraron con la
Revolución.
¿Y qué es ahora la política para vos?
Una
responsabilidad de cada uno de nosotros. El futuro no depende de los políticos,
depende de que construyamos el futuro que queremos. Mucha gente dice que no se
mete en política. No entiendo eso. Cómo no se van a meter si es la vida. Si no
nos metemos, la decidirán otros. Y a esos otros los vivimos criticando, pero no
hacemos nada para que sean diferentes. Ir a votar no es suficiente si queremos
cambiar la manera en que se hace la política en nuestro país.
¿Cómo ves a Nicaragua hoy?
Muy
triste y traicionada. Murió tanta gente para que venga Daniel Ortega y haga que
el somocismo regrese a mi país. Nos quedamos otra vez con una dictadura. Daniel
Ortega tiene 23 años en el poder, ningún Somoza estuvo tanto tiempo.
Cerraste ayer el Festival de Poesía, ¿qué significa el lenguaje poético
para una narradora?
Es otro
instrumento musical para mí, como tocar piano y tocar violín. La poesía tiene
una fuerza tremenda, la capacidad de concentrar el sentimiento puro. La novela
te mete en un mundo y te hace vivir multiplicada la experiencia humana. La
poesía es un dardo al corazón y yo estoy contenta de que esté volviendo la
poesía. Se había vuelto muy hermética para la gente, era más importante la
imagen que lo que querían decir. La poesía está volviendo a su origen de
comunicar emoción.
¿Cómo empezaste a escribir?
Justamente,
poesía. A los 20 años escribí sobre ser mujer. "Y Dios me hizo mujer/ de
pelo/ojo/ nariz y boca de mujer". Y al final decía: "Las mil y unas
cosas/ que me hacen mujer todos los días/ por las que me levanto orgullosa/
todas las mañanas/ y bendigo mi sexo". Cuando salió mi poema fue un
escándalo.
Estás con tu pareja desde hace muchos años.
Sí, tengo
cuatro hijos con diferentes padres. Dos con mi primer marido (me casé bien
jovencita, a los 18). Otro, con un hombre, en el exilio. Y el último, con mi
pareja actual, con el que adoptamos una hija.
¿Cómo hiciste para conciliar crianza y revolución?
Uno educa
tratando de transmitir un poco la experiencia. El país bajo mi piel lo
escribí para mis hijos. Cuando yo estaba trabajando en la Revolución y tenía
que explicarles a mis hijas por qué me tenía que ir, las razones por las que
hice las cosas que tuve que hacer, era muy difícil. Un poema mío, La
madre de mis hijas, está como yo después de todo lo que pasamos juntas.
Cada una a su manera es fuerte y el varón es periodista, en el exilio ahora, en
Costa Rica, como también lo hice en su momento. Ahí está, en ellos, eso que
creo que hice bien.
(La Nación / 29-4-2019)
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